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Promesa

En su discurso inaugural ante la Asamblea Legislativa, el presidente se refirió a diversos temas, pero en este comentario editorial, enfatizaremos sólo uno de ellos. Sobre todo, nos enfocaremos en su reflexión final, que a nuestro modo de ver, constituye el eje central de su exposición. 

Todo discurso político seminal de una nueva administración, supone una declaración de principios y una exposición de metas, que permitirán a la Nación llegar a concretar una visión de país deseada, basada en esos fundamentos declarados. Por esta razón, en este tipo de exposiciones se mezclan balances con esperanzas, frustraciones con apuestas al futuro, apelaciones al pasado con diagnósticos del presente. Pretenden conmover y movilizar. Son emocionales y es por ello que hay que buscar en sus párrafos el hilo conductor que articula esas sensaciones con la realidad a modificar.
“…Cuando mi mandato concluya, la democracia argentina estará cumpliendo 40 años de vigencia ininterrumpida. Ese día quisiera poder demostrar que Raúl Alfonsín tenía razón. Espero que entre todos podamos demostrar que con la democracia se cura, se educa y se come…”, señaló el primer mandatario en las últimas frases de su discurso. Del mismo modo y dentro de su enfoque, repitió en varias oportunidades la siguiente afirmación “…Comenzar por los últimos, para llegar a todos…”. 

Son dos oraciones de una enorme sencillez, pero de una fuerte elocuencia, que encierran los objetivos centrales del Gobierno que se inició el martes. Pero corresponde recordar, que esos desafíos son de toda la sociedad en su conjunto, de cada sector, de acuerdo a sus posibilidades y en función de sus responsabilidades. No de un Gobierno, no de una administración, menos de un iluminado líder circunstancial. 
La democracia nos brinda instrumentos, espacios e instituciones para discutir, debatir, intercambiar, con vehemencia o candidez nuestros puntos de vista. Pero, quizá, ese no ya no sea el problema de nuestra sociedad. Ya somos veteranos en las lides de la lucha de ideas. En algunos momentos de nuestra historia, y ya desde el siglo XIX, incluimos la violencia y la crueldad, para dirimir nuestras diferencias o para acallar la disidencia. En otras, las de los últimos años, renovamos divisiones, que ya habían demostrado no ser constructivas. Polarizando intencionalmente, confundiendo pluralismo con unanimidad. Tenemos experiencia en el combate de las ideas. De la buena y de la peor. Según el discurso presidencial y la deseada madurez de nuestra sociedad, seguramente ya sea tiempo de los consensos, construidos a partir de las diferencias. 
El recuerdo de la frase del presidente Alfonsín, nos traslada a la denominada “primavera de la democracia”, a esos primeros años del regreso al Estado de Derecho a nuestro país, en donde la sociedad pensaba que era todo posible. Su inclusión en el discurso de Alberto Fernández, es revelador. Y su significado, se enlaza con la premisa de comenzar con los postergados, aquellos y aquellas que demandan como pueden una oportunidad para estar mejor.
“…¿Seremos capaces, como Argentina Unida, de atrevernos a construir esta serena y posible utopía a la cual nos llama hoy la historia?
¿Seremos capaces como sociedad?… 
¿Seremos capaces como dirigentes?”, se preguntaba retóricamente el presidente. 
La respuesta es crucial y no tiene un solo origen. Debe ser elaborada, forjada a fuego lento, meditada a la vez que consolidada. En una República, ninguna mujer ni ningún hombre, vale más que otro. Ni por su condición social, ni por sus ideas, tampoco por su género o su condición sexual, de ningún modo por sus creencias. La democracia tampoco es un sistema que sólo garantiza la igualdad ante la ley, debe incrementar posibilidades y libertades, para que cada persona pueda elegir libremente la forma de vida que quiere desarrollar. Democracia política sin democracia social, es una fiesta en donde la mayoría no puede asistir, porque no tiene qué ponerse ni cómo llegar. Es una reunión incompleta, para pocos. 
Lo expresó el presidente Alfonsín hace más de treinta años. Lo recordó el presidente Fernández hace un par de días. “…Con la democracia se cura, se educa y se come…”. No estamos ante una tabula rasa, pero falta mucho para cumplir esa utopía colectiva. De nosotros depende. De nadie más.  
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