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De Tres Arroyos a Salliqueló, a paso de caballo

29|04|23 19:16 hs.

En casi 11 días, Amanda Lemble y Diego Gabilondo unieron los dos lugares. Un camino conocido, en el cual mucha gente apareció para ofrecer su ayuda y hacer más amena la experiencia. “Nos trajo mucha paz”, aseguró la pareja


Amanda Lemble y Diego Gabilondo se lanzaron a la aventura y en marzo de este año emprendieron un gran viaje para ellos. Pero no fue un viaje tradicional, fue más bien un recorrido hacia la sencillez y la paz del entorno. 

La pareja decidió utilizar como medio de transporte algo que fue muy típico en nuestro país hace mucho tiempo, pero que hoy en día poco se ve: los caballos. Así, viajaron casi 400 kilómetros y unieron Tres Arroyos –lugar de origen de Amanda- con Salliqueló –lugar de origen de Diego-, en un total de diez días y medio. 

Ambos son veterinarios y se conocieron hace muchos años en un congreso. Formaron una familia y tienen a Fausto de 9 años y Greta de 4. Actualmente viven en un campo a medio camino de Tres Arroyos y Adolfo Gonzales Chaves. La idea de emprender esta aventura nació hace dos años por interés de Diego, y Amanda decidió acompañarlo. Poco a poco fueron consiguiendo y entrenando los caballos, dos para ellos y uno para carga, y todos los suministros necesarios para lanzarse a la ruta. 



 Finalmente, el 29 de marzo de este año salieron. Diego partió desde el campo con toda la carga y la buscó a Amanda por Tres Arroyos, y partieron hacia Salliqueló. 

 Solidaridad 
Arriba de Machas y Tordo viajaba el matrimonio y la yegua Argentina fue la que cargó todos los insumos durante el viaje. “Llevábamos carpa, bolsa de dormir y víveres para abastecernos hasta mitad de camino. No avisamos mucho a nadie porque era algo personal que hacíamos, sabían los familiares y algunos amigos”, contó el matrimonio a La Voz del Pueblo. 

 Muchas sorpresas se fueron llevando a lo largo del camino. “Salimos por ruta Nº 3 a la ruta Nº 85. Después agarramos la ruta Nº 60 hasta Carhué y ahí fuimos por un camino vecinal que iba a la par de una vía, hasta Salliqueló. Todo el camino nos sorprendió que fue parando gente a interiorizarse. Cuando te ven a caballo es como muy movilizador para el argentino; entonces iban parando y preguntándonos de dónde éramos, para dónde íbamos...”, recordaron. 



Este viaje les permitió conocer a mucha gente, que los veía por el costado de la ruta y se acercaba a charlar y a ofrecer ayuda. “Nos traían pan, también nos trajeron la estampita de una virgen. Se emocionaban, se acercaban a charlar y a cerbarnos mate, nos invitaban a alojarnos. Algunos nos pidieron el contacto para que les vayamos avisando y hasta hoy nos escriben”, señalaron. 

 Uno de los que se acercó resultó ser un periodista de El Orden de Pringles, “que no sabíamos que era periodista. Pero publicó una nota sobre nosotros y en función de eso mucha gente empezó a salir a la ruta a encontrarnos”. 

Si hay algo que sorprendió a Amanda y Diego de este viaje fue la solidaridad de la gente. “Pensábamos que iba a ser algo más privado, pero llamó la atención y se empezó a correr la noticia, y así fue en todos los pueblos”. 


La Agrupación El Entrepelo recibió a Amanda y Diego, junto con las familias de la pareja


El camino 
 El recorrido fue pausado y tranquilo, disfrutando el camino y respetando sobre todas las cosas el tiempo de los caballos. Estuvieron diez días y medio para llegar al objetivo. 

 En este punto, Amanda contó detalladamente cómo fue el camino: “La primera noche hicimos campamento. La segunda noche ya llegando a Indio Rico nos encontramos con Juan Pedro Massigoge, que es vecino del campo; nos encontró de sorpresa y nos ofreció quedarnos en un campo que tiene llegando a Indio Rico, que queda cerca de la ruta. Después la tercera noche hicimos campamento en un destacamento de policía rural abandonado, Paraje La Virginia, antes de Pringles. La cuarta noche nos quedamos cerca de Pringles, en la casa de la familia Peetoom que tiene un tambo sobre la ruta, que muy solidarios se ofrecieron a que nos quedemos ahí”.

 “La quinta noche –siguió- hicimos otra vez campamento a la orilla de la ruta, a mitad de camino entre Pringles y Suárez. Antes de llegar a Suárez se nos agregó un perro callejero al viaje, que lo terminamos llevando y ahora lo tenemos con nosotros. Lo bautizamos Croto. Estaba un poco lastimado, lo curamos y se quedó con nosotros y nos siguió hasta Salliqueló a la par del caballo. En cada lugar que parábamos él se quedaba al lado de los caballos y dormía con ellos”. 



