06|01|23 10:13 hs.
Señora directora:
Era tal como lo expresan ustedes mismos acabadamente y como colegas en su edición impresa, al informarnos de la muerte de Amilcar Dinsen “llevaba como una cualidad innata a la observación y a la escucha”. Comparto sin duda el concepto y si me permite agregaría ponderar su cualidad también innata sin duda, de respetar a su interlocutor y a la palabra dada. Tuve prueba de ello en más de una oportunidad.
Por mi parte realizaba tarea docente y/o técnica según el caso en más de una institución pública de nuestra localidad. Ellas son siempre motivo de interés público y por ende del periodismo y sus profesionales, así fue como conocí a Dinsen. Andaba siempre a paso lento, parecía deambular y era todo lo contrario, su objetivo preciso era estar al tanto, saber algo del acontecer diario. Conversador amable, presumía hablar de bueyes perdidos pero su capacidad de observación y escucha, que ustedes bien ponderan, finalmente hacía que sus preguntas fueran incontestables con un engaño. Mentirle era declararse tonto, ninguno queremos eso. La única salida válida entonces era decirle sin entrar en más detalle, algo así como: “Mire Dinsen, el asunto pasa por acá, pero como usted se dará cuenta sería muy perjudicial comentar algo en este momento Podría enturbiar todo el trámite”.
“Está bien”, contestaba si estaba de acuerdo al tiempo que asentía con su cabeza, daba vuelta y se iba. Eso era suficiente. Un trato de palabra, ni más ni menos. Un trato a respetar, siempre lo hizo.
Leal en el trato con quien así lo tratara, no presionaba por saber demasiado, menos que menos comprometer a su interlocutor. Perseguía saber la verdad, sabía cómo obtenerla, solo se trataba de tener paciencia en el armado del rompecabezas con cada pequeño dato logrado. Disfruté mucho aquellas conversaciones, como juego de gato y ratón, siempre en serio, también siempre con la buena onda de la transparencia como objetivo de esa conversación y de nuestro trabajo, el suyo y el mío. Aprendí mucho de ellas Guardo un recuerdo de gran aprecio por Dinsen y su inestimable muy valiosa tarea, hoy tan vapuleada a lo largo y ancho del mundo lamentablemente, no solo de nuestro querido país.
Mi recuerdo personal de como supo ejercerla y mi aprecio por la tarea periodística hoy, se continua en el gusto y el aprecio con que sigo el leer impreso, lo cual confieso prefiero pero sin duda también escuchar, notas precisas, sin golpes bajos de tantos colegas periodistas de Amilcar Dinsen que como él entonces, en diarios, radios y otros medios hoy disponibles de Tres Arroyos, el resto del país y del mundo, se honran a sí mismos al honrar la profesión elegida y al hacerlo honran a sus propios conciudadanos al ponerlos al tanto con la verdad, solo y nada más que con la verdad, de lo que está ocurriendo dentro de las instituciones públicas, instituciones que nos pertenecen a nosotros los ciudadanos de a pie y a nadie más. Merecemos conocer la verdad, es nuestro derecho como es nuestra obligación saber cómo honrarlos y defenderlos de agravios. No siempre lo hacemos.
Arquitecta Ivonne M Aizpurua