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Abel Orlando Peralta nació en
Azul y actualmente reside
en esa localidad. Sinónimo
de buen fútbol, fue un histórico defensor
que jugó en Huracán de Tres
Arroyos cuando era dirigido técnicamente
por el gran Hugo Zerr. Llegó
a nuestra ciudad allá por 1989 para
reforzar a El Nacional – conducido
en ese entonces por Bruno Zinni - y
quien lo trajo fue el presidente de
esa entidad, el recordado “potro”
Abad para jugar el torneo local.
De ese campeonato, quien salió
campeón fue el globo y el propio
Hugo Zerr lo eligió para que sea
refuerzo -en enero de 1990- del
torneo regional. “Fue el equipo
en el que mejor estuve físicamente.
Casi profesional, recuerdo
que estaba toda la semana acá.
Teníamos de profe a Jorge Socin
que era un crack y hacía que uno
se sienta cómodo y a gusto. En un
club como Huracán, teníamos lo
que queríamos gracias a un señor
llamado Roberto Lorenzo Bottino,
un idóneo en la materia sin dudas”,
confió a La Voz del Pueblo en
la previa de lo que fue el empate
el último miércoles por la segunda
final de Primera División entre dos
de los equipos de sus amores.
Pasaron 33 años, nada poco.
Pero los recuerdos quedan y permanecen
siempre en la memoria
de las personas. “Uno siempre deja
huellas en los lugares en los que
está, es así. Tengo muchos amigos
acá y no solo hinchas de Huracán y
El Nacional, sino también de otros
clubes. Lo lindo del fútbol son las
amistades que te da, eso es lo rico.
Estoy jugando actualmente para el
equipo de veteranos una competencia
nacional que se hace todos
los años y hemos viajado a todas
las provincias. Esta vez tocó ir a la
ciudad de Paraná, llegando incluso
a instancias decisivas pero no hemos
logrado todavía el objetivo, aunque
reconozco que lo que realmente
vale es seguir jugando con la edad
que tenemos (risas)”, se sinceró.
Apasionado por el fútbol desde
chico, se considera un observador
nato del deporte. El fútbol es parte
de su vida y así lo dejó en claro.
“Suelo ir a Olavarría a observar jugadores,
trato de estar activo. Cuando
fueron los chicos de Tres Arroyos
a jugar con el Sub 13 a Azul, felicité
a los técnicos que conocí gracias al
´pato´ Miguel Alarcón. La verdad
que me quedé admirado por el
respeto, la representación y el
juego que tuvieron los chicos. Los
saludé porque ganaron merecidamente
la etapa de la provincia de
Buenos Aires y ahora van por más
a Mendoza creo. Tienen un gran
futuro”, sostuvo Peralta con una
gran sonrisa sobre su rostro.

Año 1989. En el club El Nacional (arriba, segundo desde la izquierda)
Cuando arribó a Tres Arroyos
para vestir los colores de El Nacional,
lo que lo conmovió fue solo
una cosa, se trataba de algo que
nunca había visto ni en Azul ni en
Olavarría. “Era la famosa hinchada
de la trompeta, eso me impresionó
de gran manera y me daba mucho
entusiasmo e inyección anímica
para salir a jugar. Adentro eso
el jugador lo siente, no hay con
qué darle. De Huracán debo decir
que es un club enorme, recuerdo
cuando un día entré a la utilería a
buscar la ropa para empezar a entrenar.
Había botines sacachispas
(risas). Roberto Lorenzo Bottino
tenía una habitación llena de botines,
camisetas con botones y vaya
a saber cuántas cosas más. Te hablo
del año 1990, eran cosas que yo
usaba de pibe cuando tenía diez
años. Imposible olvidar cuando
´coqui´ Moran nos pagaba premios
y sueldos, se trabajó profesionalmente
siempre, jamás olvidaré mi
paso por allí”, añadió con énfasis.
El “potro” Abad lo trajo a la
ciudad en compañía de Horacio
Delbonis, uno de los mejores arqueros
en Azul y padre de Federico,
reconocido tenista argentino.
Así es que aseguró que “siempre
estamos en contacto, son muy
buena gente y una familia de
diez. Jugué también en Huracán
Ciclista y en 1995 se festejaron los
100 años de Quequén de Oriente
en la liga de Coronel Dorrego, salimos
campeones. Pasé por Ferro de
Olavarría, Estudiantes y Racing de
esa ciudad. Siempre me buscaban
para reforzar los planteles. Se ve
que algo bien hacía dentro de la
cancha (risas)”.

