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Científicos locales descubren como combatir hongos en cultivos sin usar plaguicidas

La investigación científica en el área de la agricultura y la botánica hoy se enfoca en gran cantidad de trabajos en la búsqueda de alternativas para sustituir o al menos limitar el uso de plaguicidas químicos. 

Un grupo de investigadores argentinos acaba de descubrir el modus operandi de cepas de bacterias que promueven respuestas beneficiosas en ciertas plantas contra la infección de dos especies de hongos tan no nocivos que pueden matarlas en pocos días. 
«Nuestros estudios son a nivel molecular y bioquímico para conocer los mecanismos que hacen que el vegetal alcance un mejor estado general para hacerle frente al ataque de este tipo de agentes patógenos, causantes de enfermedades devastadoras», expresó María Marina, investigadora del Conicet en el Instituto Tecnológico de Chascomús (Intech, Conicet-Unsam-asociado a Cicpba) y primera autora de un trabajo que acaba de publicarse en la revista especializada Plant Molecular Biology.
La investigación comenzó hace seis años y, concretamente, el equipo de científicos se concentró en buscar alternativas desde la biología y usando otros organismos vivos y no plaguicidas para combatir a dos hongos que hacen estragos en el cordón frutihortícola de la ciudad de La Plata. 
Estas especies de hongo, Botrytis cinerea y Sclerotinia sclerotiorum, producen ácido oxálico que es el factor que enferma a las plantas

«Nuestro objetivo inicial fue encontrar bacterias endofitas, es decir que viven dentro del tejido vegetal, que tuvieran la capacidad de degradar el ácido oxálico», señaló Marina, y explicó que hallaron dos cepas de «Stenotrophomonas que habitan en la rizosfera, la porción de suelo que está en contacto inmediato con la raíz. Las aislamos de cultivos de tomate y las llevamos al laboratorio para comenzar con los experimentos que nos mostrarían si efectivamente eran beneficiosas o no». 

Los ensayos se hicieron con una planta llamada Arabidopsis thaliana, una de las más estudiadas del mundo. «Aunque no es comestible, tiene una serie de ventajas que la hacen ideal para las etapas de experimentación», agregó la investigadora. 
De este modo, el grupo del Intech pudo inocular la bacteria en ejemplares sanos de la especie herbácea y observar las respuestas y los mecanismos moleculares que se disparaban. El paso siguiente fue introducir los hongos para evaluar la resistencia a la infección.

«Estos hongos son muy agresivos: si la planta es pequeña, la matan al cabo de una semana. Si es adulta, pueden tardar un poco más. En el caso de los frutos también son sumamente dañinos ya que le otorgan un medio de crecimiento ideal gracias a la gran cantidad de hidratos de carbono que los hongos utilizan como fuente de energía», contó la investigadora. 

Si bien la presencia de la bacteria no impide que la infección ocurra, el estudio comprobó que reduce las lesiones en los tejidos y aporta mejores condiciones para continuar su desarrollo. 
Por su parte, Lía Ronco, docente de la Facultad de Ciencias Agrarias y Forestales de la Universidad Nacional de La Plata (FCAyF, UNLP) y con una extensa trayectoria en la Estación Experimental de Gorina del Ministerio de Agroindustria de la Provincia de Buenos Aires, indicó que «lo que producen es una podredumbre que generalmente provoca la muerte del hospedante o de los órganos afectados, se presentan principalmente en primavera y otoño porque requieren alta humedad y una temperatura fresca, de 15 a 20 grados centígrados», agregó.

Etapa más aplicada
Actualmente, el grupo avanza hacia una etapa más aplicada y está estudiando algo similar en cultivos de frutilla pero con bacterias específicas de sus hojas y frutos. 
Una vez que las haya descripto, las enfrentará directamente al hongo Botrytis cinerea, su principal patógeno, para ver si en condiciones de laboratorio y fuera de la planta logran inhibir la infección. Después, pasará a ver qué sucede dentro del vegetal. 
Pero si estos microorganismos aislados efectivamente ya existen en la frutilla, ¿por qué no sirven por sí solos para defenderla del hongo? «Esto ocurre porque naturalmente se encuentran, pero en cantidades insuficientes. Entonces, si comprobamos que sus capacidades se traducen en efectos beneficiosos para el cultivo, probaríamos introducirlas en mayor número para que puedan actuar», concluyó Marina.
En vez de plaguicidas, MIE 
Eventualmente, lo ideal sería poder desarrollar un biocontrolador en base de estas bacterias beneficiosas que no tenga efectos adversos para ningún otro organismo. Al respecto, Ronco aseguró que «si bien el uso de plaguicidas es una medida muy arraigada en el medio productivo, hoy la tendencia es reemplazar el concepto de control por el de manejo integrado de enfermedades (MIE)». 
Así, en lugar de la aplicación de medidas para erradicar el organismo causante de una enfermedad –continúa la especialista– «lo que implica es un proceso continuo de eventos consistentes en la selección y uso de técnicas orientadas a reducir las enfermedades a un nivel tolerable, que incluyen aspectos culturales, químicos, físicos, genéticos y biológicos». (DIB) AR
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