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Fotografías que detienen la historia y devuelven la vida

Guillermo Srodek Hart vive en el campo, cerca de la localidad de Irene, y presenta hoy una muestra fotográfica en el Museo Mulazzi a las 19 horas. La propuesta tiene lugar en el marco de los 25 años de la entidad en la actual sede, ubicada en avenida San Martín 323. Se trata de obras que reflejan distintos aspectos culturales de la región y que cuentan historias. 

“No vengo de familia de artistas ni tengo ninguna justificación para hacer lo que hago, ni por herencia, ni por mandato”, anuncia orgulloso el artista Guillermo Srodek-Hart. El chico que en plena adolescencia fue rebelde, problemático, no tenía ni idea qué hacer de su vida una vez finalizado el secundario. 
“Lo único que tenía claro era que me gustaba viajar y que esa era una manera de autodescubrimiento y que mi espíritu iba por ahí”, expresó Guillermo al recordar la elección de su carrera.
Entonces inventó una historia como para poder ir a estudiar afuera y tuvo la suerte de que sus padres estuvieron dispuestos a enviarlo. 
“Pensé en ser artista porque creí que eso iba a ser fácil, de vago nomás”, declara entre risas y gestos ampulosos y divertidos con el recuerdo.
Para lograr su objetivo armó un portfolio con algunos trabajos bastante mal hechos, tanto que las universidades lo rechazaron. 
Sin embargo, hubo una en Boston que lo aceptó con la recomendación que debía anotare en todos los cursos que proponían. “Lo mínimo que se esperaba es que supiera dibujar o pintar algo, y eso no pasaba”, indica. 
Estuvo un año y medio probando y dando vueltas hasta que un día en las escaleras de la Universidad se chocó con un viejito que tenía puesta la camiseta de Boca. Se trataba de un momento especial en el que, alejado de su país, se sentía bastante nostálgico. Al ver a aquel hombre, Guillermo se detuvo y le preguntó qué hacía con la camiseta azul y amarilla. 

Una de las obras que se podrá apreciar desde esta tarde en nuestra ciudad

Le contó que viajaba mucho a Argentina, que era profesor de historia de la fotografía y lo invitó a sus cursos.
Guillermo presenció sentado en el banco de adelante la primera clase con aquel maestro y mate en mano disfrutó del momento que sería revelador. 
Se apagaron las luces y apareció una foto de Maradona solo entrenando y al lado otra foto de la selección argentina también entrenando y a partir de estas dos fotografías, el profesor empezó a hablar de la importancia del contexto de la fotografía. “Si miras la foto y no sabes quién es, sólo ves a un gordito petiso que juega al fútbol, pero para el que sí sabe, ve al mejor jugador de fútbol de la historia. A partir de esa explicación el maestro contó el momento en el que se tomó la foto”, relata Guillermo. 
El artista detiene la historia para afirmar que es importante saber todo lo que rodea a una foto, las circunstancias socioeconómicas, cuando se gestó. “Por eso la foto no es sólo la foto, es ella y todas las circunstancias, más la intención del fotógrafo”, expresa. 
Ese fue el momento en que Guillermo supo que quería ser como su maestro, no por la fotografía en sí, sino por la persona, el modelo que representaba, fue una conjunción de elementos que le cerraron en relación con quién él era. “Me le pegué al tipo, hoy somos mejores amigos, hace poco volví de visitarlo y le estoy organizando una muestra en el FOLAC (Fototeca Latinaomericana), un museo nuevo de fotografía que está en Palermo, en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires”.
Hubo diversos pasos y etapas.

Cuando se cruzó a un viejito en Estados Unidos con la camiseta de Boca, encontró -sin darse cuenta en un principio- el camino hacia su desarrollo como fotógrafo

Puntualiza que “empecé como alumno, luego fui asistente, guía de viaje, traductor y hoy somos mejores amigos. Cuando saco las fotos tengo diálogos con mi maestro, él está como en mi ADN, lo mismo me pasa con gente querida, como mi abuelo que falleció, con el que charlo cuando lo necesito”.

