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Tres Arroyos, VIERNES 29.03.2024
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Poner algo más que el corazón

 Por Horacio Arbasetti 


Integrantes de Había una Vez, el Club de los Peladitos y Detonados estuvieron contando a LA VOZ DEL PUEBLO la nueva experiencia llevada a cabo durante el pasado fin de semana en la capital federal.
Su objetivo, tremendamente solidario y humano, los hizo visitar los hospitales Posadas, Gutiérrez, Español, Argerich de la capital federal y Eva Perón de Merlo, para hacer su «trabajo» de llevarles a los niños allí internados y sus familias no sólo un buen momento, sino además libros de cuentos, lápices de colores y golosinas. 
También estuvieron en el Club de los Peladitos donde actúan siempre y además dejan alcohol en gel y barbijos, entre otras cosas, para la higiene y uso de los niños y visitantes. 
Ya más distendidos y luego de haber hecho la propia catarsis de lo que significa un viaje de estos Guillermo Jaime, del Club de los Peladitos; Juan Fernández, de Detonados; y Estefanía Galván, Cintia Daddario, Diego Wilgenhoff y Juan Pablo Osses, de Había una Vez contaron cada uno impresiones y vivencias en una charla divertida y emocionante. 

Conmocionados 
Se los nota felices, pero cuando cada uno cuenta su parecer es muy difícil que no se emocionen. No sólo se trata de relatar lo vivido sino que el contenido de su experiencia toca, y vaya que es muy cierto, el corazón.
Son gente simple, tremendamente divertida, que a cada momento salen disparando con algo risueño… en definitiva y como dijese Gerardo Christensen: «son payasos todoterreno». 
Todos debemos saber que estos tresarroyenses tan «locos» son gente que hace todo por nada y merecen ser tenidos en cuenta. Al margen de que digan y agradezcan lo que colabora la comunidad y la presencia en cada evento, pero «el cuerpo y las ganas» las ponen ellos. 

El Hospital Posadas fue otro de los que recorrieron los integrantes de Detonados y Había una Vez

Juan Fernández es quien abre el diálogo porque «la primera vez que fui cuando regresábamos, Gerardo (o el Capitán como le dicen ellos) nos agradeció y preguntó si éramos conscientes de lo hecho. Que había gente que hacía meses o años que estaba allí por sus hijos y en 15 minutos les habíamos sacado una sonrisa, en ese momento no lo pensé tanto. En esta oportunidad, cuando estuvimos en el Eva Perón de Merlo, nos atendieron dos chicas, yo soy medio despistado y les agradecí que un domingo estuvieran allí trabajando. Una de ellas me contestó que no sólo trabajaba allí sino que venía a ayudar, era María de los Angeles Suárez, mamá de Nahuel Roldán”. Se trata de un chico que murió por leucemia y todos los años ella organiza en Merlo “La carrera de Nahuel”, una maratón solidaria que promueve la lucha contra el cáncer infantil. 

Sigue contando Juan que a él se le “cayeron las medias, ella estaba allí en el lugar donde su hijo se había tratado ayudando a padres que pasan por este trance… Y nos agradecía todo nuestro sacrificio, los 1000 kilómetros que hacemos,… pero ella sigue ahí, apoyando a la gente y viviendo todos los días esa realidad. Nosotros, por esta gente, estamos aprendiendo a vivir, como Guillermo Jaime que nos acompaña… ellos nos enseñan que hay mucho más que lo cotidiano», relata con emoción. 

