22|01|21 08:32 hs.
Cecilia Ferranti se desempeña con la silla anfibia en el parador Kuyme. Las personas con discapacidad además tienen la posibilidad de quedarse en una carpa, con todas las medidas de prevención del Covid-19.
A Cecilia Ferranti, nacida en Ituzaingó pero con raíces en Tres Arroyos y Claromecó, hace mucho tiempo que su especialización en discapacidad y rehabilitación le otorga satisfacciones diarias. Siente mucha alegría al poder realizar esta tarea con una silla anfibia, durante los veranos en Claromecó y en España.
Cuenta, en el diálogo con La Voz del Pueblo, que “me crié en Ituzaingó. Mis abuelos son de Tres Arroyos y mi mamá también. Mi casa era de mi bisabuelo, vinimos toda la vida a Claromecó, venía a pasar los veranos con mis tías abuelas a la playa, no me quise ir más y me quedé”.
Se recibió de profesora de Educación Física, con especialización en discapacidad y rehabilitación y además es guardavidas. Señala que “hago temporada allá y acá”.

Recuerda que “empecé a trabajar acá en el primer Barlovento (actualmente Kuyem), en 1996 o 1997, como profesora de gimnasia. Comencé dando clases”.
“Hasta que no terminé el Secundario, no me fui a España. Lo hice a los 18 años, ya lo conocía a Pablo (Camino), él se iba a trabajar de guardavidas –señala-. El primer año me fui menos tiempo porque aún estaba con la carrera de Educación Física, llegué de paseo y terminé trabajando los dos meses que estuve”.
En España vio el uso de la silla anfibia. “Me alucinó. El Instituto donde estudiaba estaba orientado a discapacidad. Vi la silla y me encantó. Fui a preguntar y comencé a trabajar. Eso fue en el año 2000, fuimos a Alicante por primera vez. Acá la silla apareció allá por el año 2005, que fue donada por Rotary”, expresa.
En relación a las experiencias que vive diariamente comenta que “no es solamente meterlos al agua, es tener un lugar para compartir, a veces vienen dos o tres y se conocen, interactúan, charlamos. Hay gente que viene a charlar y no se baña. Generas vínculos, eso es lo lindo, aparte de que lo esencial es darles un lugar a ellos y generar una independencia. Porque tampoco están obligados a que se queden conmigo”.
En este marco, explica que “la idea es que ellos puedan bajar a la playa si quieren, si prefieren quedarse que tengan una carpa donde poder estar con su silla de ruedas, tranquilamente y si no, si quieren bajar a la orilla que bajen. Es lo que busca el proyecto”.
Durante la entrevista, menciona a Clarita, Lucrecia, Toby, Guille, turistas y residentes -en el caso de Lucrecia- con los cuales se ha formado un vínculo, una confianza.
Indica que “Guille, un joven con síndrome de Down camina, pero no se animaba a meterse al agua ni se mojaba los pies. Y el año pasado nos metimos, ahora mete la cabeza, así que cuando se quiere bañar me viene a buscar, aunque pueda caminar, yo lo acompaño, vamos juntos”.
Para todos
Describe cómo vive esta experiencia. “Ver la alegría de la gente para mí es lo más gratificante. La alegría de ellos, la felicidad que tienen en el momento de estar en el agua. Más allá de un nene que no se puede comunicar bien, pero te das cuenta por las expresiones”, valora.
Cecilia hace referencia a “las historias de la gente que por ahí pensabas que no se iba a meter nunca más al mar o que hacía 30 años que no venía a Claromecó, porque pensaba que no iba a poder bajar”.
Recuerda que “el primer baño que hicimos en la bajada de la 30 fue una mujer que se encontraba en la Costanera. Yo estaba bajando, y la veo, y le digo ¿viniste? Pensando que se había enterado que estaba la rampa y la silla y me dice, ‘no ¿qué rampa? ¡Y bajó! Esa mujer hacía 30 años que no tocaba el mar y no pensaba ni bajar. Me dijo, yo vine pensando en sentarme en la Costanera y mirar el mar y me encontré con todo esto. Estas cosas son gratificantes”.
Comparte una reflexión. “Estas personas no van a donde quieren, van al lugar que pueden ¿para que va a venir a Claromecó si no puede bajar a la playa? Bajan donde tienen las comodidades”.
Manifiesta el deseo de que “ojalá todos los paradores sean accesibles. Lo que me parece es que habría que brindar un lugar público cubriendo las necesidades de la gente con problemas de movilidad, que puedan bajar a la playa como cualquier persona, que tengan su baño adaptado, su rampa, su ducha”.
Su trabajo lo realiza en el parador Kuyem, en Dunamar, y es auspiciado por comercios locales como Oasis, A la Plancha carro gastronómico, Dunamar S. A., El Búho Resto, Mulder’s, Posada Lunamar, y Pancho Sanza. Está en el horario de 11 a 13 y de 16 a 18.
Agrega que “Claromecó está en una aplicación que se llama Accesapp. La página es accesapp.org que es de turismo accesible, el año pasado nos incorporamos. Allí figura Claromecó como un destino accesible.
En las carpas, hay un máximo de 4 personas y se higieniza todo, sillas, mesas o lo que se utilice y en el momento de usar la silla también.
“El objetivo es que sea un destino totalmente accesible, que todo el mundo pueda venir a conocer este paraíso”, concluye.