Los lugares
“Aprendí un diálogo fotográfico, una forma de escribir, un lenguaje”, explica. Guillermo Srodek-Hart saca fotos con una cámara antigua de placa que tiene un fuelle, con dos lados intercambiables de madera, “me pongo la capucha como era antes”.
Toma solo dos fotos -por los costos- y eso es un desafío muy bueno porque sólo hay dos chances de hacer una buena foto. Son cámaras hechas a mano, su construcción es un arte que va muriendo.
“Los tiempos y la forma en la que se fotografía actualmente están al palo, en cambio para hacer los trabajos que propongo hay que frenar”, manifiesta el artista. 
Su trabajo es más meditativo, en el que Guillermo tiene que sentarse, mirar, relacionarse con la gente de los boliches o de los lugares que fotografíe. “Algunos asistirán a la inauguración de la muestra como Omar Passarotti de Cascallares y tres artesanos de tres lugares maravillosos de la ciudad”, señala. 
 Guillermo invitó a los protagonistas de las historias mínimas que cuentan sus fotos y preparó para ellos las fotografías que sacó en sus lugares. “Son un tributo, porque todos hacen algo que está desapareciendo. La forma que tengo de sacar fotos también está desapareciendo, los veo y me veo a mí”, menciona el artista.
 
Exhibiciones 
En el año 2013 Guillermo Srodek-Hart participó de la Bienal de Venecia, donde representó a la Argentina en el Pabellón latinoamericano con cuatro fotos. “Fue un logro inmenso”. También estuvo en Paris Foto, en ferias en Holanda, Alemania, Estados Unidos -en tres galerías-. Escribió un libro que cuenta pequeñas anécdotas para cada foto que tomó. Además filmó algunas de esas historias que se podrán ver en la muestra. 
“Estas fotos son nostálgicas y una crítica al mundo contemporáneo que se lleva todo por delante, no escucha a los viejos, no escucha a los padres, la gente se quiere hacer rica sin trabajar, no conocen los valores”, reflexiona Guillermo acerca de lo que reflejan sus fotos. 
Además opina que el artista tiene que ser un rebelde y su pensamiento de rebeldía y de crítica estar siempre presente. “Me caen muy mal los artistas que se alinean con los gobiernos de turno porque siento que se venden y no comentan desde el arte, que hacen lo que deberían criticar”, expresa. 
La presentación de las vidas y los sueños detrás de cada imagen Guillermo la hace naturalmente, “vivo, pienso y duermo, todo con este arte. Cuento las historias a los que asisten a la muestra, aunque hay mucha gente a la que no les gusta que se les diga nada e imaginan ante cada fotografía lo que se revela dentro de quien la mira”, explica Guillermo y asegura: “Muchos se van a sentir tocados por esta muestra e identificados”. 

El otro yo 
Hubo tres años de bonanza en los que Guillermo pudo vivir del arte, pero actualmente a los cuarenta y con un pequeño recién nacido tuvo la necesidad de lograr estabilidad, “algo que no da la vida del artista”, manifiesta. “Mi otro yo es el trabajo que hago administrando un campo de mi familia”, cuenta. 
Según la mirada del artista, la competencia del mercado económico -que es muy pequeño- es feroz y hay que estar en esa línea para vivir de la actividad artísticas, “porque pagas por algo que colgas y no es educación o salud”, indica. 
Finalmente, con los ojos húmedos ante el recuerdo de cada momento pasado para lograr la foto que sintió su alma, dice que “comparto mucho con los viejitos a los que fotografío, todos están en lo que hacen porque no podrían hacer otra cosa. Me han dicho que el día que no puedan trabajar de lo que hacen se morirían. Los personajes con los que me relaciono también son rebeldes y antisistema”, concluye.
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