Otra realidad 
Cintia Daddario cuenta que cuando fueron al Club de los Peladitos «hay un dibujito que hicieron los nenes que tiene un payaso y la leyenda ‘sonríe hasta el final’… Nada para decir…» señala y se quiebra por la emoción de ese recuerdo. 
Estefanía Galván agrega la forma en que «nos fuimos preparando. Durante un mes con qué se puede y qué no hacer. Cuando fuimos allá nos tocó pasar adonde están los chicos aislados. En el Gutiérrez o en el Argerich salías de un lugar y para pasar a otro hay que cambiarse barbijo, lavarse las manos con alcohol en gel… Es duro pero tenés que seguir y cuando los vemos a ellos pensamos… lo nuestro ‘no es nada'». 
Juan Pablo Osses recrea que ellos tienen un objetivo muy claro que es «ir y hacer lo nuestro y tratar de no salir de esto. Porque si salimos de la rutina y ‘vemos’ lo que pasa no sé si vamos a cumplir con la función», dice recordando la situación. 
Porque como ser humano el ver a una criatura en una cama sabiendo que quizás mañana ya no esté más en esta vida es más que estresante. Entonces «si lo pienso no voy a poder dar todo lo que siento. Por esto es que después a nosotros nos afecta tanto». 
Juan Fernández señala los ejemplos de Juan Pablo y Estefanía que son «dos cuetes. Y fijate unos días después cómo están». 

Todos los besos de Juan Fernández, Cintia Daddario, Diego Wilgenhoff, Estefanía Galván y Juan Pablo Osses son para Guillermo Jaime, del Club de los Peladitos

“Locos” de corazón 
Mucha gente no sabe realmente la función o lo que hace este grupo de payasos. A tal punto que una compañera de trabajo de Juan Pablo le preguntó: «¿qué hacen ustedes cuando van a Buenos Aires? Yo le fui contando un poco toda la rutina que tenemos allá y cuando la miro veo que estaba llorando… Para mí lo que vivimos es algo casi natural y normal después de varios viajes, pero para el resto es muy fuerte…». 

Estefanía Galván, Tomás de la Lama y Juan Fernández estuvieron en el Hospital Militar Cosme Argerich

Estefanía se acuerda del viaje anterior, cuando visitaron el refugio de violencia de género creado por Nancy Uguet, en Burzaco, y «antes de salir a escena le mandé un mensaje a mi mamá. Le puse ‘mamá de qué nos quejamos, estoy en un lugar donde hay mujeres y chicos cuidados por la policía…’. Había una nena de 16 años rescatada que se puso a bailar con nosotros el ‘chuchuhua’ con una energía» y acá todos se ríen por la forma de contar de Estefanía… «edítalo» dicen.
Las anécdotas y recuerdos se suceden con una continuidad tal que son casi imposibles de pasar a un papel. Habría más de varias páginas para llenar con sus relatos y en cada uno siempra hay un momento para la emoción y también para pensar… 
Todos tienen algo para contar, lo que vivieron junto a chicos y padres que están pasando por esta circunstancia pero ellos están ahí… Llevándoles su alegría, sacándoles una sonrisa, diciéndoles con sus narices rojas y caras pintadas que siempre se puede tener «la ilusión de vivir»…   
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El de Los Peladitos, un Club muy particular
Juan Fernández reconoce y admira la forma en la que Guillermo Jaime y su mujer -Verónica Solans- llevan esta situación de haber perdido a un hijo (Matías) y la entereza con que lo hacen ya que son los impulsores del Club de los Peladitos en nuestra ciudad. 
 Imagen 9

La fiesta final en el Club de los Peladitos

Guillermo Jaime cuenta que cuando su hijo Matías estaba haciendo el tratamiento por su leucemia en Buenos Aires a él «no se le caía el pelo. Un pelo muy enrulado, a tal punto que el médico que le decía que Matías no tenía pelo, era ‘alambre’. Pero un día, en un espacio que hay para tomar mate en el hospital Argerich, estábamos hablando con otros padres. Ahí el tema no es el fútbol o el precio de la nafta, se habla de cómo estás de plaquetas, que medicamento usás para la quimio y a Matías se le había empezado a caer algo el pelo. Pensamos en llevarlo a la peluquería para rebajarle un poco el cabello, pero cuando se sentó en el sillón el coiffeur empezó a cortarle. Matías le dijo ‘cortámelo bien cortito’; el peluquero le contestó que solo un poco para que viera cómo le quedaba. ‘No’ le dijo Matías, ‘cortámelo bien cortito porque se me va a caer, porque yo tengo leucemia’. El peluquero nos miró a Verónica y a mi, que le contestamos que sí y ahí se terminó la conversación…». 

