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Tres Arroyos, JUEVES 28.03.2024
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El secreto que brotó de la garganta

Por Valentina Pereyra


Desde acá arriba no veo muy bien. Las luces ciegan mi mirada y los nervios mi razón. Estoy segura que Luis está allá abajo filmando mientras que Isis y Santiago corren a buscar el mejor lugar. El murmullo de la gente me recuerda dónde estoy y mis pensamientos, quién soy. 
No se parece a mi casa ni al aula en la que tomo clases, es un lugar más amplio y hay testigos a los que tengo que revelar lo que guardo tan bien y tan profundamente. 
Me veo distinta, llevo puesto un vestido hermoso, pasé por la peluquería en la que me ayudan con la imagen. Cierro los ojos y me encuentro conmigo. De fondo suena una pista y gritos que dicen algo respecto a pruebas de sonido. Yo sigo con mi cabeza gacha, concentrada, sin poder impedir que vuelvan los recuerdos. 
El tiempo es hoy, pero por un rato ya no estoy aquí sino en casa repasando los muebles y ordenando las habitaciones mientras canto. Voy de la cocina al living llevando y trayendo algunos juguetes que quedaron tirados, ordeno los platos que no tuve ganas de juntar anoche y canto. 
Abro las ventanas, ventilo, dejo entrar al sol que tanto me gusta y canto, siempre canto. Elijo como auditorio a los muebles y paredes de mi casa, entono una cumbia santafecina mientras limpio. Nunca me escucharon cantar.
Abro los ojos, siguen los organizadores corriendo de un lado a otro ultimando detalles. Las voces de las personas que ocupan sus asientos son tan fuertes que tapan los acordes que salen de los amplificadores. 
Descubierta 
Respiro, aprendí de los maestros que eso ayuda. Muevo las manos en círculo y giro el cuello de un lado al otro para relajar. Llevo el aire hasta mis labios y lo hago vibrar. Vocalizo, vuelvo a inspirar. 
Otra imagen se revela indiscreta en medio de mis nervios y escucho tan nítido como entonces a mi papá el día que me dijo: “El yesero que arregla el techo al lado de tu casa me contó que te escuchó cantar y que lo hacías hermoso, pero yo le expliqué que no podías ser vos porque no cantás”.

Seguro que mi padre está en la primera fila ¿se acordará de ese mediodía cuando me contó lo que le dijo su amigo yesero? Yo sí recuerdo, porque aquella vez lo único que resonó en mi cabeza fue: “Canta hermoso, Canta hermoso”. 
Miro las cortinas rojas de un escenario vacío y encuentro a mis notas, mis queridas notas musicales bajando y subiendo por la aterciopelada tela que cae solitaria e imponente. 
Espío, pero está demasiado oscuro para darme cuenta qué tan llena está la sala. Una asistente me anuncia que faltan unos diez minutos. 
¿Podré transmitir lo que aprendí? Otras imágenes afloran. La búsqueda de un maestro para ampliar conocimientos, técnicas las hice. 
Detrás del cortinado parece fácil y me digo: “Es sólo un paso pequeño pero muy importante” y otra vez escucho el golpe en el pecho. No puedo olvidar que llegué hasta el último año de la carrera de maestro mayor de obras. Tampoco a mi compañero de banco que es guitarrista, pero nunca le conté nada o al cantante de una banda muy conocida en Tres Arroyos con el que formé grupos de trabajo. Tomás De la Lama que es actor y organiza espectáculos en De la Garma también estaba en mi curso. Sentí que no podía escapar de mi destino. 
No logro escuchar bien lo que dicen los músicos, pero están demasiado ensimismados en los ajustes que no me registran. Sigo de pie, me corro hacia el centro del lugar y repaso en silencio murmurando algunas notas. 
De pronto entre los ruidos del ambiente creo escuchar la voz de mi papá –que es constructor- cuando apareció y me propuso hacer algunos planos y dirigir obras, mezclada con otra voz, la de una persona que hace tiempo me dijo: “No estás haciendo lo que te gusta, veo una chica que está sufriendo con lo que hace y que es feliz de otra manera”. 
Instante final 
Hay que retocar el maquillaje antes de salir. Un poco más de rímel para resaltar la silueta alargada de mis ojos y algo de rubor para que los pómulos se vean tan lindos como cuando reciben los besos de mis hijos. 
¡Me guardé tanto tiempo el secreto! Ni mi esposo lo sabía, nadie lo sabía, sólo él que lucha por escaparse de mi cuerpo. El canto, ese que me acompañó siempre, el que está escondido, el que se va a revelar. 
Mi esposo me dice que los chicos ya están en la sala instalados, se agacha para darme un beso y desearme mucha suerte. La situación me sacó de la sala de maquillajes y me llevó a casa de nuevo, la noche en la que llegué cansada de estudiar y Luis me estaba esperando. “Hay que tomar una decisión”, dijo. Las jornadas se estaban tornando demasiado largas y difíciles, nos levantábamos a las seis de la mañana cada día y nos acostábamos cerca de la una de la madrugada. Tuvimos que pensar entre los dos cómo seguir. Todo no se podía, algo tenía que pasar a segundo plano por la organización familiar. Estoy en el último año de la carrera que me dará la posibilidad de un trabajo seguro, pero decido hacer lo que me gustaba y me hace feliz. 

