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Voluntarios

Instructores y alumnos de la Escuela de Cadetes, aspirantes y miembros del cuerpo activo de los Bomberos Voluntarios de Tres Arroyos describen el trabajo que realizan y las motivaciones de su elección de vida 

Por Valentina Pereyra 
Fotos Marianela Hut

La sirena del Cuartel de Bomberos Voluntarios los llama a cumplir con el servicio que eligieron por vocación. 

Cadetes, aspirantes e instructores, miembros del cuerpo activo de los Bomberos Voluntarios de Tres Arroyos, coinciden en afirmar que los une la voluntad de hacer el bien, la decisión de estar al servicio de quien los requiera y el amor por lo que representa la entidad. 
“Se me pone la piel de gallina cuando escucho la sirena o cuando nos subimos a limpiar un autobomba. Muchas veces nos sentamos y hablamos entre los cadetes: ¡Mirá cuando salgamos!”. 
La ilusión de aquellos que están cerca de ingresar, los que hacen la reválida, la de los cadetes, circula por el aula del primer piso del Cuartel de Bomberos Voluntarios. El conocimiento nace en ese lugar, se multiplica, germina y prende en tierra fértil. 
 Sobran los ejemplos que dan cuenta de las ganas que tienen los cadetes y aspirantes de subirse al camión autobomba y empezar a servir. Basta señalar que cada vez que suena la sirena se agolpan contra el portón de calle Sargento Cabral, aún a sabiendas de que no están autorizados para participar de los siniestros. 

Mauricio Barragán

De esto habla Máximo Barragán, de 17 años. “Me agarra una adrenalina tremenda cuando escucho la sirena. Estoy preparándome desde 2017. Muchas veces vengo, aunque no pueda salir, ayudo aunque sea para darle agua a los compañeros o llenar el camión, siempre hay algo para hacer”. El joven de 17 años, rindió examen de ingreso y en pocos días podrá cumplir con el deseo que nace en su infancia. “Me falta un mes, me gusta, la vocación la tengo de chico, estuve insistente con entrar a la Escuela de Cadetes, siempre estuve pendiente de la sirena”. Máximo aprobó el examen sobre revisión de unidades, cantidad de agua, unidad forestal o rescate urbano, equipos, entre otros temas. “Hay que estar seguro ciento por ciento de lo que se va a hacer y si eso no pasa, es preferible no intervenir”. 

Los instructores, bomberos del cuerpo activo, coinciden en valorar la capacitación constante y la buena preparación para enfrentar problemas que ofrece la modernidad. “Siempre se aprende algo nuevo”. 

Leonardo Blanco Perotti

Son conscientes de la responsabilidad que tienen frente a la comunidad, si bien, no lo asumen para nada como una mochila, es sin dudas, un aditivo más para desempeñarse con honorabilidad en cualquier circunstancia. “La sociedad nos mira desde la integración que se da en esta actividad: capacitación, preparación y eso que empieza en la casa, ser buena persona, por eso se hace hincapié en estos valores, estar predispuesto a ayudar a los demás, es importante que los cadetes lo sepan y entiendan que se puede hacer mucho y eso es muy bueno”, señala Mauricio Barragán, ayudante principal, 21 años de servicio, instructor en la Escuela de Cadetes, 

Los alumnos están en sus bancos, prestos a recibir la información que llega a las aulas desde la Federación de Bomberos. Manuales y temario que los instructores ajustan a la realidad local y preparan con profesionalismo. 

Diego Vester

Para ingresar a la Escuela de Cadetes, los aspirantes deben tener entre 12 y 18 años, domicilio en Tres Arroyos y la firma de los padres o familiares a cargo que los autorice. De esto habla Diego Fioriti, subayudante, 10 años de servicio, instructor: “Los cadetes que egresaron de la Escuela y aspiran a ingresar al cuerpo activo, si tienen 17 años pueden rendir la prueba correspondiente y desde los 18 se autoriza el ingreso. Para ser parte del servicio activo hay que pasar por la Escuela de Cadetes, luego estudiar como aspirantes. Hay niveles: de 12 a 14 años, de 14 a 16 años y de 16 a 18 años, por eso, cuando rinden, se toma el examen de los tres niveles”.

Luciano De Cicco

Agustín Soler ingresó a la Escuela durante la pandemia y retomó las clases este año con entusiasmo, admitiendo que “todo me gusta del cuartel, todo lo de bomberos es muy bueno”. 