En 1990 vistió los colores de Huracán junto a otras grandes figuras (arriba, primero desde la derecha)
“El Passarella de Azul” Muchos de mis amigos y allegados
lo reconocen como “el Passarella de Azul”. Al respecto, Peralta
explicó que “uno nació con un don
porque donde iba, pateaba tiros
libres y penales. Traía desde chico
una pegada natural que es un don
que te da Dios. Lo pude ir mejorando
en los entrenamientos, con
trabajo y cuidándome. Algunos me
bautizaron acá así, qué le vamos a
hacer. Jugué de 2 y de 6, no tenía
problema. Siempre me gustó jugar
de volante, pero a donde iba me
mandaban a la línea defensiva”.
Una de las claves para el protagonista
de esta historia es que, “lo
más lindo que tiene el fútbol es el
contacto que hoy puedo tener con
contrarios, compañeros e hinchas
de cualquier club que te reconocen.
Eso es impagable y no se compara
con nada, habla de que uno hizo las
cosas bien donde le tocó estar y me
pone muy contento porque es un
orgullo de verdad”. Seguramente,
mientras observaba la final en cancha
del globo, no habrán faltado
esos abrazos con Sergio Arámbulo,
un tal Franklin Martínez y tantos
más que lo ayudaron en su paso
por acá, como no podía ser de otra
manera.
Al ser consultado sobre el técnico
que más lo marcó en su trayectoria
como futbolista, no dudó un
instante. “Hugo Zerr fue el entrenador
más profesional que tuve.
Mi primer técnico que me puso
en primera cuando solo tenía 15
años, fue Alfredo Casela que vive
en Necochea. Me dejó muchas
cosas. Cuando Claudio Pandolfo
se vino para Tres Arroyos, debuté
jugando junto a mi papá dos años
en primera, eso lo recordaré por
siempre. Era un chico y jugaba con
hombres, fue en Chacarita de Azul.
Salí campeón con otro tresarroyense,
Pedro Barrera -ex Quilmes-. En
1974 debuté en primera y en 1978
Chacarita dio la vuelta por primera
vez en su historia. Inolvidable”,
subrayó.

En Chacarita de Azul (1974) donde jugó con su padre y fue campeón
Otra de las cosas y -la mejor- que
le tocó pasar como futbolista fue
el hecho de compartir equipo con
sus hijos en el 2000. En base a ello,
dijo que “poder jugar con mis dos
hijos mayores en la primera de
Boca Juniors de Azul (emoción) fue
lo máximo. Estuve un año parado y
tuve la suerte de volver, adelgazar
y poder disfrutar junto a mis hijos.
Ahí nomás perdimos el campeonato
por un punto, aunque eso es
lo de menos. Jugar con papá y mis
hijos fue lo más lindo que me pasó
en la vida. Es algo impagable que
jamás olvidaré”.
Sus otras pasiones
Como si todo esto fuera poco,
también se desempeñó como bombero
voluntario. “Fui bombero oficial
de policía, tener esa función es
una vocación que siempre la sentí
porque estas al servicio de la comunidad
y de la gente. Estuve 31 años,
hasta que me jubilé en el 2010. Mi
familia está compuesta por mis 4
hijos, tres varones y una mujer.
Tengo ocho nietos, soy feliz. Siempre
tuve de hinchas número uno a
mis hijos, hoy disfruto de ellos y del
más chico –Jonathan- que es padre
de dos de mis nietos. Acaban de
salir campeones en la liga de Azul
con Sportivo Piazza, orgulloso de
él que sigue mis pasos. Tiene 26
años y juega de central como yo lo
hacía”, reflexionó Peralta.

En Boca Juniors de Azul (2000) compartió equipo con sus hijos Juan y Cristian. Jonathan, era la mascota
En relación a la época en la cual
jugaba él, hizo referencia a que
“noto que ha bajado el rendimiento
en los jugadores. Hoy el fútbol
es muy dinámico, se perdió ese
jugador como Franklin Martínez
que era un distinto dentro de la
cancha. Ya no se ven esos players
diferentes al resto. Arrancó el
mundial y varios equipos pintan
para ser la sorpresa. Viendo a los
chicos del Sub 13 de Tres Arroyos y
de Azul, noté una gran diferencia
en el trabajo de ambos y en la formación
del jugador. Tres Arroyos
está dos pasos por encima a lo que
es el fútbol de Azul y eso se nota en
la cancha cuando analizas el despliegue
de ambos. Por eso felicité
a los técnicos Juan Martín Ciccioli
y Fernando Saldías por el excelente
comportamiento de los jóvenes”.
A futuro
Ya sobre el cierre, adelantó que
esperará la oportunidad de poder
-por qué no- dirigir a futuro algún
equipo. “Me gustaría porque
tengo hecho el curso de técnico
nacional, lo realicé en 1995/1996.
Estoy participando de una pasantía
en un curso de técnico en Azul,
he tenido contacto con el azuleño
Matías Almeyda y conozco a su
papá, es una gran familia también.
Es un chico con una capacidad
enorme que nunca perdió la humildad.
Eso es la clave de todo”,
sostuvo.

Por último, saludó y agradeció
la compañía que tuvo -durante
el desarrollo de esta nota en instalaciones
de La Voz del Pueblo
– al “pato” Miguel Alarcón, a otro
amigo que le dio la vida y el fútbol
como “pocho” Martínez –hincha de
Racing y colaborador incansable
de los equipos de Azul- y a su hijo
Jonathan, de gran presente en Sportivo
Piazza, quien sigue los pasos de
su padre.