Noelia Cuevas en la redacción de La Voz del Pueblo


El destino señalado 
Un hombre amigable de voz ronca se asoma al camarín y dice: “¡A escena!”. Me pongo de pie y camino por los pasillos del teatro hacia las escaleras que conducen al tablado. Entonces asumo que logré responder todas mis preguntas del pasado. ¿Y si canto para otros? ¿Y si me animo y me subo a un escenario? Al yesero le gustó mi voz, ¡por ahí a otros también! Siempre canté sola, nadie me escuchó nunca. 
¡No puedo ocultarlo más! Cantar me hace feliz y me gusta. No sé si lo hago tan bien, pero sé que siempre quiero más. Por ahora tengo que confiar en el yesero que fue el único que me escuchó fuera de mis maestros, pero me la quiero jugar, quiero crecer en la música. 
El anunciador hace una introducción muy bonita que resbala por mis oídos y no logra detenerse. Estoy demasiado contrariada como para prestarle atención. Eso sí, entre los aplausos escucho que dice “Noelia Cuevas” y se corre el telón. Flashes que seguro son de los celulares de mi familia y mis amigos. El iluminador mueve los spots hacia la gente y logro divisar todos los asientos ocupados. ¿Habrán escuchado en YouTube las canciones que subió Luis o será que lo hicieron en las radios a las que le llevó el CD que grabé con tres canciones? 
Estoy decidida que es por aquí el camino y cada paso que doy me lo confirma. Salgo de mi zona de confort, salgo del centro del escenario y me arrimo más cerca del borde. Salgo de mi casa y revelo mi secreto al público.
Expando el pecho, levanto las manos para ayudarme y potenciar la voz, dejo correr a Ana Gabriel, Myriam Hernández, Estela Raval, Alejandra Guzmán, Isabel Pantoja y algún tango. 
Nunca le canté a nadie, tampoco me habían escuchado nunca, pero al subir al escenario supe quién soy y cómo hacerlo. 

Reconocida 
Me emociono con el sonido de cada palma contra palma de la gente, pienso en mi pequeño hijo Santiago de cinco años cuando me escucha ensayar en casa -nunca lo hago delante de Luis- y me pide que no siga con tal o cual canción porque lo hace llorar. Es cuando confirmo que llegué a su corazón. ¿El público estará sintiendo igual? 
Pierdo la noción del tiempo, pero sé que estoy interpretando la canción final. Cuando termino bajo del escenario y se acerca una señora que me regala una medallita protectora. Me emociona y me anima a continuar mejorando porque quiero crecer mucho más. 

Noelia Cuevas, en el Teatro Municipal

Antes de bajar la escalera Jorge Herrera me felicita, me da ánimo, mucho ánimo y Carlos Martínez me hace similar devolución. Tengo que seguir, pienso. 
Mi esposo seguro que filmó el show para subir todo a las redes sociales y me da miedo, me pone muy nerviosa. 
Como una catarata de oportunidades aparecen más espectáculos, uno en De la Garma, el primero que enfrento como solista, me invitan a “La Tertulia” a beneficio de Construyendo. Comienzo a recibir la devolución de la gente que es gratificante, pero aún no lo puedo creer. 
El canto, mi secreto más precioso, el que vive fuera de mí desde hace tres años y dentro mío desde que nací. 
¡Qué suerte que abrí las ventanas aquel día y me escuchó el yesero! Ahora dejo que mi voz se oiga.
  
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PERFIL
Noelia Cuevas se formó como vocalista con un profesor particular en clases grupales para luego iniciarse como cantante bajo las enseñanzas de Luis Pintos hasta que éste se va de la ciudad. Continuó sus aprendizajes de canto con Nicolás David con quien participó de todos los encuentros de alumnos que el artista organizó, algo que le dio mucha experiencia escénica. 

Fue parte del espectáculo de Tributo a JAF una experiencia que calificó como única. 
Contó con la colaboración de Bettina Barragán como asesora de imagen de quien aprendió todo respecto a la puesta en escena de sus espectáculos. Además de los coiffeurs de Estilo Puro. 
Hasta que en su camino musical que se cruza Esteban Julián. “Sigo creciendo profesionalmente y tengo otras oportunidades porque recibo también enseñanza actoral. ¡El es maravilloso!”, expresa Noelia admirada por el profesionalismo de su maestro. 
Interpreta canciones del género melódico retro y todo tema que pueda transmitir y vivir intensamente. 
Participó del seminario de la Escuela de Valeria Lynch, del concurso de La Voz de la City en Classico Bar, y realizó el casting para “La Voz Argentina” aunque no quedó seleccionada. 
Carlos Palma la convocó para participar de un espectáculo que prepara para el 15 de septiembre en la Fundación Campano en el que compartirá escenario con artistas reconocidos de la ciudad y por primera vez estará acompañada por un tecladista. 
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