Matías Goizueta forma parte del grupo también desde la pandemia y fue de los alumnos que retomaron este año, “lo primero que hago cuando alguien me necesita es asistirlo, si tengo que hacer reanimación lo hago, o cualquier cuestión física que requiera de mi ayuda”. 
Francisco Conde es novato, “arranqué este año, me gusta ser cadete y bombero. De chiquito quería ser como mi papá”. 

Los cadetes Francisco Conde, Matías Goizueta y Thiago Aranda

Federico Márquez se identifica con su compañero porque también quiere ser como el papá que es bombero, “me gusta desde siempre, cuando salía el autobomba o tocaba la sirena, el compromiso que tienen, todo me gusta desde que soy chico”. 
Santiago Vicente empezó en la Escuela este año, “me gustaría aportar al servicio para lo que la gente necesite. Juego al fútbol, pero siempre me hago un lugar para venir. Desde chiquito me gustan los camiones y ser bombero como mi papá”. 
 Diego Márquez, ayudante de primera, 22 años de actividad, instructor del curso de ingreso, vive su vocación como una pasión, un bien de familia, “mi papá está en la reserva, también forma parte del cuerpo mi sobrino y ahora mi hijo”. Del trabajo dice que “estamos activos y en el momento que suena la sirena, se acerca el que puede venir, la lógica es que todos queremos llegar lo antes posible, cada vez que suena la sirena”. Asimismo explica cómo se puede compatibilizar el servicio con los trabajos particulares, “Si hay que prestar colaboración afuera, cuando se trata de un incendio en la zona, por ejemplo, se busca la vuelta para poder ir. En el momento no se dimensionan las características del incendio, o qué lugar es, o dónde nos metimos, o qué encontraste. Pasan muchas situaciones, como tener que asistir a un familiar. Cuando llegas a un lugar, según de qué se trate, actuamos, porque la preparación que tenemos siempre es para enfrentar lo peor, estamos capacitados desde el primero al último”. 

Donato Quinteros

Los alumnos que concurren a la Escuela de Cadetes son siete y los aspirantes, nueve. Entre los que completan el staff está Thiago Aranda desde hace cuatro años, “me gustan mucho los camiones, cuando era chico los seguíamos con mis padres”. El cadete sabe que para conducir una autobomba se debe realizar un curso complementario y una capacitación específica para ese rol. 

Cruz Gutiérrez comenzó en el 2019, “desde chiquito empecé a sentir que esto era mi vocación, es algo voluntario que sale de vos, el ayudar a las personas y estar sirviendo al que lo necesite”. 
Leonardo Blanco Perotti empezó a los 11 años y dejó por cuestiones personales a los 18. Tiene 20 años y volvió con renovado entusiasmo; “lo que hago es porque me sale, suena la sirena y se me eriza la piel, llevo ser bombero en el corazón. Venimos a clase los viernes y del cuartel me gusta todo, hasta el más mínimo rescate y me siento bien haciendo algo por la gente. Es parte de lo que uno elige, sea la hora que sea o el momento o clima que sea, uno va a prestar servicio cuando pueda”. 
Jeremías Nicolás Jensen empezó en 2019, “me encanta estar acá, es algo que me sale, quise entrar para ayudar a las personas si me necesitan, es algo increíble. Hay que estar preparado para prevenir y saber cómo enfrentar los siniestros”. 

Diego Fioriti

Thiago Morán dice que le gusta lo que hace y está en la Escuela desde 2017. “Para salir a los incendios tengo que tener 18 años por eso todavía no pude, pero me preparo para el momento”. 

Donato Quinteros hace tres años que está en el cuartel, “tengo mameluco de bombero porque rendí el examen de ingreso y espero cumplir los años para ser parte de los que están activos. Trabajamos en el examen final que fue escrito y rendimos lo aprendido en los tres niveles”. 
 Entre los aspirantes a ingresar también está Sergio Mujica que estuvo tres años en actividad. Problemas familiares lo alejaron de su vocación, pero quiso regresar. “Ahora estoy haciendo el curso para reingresar porque pasaron los dos años que necesitaba para incorporarme. Mi vocación está intacta, más que nunca”. 

Cruz Gutiérrez

Un bombero pringlense es parte de los aspirantes que se incorporaron para revalidar sus conocimientos en nuestra ciudad. José Fernández llegó por cuestiones laborales a Tres Arroyos, “tengo que rendir, actualizar y revalidar todo porque estuve un tiempo sin ejercer. Este es un cuartel más grande y la capacitación respeta la del orden federativo, así que en eso no sentí la diferencia. Hace poco que estoy y me adapté bien”. 

