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Tres Arroyos, JUEVES 28.03.2024
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«Cuentos infantiles de siempre más actuales que nunca»

Por Denise Poulsen


Caperucita de ojos grandes, se pregunta dónde estará el lobo está tarde mientras atraviesa elbosque. El lobo feroz que abusa y devora, el femicida de esta historia podría ser él o quizá el leñador que haciéndose pasar por quien la salva, la engaña y con su arma apunta. Y la abuela encerrada en su casa, en el armario sin saber qué hacer porque la justicia no llega, bloquea y deja en la oscuridad a tantas. Sabe que su nieta será devorada pero no hay quien la escuche mientras la voz repite, «¡para devorarte mejor!» Cómo hubieran cambiado el transcurso de los hechos si Caperucita hubiera abierto más los ojos, si la abuela hubiera escapado del armario o mamá hubiera podido entender que una niña como Caperucita no sólo debía aprender a llevar una canastita entre sus manos. 
Cenicienta, nunca tuvo un sueldo ni una jubilación, ningún reconocimiento cuando llena de cenizas limpiaba los rincones de la casa de su familia. Al cobertizo la enviaban a dormir y allí lloraba, hablaba con animales cuál esquizoide, imaginaba que un hada madrina la salvaría, que una calabaza se convertiría en un lujoso vehículo y el ratón se volvería su chófer. El vestido, era lo que haría ver más guapa e importante, despertando la envidia (ira) de sus hermanastras.
La idea del vestuario cubriendo la desnudez o el cuerpo femenino puede ser reconocida históricamente. Al ser hermanastras y no hermanas de sangre ganaba poder el príncipe que decidía que sólo una, sólo una sería la que encajaba en un zapato de cristal. Competencia, egos encontrados y envidias podían darle fuerza al reinado masculino. Ojo, el cristal de ese zapato codiciado al romperse lastimaba, por ende, ese paso debía ser delicado. La suavidad y la fragilidad eran atributos de una princesa que no podría revelarse nunca. 
Blancanieves, blanca y pura como la nieve ¿fue víctima de otra mujer? Claramente, su madrastra envidiosa por su divino tesoro: la juventud. El padre nunca pareció ser más que un rey ocupado y el crimen por encargo estaba esta vez, a cargo de un sirviente que se apiada de ella dejándola en el bosque. Los siete enanitos, no enanitas sino podríamos haber encontrado la primer sororidad de la literatura clásica infantil. Y luego, la manzana envenenada, el engaño, la bruja y el príncipe que la despierta con su beso.
Los venenos: droga, juego, prostitución (besos) muchas veces parecen ser la única salida para las Blancanieves contemporáneas. 
Así podríamos continuar con la sirenita, quien se somete a sufrir una metamorfosis para ser lo que el otro desea, dejar de ser pez, dígase profesional, trabajadora, madre, para volverse otro ser de una especie diferente y amada por su semejanza mas no su diferencia… 
Las metamorfosis siempre fueron quienes convirtieron a la mujer para beneficio del mercado, la industria de la belleza y la moda. En la violencia de género la ficción se volvió sólo un espejo, un argumento que ella supera y se vuelve, finalmente una historia de terror. Los femicidas de los cuentos aparecían simbolizados en: lobos con piel de cordero y mujeres que se comportaban como hombres; porque era demasiado fuerte, crudo, doloroso, peligroso, contarle a los niños que los hombres mataban mujeres. ¿Es peligroso hablar de femicidio? ¿Denunciar? ¿Habrá otros lobos y madrastras dentro de los juzgados y comisarías? Hazme un favor querida Caperucita, Cenicienta, bella durmiente, Blancanieves no les creas, no te vuelvas una princesa o una niña obediente. Sé tú salvadora . Un apretón, una bofetada, una persecución, cualquier tipo de impedimento físico o psicológico empiezan el día en que sigues creyendo en lo maravilloso a pesar de la cruda realidad. 
El femicida envuelve con palabras, puede ser un psicópata desconocido o un psicópata familiar. Niñas, mujeres, colectivo trans sufren día a día las pérdidas. Mujeres, dejemos de creer en cuentos infantiles y escribamos poesía de independencia y liberación. 
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