12|03|23 14:23 hs.
Por Emanuel Fredes
Hay gente que tiene particularidades y que puede distinguirse por hechos, circunstancias. Se trata de gente que experimentó algo es muy difícil que el resto pueda igualar, casi como ir a la Luna. En Tres Arroyos una persona que puede completar orgullosamente ese casillero es Facundo Martínez, quien durante el último año vivió en la Antártida, trabajando como meteorólogo.
“Fue un cambio de vida, un año con muchas cosas locas” me contó Facundo ni bien comenzamos a hablar.
Es que su peculiar 2022 comenzó siendo justamente, peculiar, desde el vamos. “Arranqué haciendo una cuarentena de un mes; me fui el 4 de enero de Tres Arroyos, llegué el 5 al predio de Ezeiza y ahí estuve aislado por casi un mes”. Este “encierro” se debe al estricto protocolo que deben seguir aquellos que viajen hasta la Antártida.
“Se hacían varios hisopados y esperaban que todos estemos en condiciones óptimas” me confesó.
Tras una larga espera, Facundo partió. “El 26 de enero llegamos a la Antártida” me dijo. El viaje no fue nada sencillo. “Se realizan dos vuelos, el primero de Buenos Aires a Río Gallegos y el segundo desde ahí hasta la Base Frei, que está sobre la isla 25 de Mayo en Chile. Luego partimos en un buque argentino hasta Carlini, donde no hay aeropuerto”.
En esa zona funcionan muchas bases temporarias y algunas permanentes, entre ellas Carlini, la que resultó el hogar de Facundo por 12 largos meses. “En las bases permanentes se está un año, en la temporarias van muchos científicos de diferentes fuerzas... del Instituto Antártico Argentino, de la Dirección Nacional del Antártico… y están ahí 3 o 4 meses. Yo particularmente, como era uno de los meteorólogos de la base, iba un por un año”.
La charla se torna de ida y vuelta. La experiencia resulta más que interesante y las preguntas se transcurren una tras otra.
- ¿Cómo fue estar allá?
- Primero tuve que hacer otra cuarentena de una semana, pero estaba tranquilo porque ya estaba allá. Recién comencé a trabajar el 2 de febrero, ahí comenzó toda la etapa que al principio me sorprendió porque uno cuando piensa en la Antártida piensa que es todo blanco, lleno de nieve por todos lados y cuando yo llegué no era así. La isla 25 de Mayo particularmente, lo que es la península antártica, era todo tierra. Sobre los glaciares y sobre la montaña había nieve, pero sobre el terreno era tierra. Eso fue muy chocante.
Facundo me ejemplificó claramente cómo se vive el día a día. “El invierno de acá es como el verano de allá y el invierno, ni te cuento” soltó, entre risas. “En las noches polares tenes pocas horas de luz y vivís casi todo el día de noche (similar lo que ocurre en Ushuaia) y en verano al revés, está todo el tiempo de día y hay muy poca noche”.
- ¿Cómo lograste acostumbrarte a estos cambios?
- Pensaba que el invierno iba a ser complicado y no lo fue tanto, no lo pase tan mal, particularmente porque los que vamos por el Servicio Meteorológico Nacional trabajamos 12 horas diarias, todos los días… capaz tenía un franco cada dos semanas y muchas veces los terminas usando para dormir. A esto se suma que los turnos son rotativos, lo que no hace tan complicado el traspaso a la noche polar ya que siempre estás trabajando.
Facundo hace una pausa y destaca el cambio que más le llamó la atención, entre tantos que tuvo. “Hubo muchos cambios, pero el que más noté fue el del aire cuando uno respira. Es otro ambiente el que se vive allá, hay mucha cooperación entre países también… me imaginaba que era todo muy alejado pero en invierno cuando estamos todos, con la base cercana hay una cooperación, nos hablamos”.
- Lograste entablar relación con otras personas entonces…
- La base más cercana era una coreana y haces conexión, lo mismo con la base chilena, con la base uruguaya, con la rusa y con la brasilera. Las charlas terminan siendo sobre cómo llegaste allá, sobre cuándo fue tu primera campaña antártica, sobre cómo fue conocer la Antártida... las personas que van allá es porque tarde o temprano les interesa saber de la Antártida y quieren indagar y estar allá. Había muchos científicos, muchos integrantes de las fuerzas y estábamos nosotros del Servicio Meteorológico.
