La guerra entre Rusia y Ucrania transita su segundo año (La Razón Pública)

Opinión

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El crimen de la guerra

14|03|23 10:39 hs.

Por Luis Pablo Richelme (*)


Así, con esta frase contundente, titula Juan Bautista Alberdi el ensayo que escribió con motivo de la Guerra Franco-Prusiana de 1870. Allí expuso la tesis principal de su pensamiento antibelicista: toda guerra importa un crimen, “es la justicia de la barbarie ejercida de un modo criminal”. “Es el derecho al homicidio” dice, “del robo, del incendio, de la devastación en la más grande escala posible; porque esto es la guerra y si no es esto, no es guerra”. Anticipado a los tiempos, el autor de las Bases entiende que la guerra debe ser considerada un capítulo del derecho penal internacional y sólo tiene un fundamento legítimo cuando se ejerce en defensa de la propia existencia. Curiosamente, ésta es la razón que invocó Putin para iniciar las hostilidades y es la que blanden ambos, Rusia y Ucrania para persistir en el combate.

Lo cierto es que muchos por estos días critican no sin razón la poca o nula eficacia que tienen las instituciones del Derecho Internacional para frenar las agresiones. La evidencia está a la vista. El poder real es lo que prevalece. Recuerdo un viejo profesor, avezado diplomático, quien, rendido a esta evidencia, confesaba: “los tratados se marchitan con el paso del tiempo”. Es claro que la guerra implica el fracaso de la diplomacia. Hoy los partidarios de la escuela realista de las relaciones internacionales fundada por Hans Morgentheau pueden batir las palmas frente a los desencantados idealistas (los catorce puntos que esbozó Woodrow Wilson para poner fin a la Primera Guerra Mundial). Los primeros sostienen que los Estados actúan en defensa de sus propios intereses (las “razones de Estado”), azuzados por el miedo y la desconfianza no les interesa el altruismo ni la paz a la que consideran meramente una pausa entre guerras. 

En cuanto a Alberdi, sabía bien nuestro prócer de lo que hablaba después de haber visto a su propio país desangrarse en una guerra intestina que lo tuvo ausente más de cuatro décadas hasta morir ninguneado en un suburbio parisino el 19 de junio de 1884, a dos meses de la fundación de Tres Arroyos. Todo parece tener que ver con todo, diría Félix Luna.

Por si fuera poco, cuando arribó a Europa en 1855 para hacerse cargo de la misión diplomática de la Confederación Argentina en Madrid, Londres y París, se encontró con la Guerra de Crimea (1853-1856) que estaba en pleno auge. Allí, Turquía y Rusia fueron derrotadas por las potencias occidentales encabezadas entonces por Francia y Gran Bretaña. Esa conflagración junto a la mencionada guerra Franco-Prusiana fueron los antecedentes inmediatos de las dos guerras mundiales que en el siglo siguiente avergonzarían al género humano por su crueldad extrema y los millones de muertos que dejaron.

Es interesante recordar el pensamiento antibelicista de Juan Bautista Alberdi y sus fundamentos


La humanidad pareciera no haber aprendido asediados nuevamente como estamos ante los mismos fantasmas. Ya muchos hablan de una tercera conflagración mundial. El mismo Pontífice no se cansó de denunciar los peligros de esta escalada desde el inicio de su papado. Hasta lo dejó escrito en la encíclica Fratelli Tutti de 2020 sobre la Fraternidad y la Amistad Social: “estas situaciones de violencia van multiplicándose dolorosamente en muchas regiones del mundo, hasta asumir las formas de la que podría llamar una tercera guerra mundial en etapas.” 

La invasión de Rusia a Ucrania, guerra que ya va por su segundo año, es el capítulo sin duda más sangriento. Mantiene en vilo a la humanidad comprensiblemente por lo prolongado del conflicto y por sus catastróficas consecuencias. También porque involucra a la ex Unión Soviética, la potencia nuclear más poderosa (más aún que los Estados Unidos) y altera dramáticamente la economía mundial sobre todo en el campo de los alimentos y la energía. Pero no es el único conflicto como sabemos frente a la maraña de tensiones globales. 

Existe una disputa aun mayor que subsume a todas y tiene el riesgo potencial aunque no abstracto, de transformarse en abierto conflicto bélico. Es la tensión, muchas veces subterránea, otras tantas visible, como en el incidente de los globos, que se dirime entre las dos superpotencias, Estados Unidos y China, superpoderosas naciones que no sólo compiten en el plano tecnológico, económico y comercial con el objeto de acaparar mercados y captar clientes sino también, como en los tiempos de la guerra fría, en lo armamentístico y geo-estratégico.


Un instructor entrena a una mujer para disparar cerca de la ciudad de Járkov, la segunda más importante de Ucrania (EVGENIY MALOLETKA- AP PHOTO (ELDIARIO.ES))


Cruje el planeta con cada terremoto, como el que sacudió a Siria y Turquía; cruje con esta disputa titánica que mantiene al mundo en vilo. Lo que subyace en el fondo es la pelea por la hegemonía mundial entre una superpotencia que inexorablemente parece haber iniciado un lento declive, los Estados Unidos, y otra que, aún en la adversidad, continúa un ascenso imparable, como es el caso de China. La resolución de cualquier conflicto, incluida la invasión rusa a Ucrania, dependerá entonces del entendimiento o no de estos dos gigantes que aspiran a controlarlo todo. No buscan cooperar entre sí aunque a veces disfracen sus intenciones, buscan el poder omnímodo, reducir al adversario, buscan someter y acrecentar sus áreas de influencia, Maquiavelo dixit. 

Aunque en verdad, ésta no sea más que una mera interpretación porque abrumadoramente el mundo aspira a vivir en paz, quisiera a todas luces mantener una estructura multipolar, un equilibrio que contrabalancee la excesiva ambición de los poderosos, algo similar al experimento que surgió de los tratados de Westfalia en 1648 en Europa que puso fin a la Guerra de los 30 años entre católicos y protestantes. Lo cierto es que nadie puede saber qué nos deparará el futuro ¿Quién lo puede saber ante la complejidad e incertidumbre del mundo en que vivimos? 

Mientras tanto, los tiranos y los otros agitan el fantasma de la guerra nuclear como hace un par de años lo hicieron con la pandemia; todos alimentan sus egos, todos lucran con el negocio de las armas, una factoría de muerte y destrucción, un negocio tan rentable como el de las farmacéuticas y los celulares, tan perverso como el narcotráfico. 

Y detrás de todas esas disputas, las víctimas que ya son números, meras estadísticas.

(*) El autor es tresarroyense