Después “la familia del tambo de Pringles se contactó con la familia Fernández que tiene un tambo en Suárez y nos alojaron una noche. Ya en Pasman, entramos a reabastecer víveres y, buscando un lugar para acampar, se acercó una señora muy amable y nos ofreció quedarnos en su casa, que tenía lugar para dejar los caballos”. Al llegar a Pasman “había unos chicos jugando, que vinieron a ver los caballos.

  Al otro día, se ve que le contaron a la señorita de la escuela y nos llamaron para que pasemos por ahí. Así que antes de salir, pasamos por la Escuela Nº14 y ya después seguimos ruta”. 

 “Agarramos la ruta Nº 60, hicimos otra noche de campamento pasando el arroyo Guaminí y seguimos al otro día para Carhué. En el camino, la familia Oliva frenó para saludarnos y nos invitaron a su casa, donde hicimos noche. Al otro día ya salimos para Salliqueló. Tuvimos una noche más pasando la Estación Fatraló”.

 La llegada 
Esa noche es Estación Fatraló se acercó la Agrupación El Entrepelo, de Salliqueló a compartir la cena con la pareja. “Trajeron unas empanadas y unas cervezas. Hicimos un fuego y pasamos un buen rato”. 

 Al otro día a la mañana “se ofrecieron a arrimarse para llevar la carga, porque ya no la precisábamos, y también se llevaron a nuestra yegua carguera Argentina en un carro. Nosotros seguimos con Mancha y Tordo hasta Salliqueló, que llegamos al mediodía. Unos kilómetros antes de Salliqueló nos estaban esperando los de la agrupación a caballo, que habían salido al encuentro para ingresar todos juntos. Tuvimos un recibimiento muy lindo”, expresaron. Le llegada fue aún mejor. “Fuimos hasta la quinta de mi hermano, que la misma agrupación estaba haciendo un asado. Allá estaban los familiares, nuestros hijos, todos. Nuestras madres lloraban emocionadas que habíamos llegado bien”. 


Diego junto con Todo y Croto, hidratándose en el camino


 También se reencontraron con los pequeños. “Nuestros hijos también re contentos porque era la primera vez que los dejábamos tantos días, que se quedaron unos días con la abuela en Tres Arroyos y otros días con la abuela en Salliqueló. A mitad de camino, cuando ellos viajaron para Salliqueló, los cruzamos en la ruta y ahí estuvimos un ratito con ellos en la banquina”, recordaron. 

 Desconexión 
Muchas reflexiones se hacen en el camino de un viaje así y cuando se vuelve a la realidad también. Lo que más sorprendió a Diego y a Amanda fue “la reacción de la gente, que se involucre, que pregunte, que quiera colaborar. Fue un viaje que hicimos que es la sencillez en su máxima expresión. Uno se arregla con lo que tiene, disfrutas el momento, el aire del campo, la paz...”, sostuvieron.





 La desconexión fue un punto importante también. “La velocidad del caballo al tranco es la misma que del hombre, son 4 km/h más o menos, entonces vas más despacio que todo el mundo. En este entorno que vivimos tan apurados de horarios y cosas, poder frenar diez días, eso estuvo buenísimo. Vimos amanecer y atardecer todos los días, cero pantalla, y todo eso está muy bueno. Nos trajo mucha paz, fue muy linda la experiencia”. 

 La pareja tiene la idea de repetir la experiencia, quizás hacia otros destinos. “Todavía no sabemos para dónde. Hay épocas del año que son más agradables, entonces hay que buscar el momento. Está bueno conocer también la ruta antes para ver dónde podés abastecerte de comida y agua”.

 También les gustaría poder sumar a sus hijos la próxima, “pero hay que salir más organizados. Ellos lo disfrutan porque andan a caballo con nosotros, les gusta el campo, así que estamos seguros que la van a pasar re bien. Pero hay que tomar muchos más recaudos con ellos”. 

Luego de esta aventura, la pareja se muestra cálida y feliz. El cumplir un sueño y un objetivo así no es poco. Diego contó que en estos días irá a buscar los caballos a Salliqueló, y comenzarán a alistarse para emprender una nueva ruta.   



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Los caballos

Luego del viaje, los caballos quedaron en Salliqueló, en la quinta del hermano de Diego. “Están impecables. Los cuidamos muchísimo en el camino porque uno genera un vínculo. Respetábamos su tranco. No se cansaron nunca porque establecimos una rutina de marcha, no llegábamos a la instancia que no den más”. 

Destacaron que “todo el camino iban comiendo. Por suerte había llovido mucho, entonces estaban todas las banquinas con agua y mucho pasto. Marchábamos por periodos de dos horas más o menos, parábamos para desmontarlos y sacarles el freno, y caminábamos media hora con ellos de tiro”. 

Aseguraron que siempre estuvieron a gusto y la prioridad siempre fueron los caballos. “Parábamos temprano, seis y media de la tarde más o menos, cosa que tuvieran tiempo de pastar, revolcarse, descansar. Y al otro día ya arrancaban relinchando para salir”. 

“Son caballos nuevos, pero entrenamos con ellos para esto. Lo hicimos durante el año pasado y el verano con un poco más de intensidad, y la verdad que no lo sufrimos en lo más mínimo, ni los caballos ni nosotros”, remarcaron.