En el Día del Bombero Voluntario, Mauricio Barragán reflexiona que “la creación de un cuerpo surge por una necesidad. Es una mezcla entre el voluntariado y riesgo. Esa combinación provoca empatía en la comunidad”. Respecto a la actualidad dice que “Tres Arroyos está bien equipado, siempre se necesita más y los riesgos son grandes como en los cruces con las rutas o el crecimiento del Parque Industrial. Por eso nos estamos preparando para nuevas situaciones. La capacitación, el saber qué hacer, prevalece sobre los temores, por eso, es tan importante conocer. Los incendios o los accidentes son todos distintos, ninguno es igual al otro, por eso es que aprendemos a enfrentar todas las problemáticas”. 

Los ingresantes expresan mucho entusiasmo

Luciano De Cicco, subdirector de la Escuela de Cadetes, ayudante de primera, 11 años de servicio e instructor, habla sobre la dinámica del trabajo, “los aspirantes son mayores de edad y en la escuela de formación, son menores”. En cuanto al mensaje que transmiten en sus clases dice “tratamos de predicar que no solo se enseña qué es ser bombero, sino que hay que ser un ejemplo de persona y que el servicio les salga nato. Bomberos son con y sin uniforme. Si bien es cierto que no somos robots, siempre existe el miedo a algo, así que desde ese conocimiento, con certezas por lo aprendido, se enfrentan las situaciones. A los cadetes y aspirantes se les dan herramientas para que puedan actuar ante el siniestro, pero la capacitación es permanente”. 

Los recién ingresados a la fuerza tendrán su prueba de fuego y en ese momento no estarán necesariamente presentes sus instructores, “dependen de nosotros en la formación, luego van a responder al orden jerárquico de los bomberos en servicios. Son responsabilidad del jefe del cuerpo una vez que cumplen los 18 años. Además de incendios fáciles o difíciles, hay más o menos experiencias”.

Federico y Diego Márquez

 Diego Vester, director de la Escuela de Cadetes, oficial auxiliar, 31 años de servicio, se define como uno de los mayores en el cuerpo, “ayudo a los instructores por ser el más grande, nos va muy bien en la Escuela. No pudimos abrir la inscripción hasta completar los cursos que quedaron por la pandemia” De ser bombero dice “te llaman por sirena o handy y no sabes a dónde vas, puede ser un amigo, un familiar y nunca sabés lo que depara el llamado. Muchas veces estamos horas tratando de rescatar, por ejemplo, a alguien en un accidente”. 

El coordinador regional de la Escuela de Cadetes es Franco Menchaca, ayudante de primera, 10 años de servicio. No estuvo presente por cuestiones laborales al momento de brindar testimonio, pero todos reconocen su autoridad y vocación. 

Cristian y Santiago Vicente

Cristian Vicente, bombero, 8 años de servicio, instruye a los cadetes, entre los que se encuentra su hijo Santiago. Enseña los conocimientos que brindan los manuales que proporciona la Federación, trabaja y desarrolla las asignaturas profundizando los conocimientos. “Empezamos con el reglamento de cadetes y luego un pantallazo de lo que van a ver en los seis años. Ahora trabajan en el marco histórico de Bomberos desde el primer cuerpo a nivel nacional y a nivel local. La escuela de cadetes se llama Otto Haedo y eso es toda una responsabilidad. Los cadetes aprenden sobre RCP y primeros auxilios, ellos pueden intervenir, si fuera necesario, en algún acontecimiento que requiera de estos conocimientos. En base a lo que encontramos en los servicios, charlamos, revisamos nuestras acciones y buscamos la solución necesaria para enfrentarlos según sus características”. Entre las anécdotas Cristian expresa que “hemos intervenido en un siniestro y después nos dimos cuenta del peligro al que nos expusimos. Es un orgullo estar en Bomberos”. 

Los cadetes y aspirantes abrazan una profesión de la que dicen “nos gusta que la gente sepa lo que hacemos y nos reconozca. Los bomberos hacen las cosas por voluntad y además, se deja a la familia para poder cumplir con la función y eso se valora, no hay cumpleaños, ni encuentros familiares que no se interrumpan si suena la sirena”.
Nuevas y antiguas generaciones de bomberos listos para acudir en ayuda de quien lo necesite.    
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