Pertenecer 
Guillermo también es junto a su mujer integrante de «Tres Arroyos dona médula» y sostiene que la persona que va a donar sangre tiene que ir con la alegría de saber que al ser donante «le vas a dar la posibilidad a otro de seguir viviendo. Gerardo se contactó por esto con nosotros pero en la charla entró lo del Club de los Peladitos que él no sabía… Cuando le contamos y vimos su reacción dijimos como familia «ya está…este entendió’. Algo que en otras oportunidades, cuando vas a una radio por ejemplo, se cambia la música y hasta el tono de la voz cuando vos entrás. No es así, la alegría debe seguir porque siempre va a haber chicos que superen esto. Yo voy todos los meses al INCUCAI a hacer un curso, paso por hospitales y cada vez veo chicos más chicos con leucemia. Habrá algunos que lo superarán, que tendrán un período de vida más prolongado o como mi hijo, que van a partir, pero de eso algo nos tiene que quedar enseñanza». 
Aquí es cuando habla de la modificación que le pasa a una persona cuando vive esta circunstancia; que después de esta no es que se es mejor persona sino que se está más atento a otras cosas. 
En este momento -cuenta Guillermo- «yo antes estaría mirando a River (que jugaba por la Libertadores) porque mi hijo más grande se llama Juan Pablo por Sorín y el que falleció Matías por Almeyda… Pero ahora estoy más atento a otras cosas porque no sé si me hace bien o mal pero algo puedo aportar. Como dice esta remera en la espalda ‘yo ya estuve ahí’; no me va a sorprender lo que a ellos porque yo tengo y tuve la posibilidad de estar en los dos lugares».
El Club nace por la frase de Matías, consciente de su enfermedad con sólo 5 años y de «pertenecer al Club… al Club de los Peladitos, ¿no ves que ahora estamos todos iguales?», les dijo a sus padres.

El objetivo del club fue y es el ayudar a la gente, el ubicarla porque cuando alguien del interior va a la capital las distancias son enormes.

Algo que Guillermo lo sabe bien y junto a otras personas lo que hicieron fuer no solucionarles los problemas, sino alivianárselos un poco. El espíritu del club es ese, el ser solidario, «por lo que haga yo a mi hijo no me lo van a devolver, pero lo que aprendí sí lo puedo pasar a otro para que le sea más fácil. Estos locos lo entendieron y bien y que hayamos podido ir a 5 hospitales lo demuestra. La gente nos pregunta cuándo volvemos porque es en el único momento que se abstraen de la enfermedad… Saben que el 14 de setiembre volvemos». 
¿Curaste a los nenes?
Juan Pablo reconoce que “todos los viajes fueron lindos pero sin duda este superó todo. Nos dividimos y estuvimos en cinco hospitales, hacer una función en la guardia del Eva Perón y que parezca un teatro. Hacía de cuenta que estábamos en la sala de la Biblioteca Sarmiento, imaginate que nosotros ponemos la música muy fuerte y la encargada llamó al secretario de Salud de Merlo -Dr. Miguel Angel Murrone- contándole sobre la situación. El le preguntó si había muchos chicos y al recibir el sí de la encargada le contestó ‘metele para adelante’, son cosas que te pegan muy fuerte”. 
En el final cuenta una vivencia personal porque, a la vuelta, cuando estaban cenando en La Flores “se me ocurrió hacerle una video llamada a mi hijo porque no había hablado con él durante todo el fin de semana. Y cuando lo llamo me dice ‘¿y papi curaste a los nenes enfermos?’… Es muy loco esto, él tiene sólo 4 años y la clave pasa por no ocultarles nada, mostrarles la realidad no decirles me voy a pasear. No… no te vas a pasear me voy a hacer esto… Hay que crear conciencia desde chiquitos, esa es la enseñanza para ellos y nosotros también…”. 
Creo que después de esto no quedan muchas cosas para agregar… Simplemente pensemos en estos “locos” que ponen todo en cada viaje contando con el apoyo de la comunidad y sus ganas. 
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