13|08|23 01:16 hs.
La vergüenza por la presencia de La Voz del Pueblo hace que algunos de los chicos que estaban trabajando con Mónica y Nicole prefieran irse a hablar con Graciela y esquivar la cámara de fotos. Cuando entienden que la visita no es invasiva sino que es para contar qué es lo que pasa en la Biblioteca Luz y Cultura de Cascallares tres veces por semana vuelven a sus puestos y a intentar descifrar el juego matemático planteado como parte de la actividad del cierre del día.
Afuera el frío aprieta, adentro sobra calidez para los chicos. Hay armonía y un trato familiar y respetuoso. Se respira un lindo ambiente. “La idea siempre fue ofrecerles apoyo escolar pero de una manera distinta, para que no se aburran o no sientan que es lo mismo que hacen cuando van a la escuela. Y estamos muy contentas por cómo hemos trabajado hasta ahora y cómo han evolucionado los chicos”, cuenta la maestra Mónica Fernández, que junto a la psicopedagoga Nicole Lenzi están a cargo de brindar apoyo escolar a los chicos de primaria y secundaria de la localidad.

La tercera integrante del equipo es Graciela Smith, la bibliotecaria que se involucró tanto como ellas en el proyecto que surgió por parte de la cooperativa, entidad que además se hace cargo de todos los gastos.
La iniciativa la semana próxima cumplirá un año de estar implementándose, una muy buena oportunidad para contar de qué se trata.
Proyecto
Hacía un tiempo que desde la cooperativa estaba la inquietud de fomentar un espacio para los alumnos de primaria y secundaria fuera del horario de clases. El objetivo era brindar apoyo escolar para los que lo necesitaran. Convocadas por la entidad a través de la bibliotecaria, Nicole y Mónica, ambas cascallarenses pero que trabajan en Tres Arroyos, presentaron sendos proyectos para llevar adelante la actividad.
“No hubo un lineamiento pedido por la cooperativa, nos dejaron a nosotras elaborar el proyecto. Una vez que lo aprobaron nos comunicamos con las dos instituciones (la escuela primeria y la secundaria), y empezamos a trabajar con ellos para ver a qué chicos debíamos convocar”, cuenta Nicole.
Así surgió una lista propuesta por las instituciones, se informó a los padres mediante el cuaderno de comunicación, y se comenzó a trabajar con un grupo que ronda los 14 chicos en primaria y ocho en secundaria.

De entrada, en el caso de los alumnos de primaria, las actividades se plantearon como un apoyo escolar con metodologías diferentes a la que los chicos aplican en la escuela. “Entendimos que teníamos que darles algo distinto para mantenerlos atentos y que tuvieran ganas de venir, porque no es algo obligatorio. Entonces dividimos la hora y media que vienen. En la primera parte trabajamos en algo que no hayan completado en clase o que se hayan quedado con dudas; y en la segunda implementamos el juego como una estrategia de aprendizaje”, cuenta Nicole.
“Sin perder el eje de que el punto es afianzar los conocimientos que tienen, fortalecer lo que tiene que ver con las prácticas del lenguaje y las matemáticas, que son las dos áreas que trabajamos”, aclara Mónica.
El año pasado se daban tres estímulos por semana: lunes, miércoles y viernes. Este año decidieron trabajar por grupos para dividir en primer y segundo ciclo. “Así podemos trabajar de a tres o de a cuatro chicos, entonces es otra la llegada, y no hay tanta diferencia en las necesidades”, comenta Nicole.
Mientras que los chicos de primaria concurren lunes, miércoles y viernes, los de secundaria lo hacen los martes. “Es un desafío para nosotras trabajar con los chicos de secundaria, ya hablamos de preadolescentes, y cuesta más que vengan. Seguramente van a aparecer finalizando el año porque lo van a necesitar”, explica Mónica.
Punto de encuentro
También hay otros condimentos que diferencian las ganas y las necesidades de concurrir al apoyo. “Los alumnos de secundaria tienen otras actividades, y también se juntan por las tardes. Mientras que para los más chicos, más allá de lo pedagógico, este es un punto de encuentro y de contención”, agrega la docente.
“Ellos nos cuentan sus cosas, sus experiencias, sus emociones, o por ahí vienen del colegio con algún conflicto y lo traen acá. Entonces, tal vez la primera media hora la usamos para charlar, y después arrancamos la clase”, completa Nicole.
Una muestra de la aceptación por parte de los chicos del espacio propuesto es que si bien las clases de apoyo son de 17.30 a 19, muchos van ya a las 17 cuando salen de la escuela y eligen merendar en la biblioteca.
Ahí aparece en acción la tercera integrante del equipo: Graciela se ocupa de atenderlos hasta que llegan las docentes. Además, la bibliotecaria siempre está atenta a tener listos los materiales que van a necesitar los chicos en cada jornada y asistir en lo que haga falta.
A la hora de repasar la experiencia de este primer año, Nicole y Mónica están muy conformes con lo vivido. “Con los chicos de primaria nos ha ido muy bien. Fuimos a la escuela, charlamos con las directivas, ellas tienen un equipo de orientación, que fue el que designó los chicos que debían venir, y nos van marcando en lo que notaron avances y en los aspectos que hay que reforzar. Es un trabajo en equipo”, dice Nicole.

Por otra parte, las docentes le elevan todos los meses a la cooperativa un informe sobre las tareas realizadas, sus observaciones sobre la evolución del proyecto y nuevas ideas también para implementar.
“Para nosotros es una gran experiencia la que estamos llevando adelante, porque vamos haciendo y probando cosas nuevas, renovando y cambiando para lograr lo mejor para los chicos”, indica Mónica.
Y ambas coinciden en destacar la posibilidad de tener este servicio en la localidad. “Es muy importante para la comunidad de nuestro pueblo contar con este espacio. Lo hemos hablado con las familias y con los chicos. Es algo que hay que valorar, porque es un espacio gratuito. En otros lugares vos tenés que pagar para poder recibir este acompañamiento”.