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Tres Arroyos, VIERNES 29.03.2024
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Todo sobre rieles

El siglo XIX de consolidación nacional, se vio colmado de innumerables viajeros que llegaron a nuestro territorio en busca del exotismo y de la exaltación de la fantasía. 

Estos lugares remotos, del fin del mundo, eran los adecuados para poder llevar el amor, la pasión y la emoción del romántico a sus límites más estrechos. Los ideales del incipiente movimiento artístico, opuestos a los principios de la ilustración, fueron el resultado de un mundo cada vez más dinámico y acelerado que derivó en transformaciones sociales producto de espíritus rebeldes con ansias libertarias. 
Viajes de distintos tipos en diferentes épocas los hubo siempre, desde el mismo instante en que el hombre necesitó desplazarse para proveerse de alimento. 
Intrépidos en el mundo y en la historia hubo infinidad, algunos reconocidos por sus hazañas personales en recónditas rutas, otros por transitar senderos literarios, que nos permitieron imaginar y recorrer destinos y culturas. Podemos citar a Julio Verne, Marco Polo, Cristóbal Colón, James Cook, Charles Darwin y otros más, que están guardados en la memoria de muchos ávidos lectores. 

Portada de “Viajes extraordinarios”, libro de Julio Verne

Algunos osados se desplazaron a territorios extraños y lejanos, y cuanto más lo fuesen mejor, la fantasía era desmedida, infinita, las rarezas eran moda, y como toda moda (dicen algunos), que no se puede estar fuera de ella y que hay que seguirla a toda costa. 

En las primeras décadas de este mismo siglo, a nuestro territorio llegaron innumerables cronistas que buscaban documentar las costumbres autóctonas, llevándolas a Europa, para luego por medio de técnicas litográficas mostrarlas como excentricidades de prácticas primitivas. A mitad de siglo se vislumbraron nuevas condiciones económicas, políticas y sociales que generaron otros cambios en el país. 
La Pampa Húmeda sin indígenas y con una red ferroviaria en crecimiento que permitía la salida de productos por el puerto de Buenos Aires, posibilitaba el rápido enriquecimiento de una parte de la sociedad porteña, dueña de grandes extensiones de tierras, iniciándose la década del 80’, conocida como la Belle Epóque Argentina, que duraría hasta la Primera Guerra Mundial. Esta nueva oligarquía puso su mirada en costumbres europeas, e imitando su estilo de vida, adoptó para sus hijos un viaje de “estudio y formación” al Viejo Continente, una similitud del Gran Tour del siglo XVII, donde intelectuales y artistas viajaban a Italia y Francia para familiarizarse con la cultura clásica. 

“Los peligros de la ruta de la seda”

Y así muchas estancias y fortunas se dilapidaron en la ciudad luz, como dice el tango “Anclao en París”:
…“tirao por la vida de errante bohemio
estoy, Buenos Aires, anclao en París
cubierto de males, bandeado de apremios,
te evoco desde este lejano país”. 

¿Qué paradoja no?, mientras estos muchachos viajaban al Viejo Continente en búsqueda de una “bonne vivre”, miles y miles de inmigrantes llegaban a Buenos Aires en busca de trabajo… 
Pero hablando de este lado del charco, aquí iba surgiendo una clase media próspera con ansias de progreso, avalada por políticas sociales defensoras de sus derechos que pronto transformaron al país en un modelo agroexportador, conocido como “El Granero del Mundo”. El ferrocarril y el automotor con la aparición del Fordismo, le dieron posibilidades al turismo de masas que se desarrollaba para ya no detenerse. 
Épocas de progreso, de cambios visibles que repercutieron en beneficio de la sociedad argentina contemporánea, mostrando al mundo el trabajo y el esfuerzo como una única salida para lograr un país exitoso. Andábamos sobre rieles… 
Me detengo un instante, tomo un diccionario y busco la palabra exitoso porque… posiblemente no comprendí su verdadero significado.  
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