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Tres Arroyos, JUEVES 28.03.2024
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Por Juan Berretta


A fines de enero, Tres Arroyos y su “geriátrico del horror” se transformó en una triste noticia viral que inundó diarios, portales y canales de todo el país. El pésimo estado en que estaban los ancianos y en las horrorosas condiciones en las que vivían en una casa de la avenida Güemes al 1300 fue una bomba que desnudó una triste realidad y sacó de debajo de la alfombra un problema que muchos elegían esconder. 
A Jorge González la noticia le dolió hasta los huesos. El ex policía tiene una conexión muy particular con los ancianos y le despiertan una profunda sensibilidad: fue criado por sus abuelos, que se ocuparon de él mientras sus padres trabajaban, y esa experiencia lo marcó a fuego. “Pese a ser analfabetos, fueron dos maestros de vida que tuve. Me enseñaron con el ejemplo y me transmitieron valores como la humildad, la sencillez, la generosidad, cosas que no tienen precio”, dice el copetonense. 
“La experiencia de poder criarme con ellos me hizo aprender y comprender el gran valor que reside en la figura de esos seres tan especiales. No ha habido ninguna vez que me hayan fallado. Siempre estaban ahí cuando los necesitaba, y siempre me mostraron una generosidad sin límites, ofreciéndome lo mejor que tenían a su alcance. Esa vivencia ha sido el detonante para que cada vez que vea a un abuelo sienta un respeto y una admiración tan grande como el que he sentido por mis propios abuelos”, asegura. 

“El objetivo es que nuestros mayores se sientan escuchados, acompañados y queridos. La idea es ayudarlos a recuperar el valor y la dignidad. Y que los jóvenes puedan obtener un aprendizaje continuo y rico en experiencias”, explica Jorge

“Y también mucho dolor al ver a muchos de ellos solos, tristes y poco menos que abandonados, o leer, ver y escuchar noticias que nos cuentan sobre el maltrato que reciben en algunos lugares”, agrega el ex policía que en los últimos 15 años ha llevado a cabo distintas obras solidarias. 
Entonces, sacudido por lo que pasó en enero, Jorge entendió que era tiempo de adaptar a Tres Arroyos una experiencia que vio navegando por internet. Se trata de un programa que hay en Canadá que fomenta el cuidado y la contención de los ancianos por parte de estudiantes que a cambio reciben becas o algún tipo de beneficio. 
Compañeros de vida 
“Lo hablé con Alberto Andersen, un amigo de la infancia, que también es de Copetonas, pero hoy vive en Ushuaia, y él me terminó de empujar para poner en marcha la idea”, cuenta. 
Así nació “Compañeros de vida”, el programa que González creó y presentó a las autoridades del Instituto Almafuerte de Copetonas para sumar a los estudiantes de la entidad. “La propuesta fue que un grupo de alumnos de cuarto y quinto año del secundario hagan una visita diaria de dos horas a la Residencia para Mayores del Centro de Jubilados y Pensionados de la localidad a cambio de una beca – estímulo que saldrá de la colaboración de un grupo de gente que está dispuesta apoyar el proyecto”. 
El Instituto analizó la propuesta y le dio el OK a Jorge. El puntapié inicial del programa se dio el martes pasado, cuando González y nueve de los alumnos que lo llevarán a cabo visitaron la residencia para presentarse a los abuelos. “Yo aproveché para manifestarles a los chicos el espíritu del programa, que realmente es una misión muy linda”, cuenta Jorge. 
“Nuestro objetivo de crear ‘Compañeros de vida’ no es sólo el de paliar las horas de soledad de nuestros mayores, sino que también se sientan escuchados, acompañados y queridos. La idea es ayudarlos a recuperar el valor y la dignidad. Y que los jóvenes puedan obtener un aprendizaje continuo y rico en experiencias y valores de parte de los abuelos”, explica.
“Por ejemplo, si un chico no sabe jugar al truco, que uno de los abuelos le pueda enseñar. O que los estudiantes vayan con una computadora y les muestren cómo se navega por internet. O que los abuelos puedan contar algunas de sus vivencias. La idea es que sea algo rico para las dos partes, no ir a pasar el tiempo nada más”, indica Jorge sobre la esencia del programa. 
Por otra parte, considera fundamental que las visitas diarias se hagan en grupo para que “la conversación fluya mejor” y también para “evitar que se creen dependencias y asegurar que más allá de la ausencia de alguno de sus integrantes la cita siempre se concrete. No queremos que un chico siempre esté con el mismo abuelo, porque el día que no pueda ir, ese anciano se va a sentir mal”, agrega con mucha lógica. 
Mi lugar en el mundo 
Hay varios motivos que explican que la primera experiencia del programa se desarrolle en Copetonas. “Ahí me crié y es mi lugar en el mundo. Creo que Copetonas es una gran familia, de la que yo formo parte y que también integran los abuelos que están en el Centro de Jubilados como residentes”, cuenta González. 
“Además, la residencia está en muy buenas condiciones, fue acondicionada hace algunos años. Y los abuelos están en muy buenas manos. Entonces todo se da en un ámbito ideal, porque también es cierto que son poquitos y eso hará que el vínculo se haga rápido”, agrega.
Pero además, González ya tiene claro que el objetivo es ir por más: “La idea es que una vez que aceitemos el funcionamiento acá lo podamos replicar en Tres Arroyos, donde hay muchos más abuelos y muchas más escuelas”, se ilusiona el ex policía. 
En esa segunda etapa, la visita de los chicos a los geriátricos funcionará como una especie de control y de relevamiento de los estados de las casas en las que residen los ancianos. “Si bien no está en el espíritu del programa, sabemos que cuando los chicos comiencen a ir todos los días a visitar a los mayores, en esos geriátricos se deberán respetar las condiciones de limpieza y darles un buen trato a los abuelos, porque de lo contrario eso quedará expuesto a la vista de los estudiantes”, explica. 

