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Tres Arroyos, JUEVES 28.03.2024
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Un artesano de buen filo

Llegar a la quinta que habitan Florencia López de Ipiña y Luciano de Cortazar es muy sencillo, más aún ubicar la casa ya que en el alambrado de la avenida Almafuerte al 3000 hay un gran cuchillo de madera: el de “Tierra Firme”.
Hace poco que están instalados aquí pero a los dos se los ve felices. 

El taller que está en la parte del frente de la casa es bien de un artesano y digamos que lo que sí se ve diferente es que Luciano hasta se saca el mameluco que está usando para trabajar al recibir a LA VOZ DEL PUEBLO.
Pasamos a la casa y mate de por medio charlamos con los dos de esta nueva vida y de su pasada por la feria de Artesanos de Cosquín a comienzos del año. 

Luciano cuenta que desde «hace unos ocho años que estoy trabajando en esto. Antes lo hice en varios talleres pero siempre buscando laburar por cuenta propia. Antes estuve varios años en Blomar –la fábrica de limpiadoras de cereal- de los Martinovich. Ahí aprendí a hacer de todo: doblar chapas, soldar, usar el torno. Hacía lo mismo que acá en el taller pero la diferencia son los tamaños, allá eran muchísimo más grande», dice Luciano contando sus primeras experiencias en la metalmecánica.

El taller 
El en Blomar torneaba grandes piezas de fundición, acá lo hace con pequeñas realizando cabos en maderas de diferentes calidades –todas duras- y astas de ciervo axis. Entrar en su taller es realmente entrar en el de un artesano. Casi todas sus herramientas son caseras, hechas por su necesidad e ingenio. Sólo se destacan una sierra sin fin circular, un torno de mano y una agujereadora de banco «fruto de un cambalache y un trueque», cuenta risueño Luciano.

«Pero me hice dos lijadoras, la pulidora con una base hierro. Fui de a poquito mejorando en los motores todo esto para tratar de seguir siendo independiente, con mucho esfuerzo. Pusimos primero el taller en la casa de mi abuela y Flor trabajaba en una verdulería. Con lo que ella ganaba comprábamos materiales para producir. Empezamos a trabajar de manera cooperativa con mis hermanos y unos amigos y yo salía a vender por todo el país. A lo cual tuvimos una respuesta excelente, a tal extremo que hasta abrimos nuestro propio negocio que luego por algunos problemas debimos dividir la cooperativa pero yo siempre seguí armándome el taller. Esto llevó a que tanto mis hijos como mi señora que es maestra jardinera y estudia el profesorado de educación física cuando no agarra horas trabaja conmigo».
  

Experiencias 
Luciano destaca que «esto me dio la posibilidad de estar mayor tiempo con mis hijos. Yo lo que reconozco es que con los cuchillos tuve la posibilidad de conocer el país, vendiendo y produciendo, además de diferente tipo de gente: importadores, artesanos desde el que está arrancando hasta grosos como Pallarols o Perico Medina. Con ellos estuvimos en la Fiesta de la Torta Frita en Copetonas, de ahí nos fuimos al Campamento Ambrosius donde pasamos dos días hermosos junto a estos monstruos. Estaba Roberto Vega que es un historiador y coleccionista y organiza movidas afuera». 

«A mí me ven con las rastas y parezco de otro planeta. Cuando se inauguró el Centro Cultural estaba charlando con el soguero Carlos Cabrera y un fotógrafo que nos vio me preguntó si podía sacarnos una foto. Era muy pintoresco yo con rastas, jeans, bien urbano y Carlos de gaucho porque él nos veía muy distintos. Al fotógrafo le llamaba la atención pero yo me crié en el campo, mis abuelos vivían de los chacinados que hacían. Tengo la suerte que estos artesanos me abrieron las puertas de sus casas, de sus talleres, como el caso de Perico Medina. Está muy bueno eso de que te enseñen, que te den una mano, siempre están ahí. A mí me gusta mucho la platería criolla y la gente que me ve con rastas no lo puede creer», dice con humildad.

Sus hijos 
Cuando Luciano habla de sus hijos su cara es una sonrisa total porque «tengo tres varones: uno de siete –Simón-, uno de nueve –Camilo- y el mayor de once –Luca-. El del medio desde los tres que trabaja conmigo, ahora se está haciendo una rastra para bailar en la velada de fin de año del Ballet Municipal. Me tornea las maderas, me suelda la alpaca, tiene 9 años el gordo –dice con emoción y se le nota la satisfacción en su cara-. Compañero, hablamos de todo, de cultura, de música, de problemática social, estamos todo el día ahí. Y desde que vivimos en este lugar –en referencia a la quinta- se le ha abierto la cabeza de una forma tremenda. Nosotros acá no tenemos wi-fi, no usamos tele, no tenemos cable».

«Los tres son diferentes: Luca vive con su mamá y está con la Play Station, Camilo está muy metido conmigo y el taller. Fijate que se está haciendo su propia rastra para la velada porque baila en el Ballet Municipal. Y el más chiquito Simón es re futbolero como mi mujer, ella el domingo jugó en el Complejo de los Veteranos. Yo sólo miro a veces la selección», dice en medio de la sonrisa. 
Y habla de su vida contando que «hace más de 15 años que no tomo alcohol, no fumo, no tomo merca ni pastillas. Ellos a mí me ven como ejemplo en esto, lo digo por las conversaciones que hemos tenido los tres. Aparte esto de vivir en una quinta hace que esperemos el fin de semana para disfrutar». 
Algo que demuestra que este lugar a todos les cambió la vida.
               
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Participar, aprender y proyectarse
Su experiencia de participar en Cosquín en la Muestra de Artesanías surgió al quedar seleccionado entre cincuenta y pico de artesanos en 2017. 

«Me llegó la invitación pero como este año han cambiado tanto los gestores también los valores, aparte del cambio de la situación económica. Imaginate que el año pasado pagábamos 5000 de canon y este año 12 lucas. Yo vi artesanos de primer nivel como un ceramista de Jujuy, aparte lo quieren hacer durante 26 días que siempre fueron 15. También es muy alto el costo económico no sólo del traslado sino de la permanencia sumado al stock que tenés que llevar. Por eso seguramente no vamos a ir».
«Este año recibí una invitación para concurrir a un curso intensivo de orfebrería de dos días que se dicta en la Escuela de Pública de Orfebrería de Catamarca, de la cual es asesor Emilio Patarca, un grosso total de esto pero entre la inscripción, el traslado y la estadía son como 15 a 16 mil pesos pero no los tengo”. 
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