Tardes soleadas de otoño, en las que las calles comenzaban a verse cubiertas de hojas y gente feliz disfrutando del sol en sus caras, pasaron a ser tardes donde el sol solo entra por la ventana, las calles están vacías y el silencio se apodera de todo. Algo que parecía tan alejado de la realidad con el paso de los días se convierte en algo cotidiano, y las tardes soleadas se volvieron monótonas e insignificantes.