Hay equipo. Jorge González, a través del programa de contención que fomentó, logró unir generaciones en un mismo espacio

Mirar con el corazón 
La contención de los abuelos es el primer paso de la obra que tiene en mente González. Porque mientras esta primera etapa del programa vaya rodando en Copetonas, se cumplirán los distintos trámites y plazos para que se le otorgue la personería jurídica a “Mirar con el corazón”, la ONG que Jorge impulsa para darle un marco formal a esta propuesta y otras que tiene en carpeta. 
“Yo no estaba convencido de encarar la formación de una ONG, pero ahí también Kuki fue clave y me hizo entender que era muy importante, entre otros aspectos porque nos permitiría gestionar recursos para esta propuesta y otras”, explica.
Comprometido con la ayuda solidaria desde hace años, Jorge comprendió que para fundar una ONG debía contar con el apoyo de personas de su confianza y que tiene que evitar la intromisión de oportunistas. 
“Son tiempos en los que a mucha gente la han engañado en nombre de una obra solidaria. Por eso para formar la comisión directiva que es necesaria para crear la entidad fui casa por casa para sumar colaboradores que sé que no me van a defraudar”, asegura. 
“La fundación se llamará ‘Mirar con el corazón’, porque para mí esa es la mirada de Dios. Yo soy muy creyente y creo que cuando alguien ve a otro que está necesitado y lo ayuda, es porque lo ‘vio con el corazón’”, dice el copetonense.
Jorge ya tiene definido cuál será el segundo programa que pondrá en marcha su futura ONG. “Apuntaremos a darle ayuda escolar y contención en Los Ranchos”, cuenta. De hecho, hace un par de semanas estuvo en Tandil visitando la obra de una fundación que realiza esa noble tarea.
En realidad, esa nueva propuesta no sería más que una continuación del trabajo que, fundamentalmente en Los Ranchos, Jorge comenzó hace una década. Porque a través de un programa de radio ideado y conducido por él, llamado “Corazones y Manos solidarias” que se emitía por Radio Comunidad Argentina -obtuvo los premios Faro de Oro y Galena-, comenzó a juntar donaciones de alimentos y elementos -todo menos dinero- para entregar a los más necesitados. 
“A partir de la radio pude llegar a paliar la necesidad primaria de algunas familias, con una bolsa de alimento y ropa. Pero hay algo más importante por hacer que es poder formar como personas a esos chicos, darles una oportunidad. Y a eso apunto con la ONG”, explica. 
La gran red 
Aunque González no quiere dar el segundo paso antes que el primero, “porque si no nos vamos a caer antes de empezar”, dice con una sonrisa. Y vuelve a meterse en la misión de “devolverles las ganas de vivir a los abuelos” y asegura: “Así como tenemos claro que debemos hacer algo por estos abuelos que por distintas circunstancias se sienten tristes, lejos de sus afectos, poco reconocidos y acompañados, también tenemos claro que solos no podemos, pero sí estamos convencidos que podemos intentar tejer una red que abrigue y contenga a la mayor cantidad de estos abuelos”. 
Por eso hace un llamado público: “Desde ‘Compañeros de vida’ invitamos a todos los jóvenes a ser voluntarios en esta aventura. Estamos convencidos que la capacidad de nuestros jóvenes ha de contribuir enormemente a terminar con ese mito -¿o verdad?- que dice que las residencias para abuelos son la sala de espera a la muerte de ellos mismos”. 
Y agrega con pasión: “Estoy convencido que también será algo enriquecedor para los chicos. Ellos serán los ángeles guardianes que tanto necesitan en estos tiempos muchos de nuestros abuelos”. 
Ángeles guardianes como fueron sus abuelos, que lo criaron en un humilde rancho de adobe y le dieron todo lo que pudieron. Y le enseñaron que con amor todo es posible.
“Los que estamos en este proyecto creemos que es posible devolverles a los abuelos las ganas de seguir disfrutando de la vida”, se despide Jorge. 
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