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El Willys perdió a un amigo

Por Horacio Arbasetti


Y sí así de simple se podría definir la partida de Arie Abraham Groenenberg. O simplemente Arie como todos lo conocimos en Claromecó. 
Un tipo más que afable y desde siempre con una sonrisa dibujada en su cara. 
El simple “qué hacés che” siempre estuvo en su boca. Era la forma más perfecta para definirlo a él. Lo conozco desde siempre, desde que fuera cliente del viejo almacén de la avenida 26 y 9, ése de mi viejo Norberto y el tío Enrique. Eran otros tiempos en Claromecó, épocas en la que atreverse a cruzar el arroyo era toda una aventura. Pero Arie siempre estuvo ahí, del otro lado del puente o a la vuelta de mi casa porque durante unos años fue vecino de “mis viejos” en la villa. 

Servicial, de buen carácter y para mí totalmente identificado con ese Willys blanco con los fox terrier arriba del capot. Parece que todavía lo veo. 
Hace un tiempo atrás, y hablo de más de un año, un día le dije a su hijo, Carlos, ¿qué te parece si nos hacemos un viaje a Claromecó y les hacemos una nota a tu papá y al Nane Peralta? Porque ellos formaban parte de ese folclore claromequense de los que hoy quedan pocos. 

La pesca era su pasión y de seguro no era de los que cuando contaban el tamaño de la captura se le iba la mano. Pero además era capaz de darte hasta el más mínimo detalle de con qué carnada y en qué lugar había logrado esa captura. Deseoso, como todo pescador, que alguien le hiciera “la pata ancha” con otro más grande para así volver a batir su propia marca. 
La peleó con todo, como el Nane Peralta, tozudo hasta el final y como era su condición de holandés atravesado pero directo en las cosas. 

Siempre estaba dispuesto a darle una mano a quien la pidiera o tratando de saber qué le faltaba a la escuela o alguna institución local para arrimarle “algo”. Aunque más no fuere una idea para “poner la rueda en marcha” como varias veces le escuché decir. 
A veces y por comentarios de sus nietos o de Carlos me enteraba que había andado por el sur, haciéndole a la trucha. Cuestiones más que indivisibles en su vida: el Willys, los perros y la caña, su gran amiga desde siempre. 
Ellos contaban con felicidad la forma en la que el viejo Arie se deleitaba con la pesca, fundamentalmente su nieto que como él tiene el mismo nombre. Escucharlo hablar del abuelo y de las “aventuras de pesca” se le reflejaban en la sonrisa de su cara igual a la del Viejo Arie. 
De seguro que allá arriba deben de estar encarnando para participar del mejor de los concursos A la Pieza de Mayor Peso. Junto al Nane Peralta, el Polaco Trybuchowicz, el Oso Reynoso, Pepe Chedrese, Manolo Risso, Ernesto Kuhlmann y les debe estar cebando mate Amadeo Maté. Todos partícipes de una misma pasión: la caña de pescar. Habrá que ver quién gana pero seguro que aunque Arie no clasifique su sonrisa siempre va a estar.
Hacedor de varias instituciones locales hasta se tomó un tiempo para ser delegado municipal en Claromecó. Y más de una vez lo recuerdo pala en mano, junto a los empleados, peleándole a la arena. 

Hasta siempre Arie

Esa misma arena que siempre lo vio ir y venir en su jeep. Esa que lo cobijó durante tantos años en la playa. Esa que de seguro lo va a extrañar como el eterno Willys blanco, con la sombrilla en un caño ahí adelante, en el paragolpe. Y la imagen que nunca voy a olvidar es la de su eterna sonrisa y un fox terrier al lado. 
Esos perros que por el Viejo Arie conocí allá en Claromecó y que fueron fieles compañeros en su vida. 
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