Preparación
Ir a la Antártida requiere una preparación más que exhaustiva. “Durante el 2021 tuve que hacer todas las preparaciones tanto físicas como psicológicas… tuve que operarme del apéndice porque si estás por mucho tiempo no podes ir con el apéndice, te lo tienen que sacar. Después me realicé muchos estudios en Buenos Aires, tanto psicológicos como psiquiátricos y tuve mucha capacitación de mi trabajo en foros vía online o de manera presencial”.
Si bien Facundo es meteorólogo, la tarea que desempeñó en el continente blanco fue algo distinta.
- ¿Cuál fue tu labor allá?
- Para empezar, una de las cosas que no hago acá y sí allá es, en conjunto con el Servicio de Hidrografía Naval, realizar observaciones glaciológicas. Se trata de detectar si hubo un desprendimiento de un glaciar cercano en un radio de 3km porque la Base Carlini está sobre una Caleta Potter y al fondo hay glaciares y por lo general siempre se desprende hielo. Nosotros martes y jueves mandábamos mensajes glaciológicos de por ejemplo los témpanos o peligros que había sobre la costa para lo que era la navegación de buceo y demás.
Pero este no fue su único trabajo. “Siempre teníamos que estar alerta a los vuelos porque cerca de lo que es la Península Antártica hay tres bases: Carlini, Marambio y Esperanza. Por lo general hay vuelos LAN de Río Gallegos a Marambio y viceversa, de personal científico, carga y demás y ahí nosotros teníamos que dar nuestro apoyo meteorológico para ver si se hacía el vuelo o no”.
Allí el tresarroyense se sorprendió por la variación climática que sucede hora tras hora. "La meteorología cambia todo el tiempo, cada hora u hora y pico. Te doy un ejemplo, en mayo del 2022 había viento del oeste a unos 20 kilómetros y hacía 4 grados; pasó una hora y media y el viento se dio vuelta del este y pasó a 4 grados bajo cero... Así es la Antártida”.
Facundo entendió que allí cambió su “rutina convencional” de trabajo. “Allá suceden muchos fenómenos que acá seguramente no experimente como el tema de la nieve en cantidad… son metros y metros de nieve que literalmente tapaban las entradas a los refugios y tenías que palear para salir”.
- En tu tiempo allá, ¿salías mucho?
- Por lo general salíamos. En lo que era la base había varias balizas que delimitaban hasta dónde podías andar; si tenías que salir más allá, tenías que pedir un permiso, que por lo general lo tienen los científicos, para realizar tareas, ya sea para investigar pingüinos, aves de la zona, focas marinas, plantas o microplancton. Tuve la posibilidad de ir con varios científicos a distintos refugios y ver las madrigueras de pingüinos es muy lindo.
El regreso
Tras un año entre la nieve, Facundo tuvo que volver. “Llegué el 2 de febrero a Argentina” me contó.
En su arribo se llevó varias sorpresas. “La verdad que me sorprendió al principio como me costó… no me imaginé que iba a ser así. Las primeras dos semanas fueron complicadas; para empezar el cambio de aire, es mucho más pesado acá... el aire de la Antártida es mucho más seco pero también es mucho más puro porque no hay contaminación y eso, a la larga, te termina afectando hasta que finalmente te acostumbras”. Debido a esto, sus primeras dos semanas en su hogar fueron, según él, “de adaptación”. “También me costó mucho el cambio de temperatura; yo estuve en Río Gallegos y después en Buenos Aires con el pico más grande de calor, pasé de cero grados a 32 o 33 en un par de horas”.
- ¿Y cómo es tu vida hoy? ¿Extrañas?
- Terminas extrañando por la experiencia que sumás allá y la gente; extrañas a los compañeros con los que compartís muchos meses. Hice muchas amistades allá, hay muchos compañeros con los que me sigo hablando al día de hoy, te quedan ciertas sensaciones, momentos que uno pasa con esa gente donde no hay nada… en esas situaciones donde no tenes a nadie es cuando más los necesitas. Me han ayudado a sobrellevar todo un año.
- ¿Y en tus primeros días allá, extrañaste?
- Las primeras dos semanas fueron las que más extrañé pero al cabo de un tiempo se me hizo corta la estadía... te metes en el ritmo de trabajo y se te pasan los días volando.
Para sobrellevar su tiempo fuera, Facundo se mantuvo en contacto con su familia a través de videollamadas. “Había un sistema en el que tenías que pedir un turno a través de una red local de la base para solicitar videollamadas por WhatsApp. Con mis viejos hablaba para que ellos no sientan la lejanía, sé que para ellos no fue nada fácil”.
Proyectos
Facundo arribó hace poco más de un mes a su ciudad pero ya piensa en volverse a ir. Hoy está de vacaciones, “a todas las fuerzas nos dan cerca de 45 días de vacaciones y es realmente necesario” me dijo.
A fines de marzo deberá retomar su trabajo en la Estación Meteorológica local, pero su mente va más allá. “Mi objetivo es ir a una base todavía más al sur de la Antártida” me contó. “Hay varias bases permanentes pero la que yo tenía en mente es Base San Martín, que queda ya sobre la Antártida, más al sur, en donde las temperaturas extremas son un poquito más extremas”.
- ¿Qué te atrae? ¿Por qué querés ir ahí?
- Es otra experiencia. Por empezar, para ir a la base no vas en el Hércules, no vas en un avión de Fuerza Aérea: vas en el Irizar. Salís del puerto de Buenos Aires y son 10 o 15 días de navegación para llegar a la base... ya ahí tenés otra experiencia. Después también la dotación entrante y la saliente; en Carlini pasaba que hay tanto movimiento de científico, de gente que va, de gente que sale, que es como que no se va la dotación entera, hay mucha gente con la que yo estuve que sigue en la base porque se van en marzo algunos. En San Martín vive solo la gente invernante, la gente que se va es la misma que entra y viceversa, lo que significa un grupo de trabajo más consolidado… esto también ayuda en la convivencia y demás.
- ¿Qué implica tener el deseo de regresar? ¿Ayuda el haber estado ya en la Antártida?
- La experiencia obviamente ayuda muchísimo porque si quiero mandar de vuelta la convocatoria, el Servicio Meteorológico te toma más en cuenta porque hiciste campaña antártica: sabe que te va a ir bien en el año, que no va a haber problemas y sobre todo, también, evalúa si fuiste apto. Igual toda la capacitación extra la tenés que hacer por un año.
- ¿Cuándo tenés planeado arrancar con tu nuevo plan?
- Seguramente espere un tiempo porque no podía mandar la convocatoria de vuelta, tengo que esperar un año para recién ahí empezar a mandarla. Probablemente me tome un tiempo para seguir estudiando otra cosa que tengo planeada en el servicio que es geomagnetismo, que es una persona que se encarga de estudiar las capas terrestres de la atmósfera… es algo del servicio, tiene que ver con la meteorología pero es más científico, es otra rama.
- ¿Y cuánto tiempo de estudio lleva?
- Lleva un año prepararse, hacer trámites, preparar las provisiones... A las bases se mandan tachos plásticos de varios colores que identifican a qué base va y ahí pones tus provisiones por un año así que tenes que hacer los cálculos, pensar qué vas a consumir durante un año. Yo llevé 20 kilos de yerba y se me fueron... lo estiré lo más que pude y no me alcanzó, zafé porque había yerba en la base... en octubre ya se me acabó. Todo lo que te puedas imaginar lo tenes que llevar... filtros de café, caramelos, desodorante, cosas de higiene personal. La ropa, por suerte, te la proveen porque es adaptada para lo que es extremo frío. Yo tuve la ventaja de que me dieron de dos lados la ropa: de la Dirección Nacional del Antártico y del Servicio Meteorológico. Por suerte nunca pasé frío, más allá de que yo también llevé ropa.
- ¿Hay algo que hayas llevado y no hayas utilizado o comido?
- Sí, masitas secas porque había en cantidad allá. Gaseosas también, llevé Coca Cola y allá estaba lleno porque en nuestro año Coca Cola nos regaló toda una gama de productos. Sobró tanto que se la dimos a la dotación entrante.
- O sea que la experiencia te lleva a aprender muchas más cosas además de lo laboral…
- Aprendí mucho en la Antártida. Por más que hayamos contado con todas las instalaciones, vivís a otro ritmo. Allá particularmente las cosas más simples son las que más tenés en cuenta, allá influye más tener agua caliente para bañarse o para tomar algo calentito que tener batería para el celu, no te importa mucho... valoras otras cosas. Para mí significó un crecimiento personal.
Facundo demuestra su felicidad en cada palabra. Haber cumplido un anhelo que tenía desde hace muchos años le despierta agradecimientos a la gente que lo apoyó y lo acompañó. “Creo que no me alcanzan las palabras” me dijo, antes de intentar enumerar. “Quiero agradecerle a mis viejos y mi familia que siempre estuvo ahí, desde el primer día que me fui de Buenos Aires. A mis amigos, a mi familia cercana, a todos los que estuvieron apoyándome e hicieron que la distancia no sea tan larga, eso me ayudó mucho a sobrellevarla. Quiero agradecerle a todas las personas porque con su cariño en la lejanía, la pasaba de la mejor manera posible. No es fácil estar allá un año”.