Se fue un claromequense activo y de fuerte personalidad
Hijo de una pareja de inmigrantes de Ucrania y Rusia, Carlos Bancur trabajó en la fijación de médanos de Dunamar, fue un importante operario de la cooperativa eléctrica de la localidad y vecino comprometido que participó de muchas instituciones claromquenses. Tras su reciente y repentino fallecimiento recorremos parte de su historia
Por Fernando Catalano
Carlos Bancur fue un destacado vecino de Claromecó que falleció a sus 87 años de vida, en la tarde de este viernes 31 de enero.
Sus raíces se remontan a Ucrania. Hijo de inmigrantes, su padre Basilio Bancur (registrado en Argentina con ‘B’) llegó desde la región de Ucrania que en ese entonces formó parte del Imperio austrohúngaro que se existió hasta 1918, mientras que su madre era de origen rusa, Isabel Yaz.
Carlos fue el mayor de tres hermanos varones, seguido por Ernesto y Roberto. La familia Bancur llegó al distrito de Tres Arroyos para afirmar sus primeros pasos en la localidad de Cascallares, hasta donde llegaron porque Basilio trabajaba en los trenes, para luego trasladarse a Claromecó cuando era aún muy pequeño.
En su juventud, junto con su hermano Ernesto, participó en un proyecto pionero como lo fue la fijación de médanos en Dunamar. Trabajaron bajo la dirección de Angel Fangauf y bajo las órdenes del dueño de ese sector continental frente a las playas, Carlos Gesell.
Este trabajo también los convirtió en una de las primeras familias en establecerse en Dunamar, en tiempos en los que se forjaba el inicio de un gran desarrollo urbanístico que terminaría siendo un aporte significativo al desarrollo de la zona costera.
Carlos Bancur era conocido en Claromecó por su carácter particular y fuerte, una característica que se atribuye a su herencia ucraniana. Esta personalidad distintiva se convirtió en un rasgo familiar reconocido en la comunidad.
Su vida estuvo marcada por el trabajo duro y el espíritu pionero, características que heredó de sus padres inmigrantes y que lo llevaron a ser una persona que no pasó desapercibida en la comunidad de Claromecó.
Sus características también le valieron el reconocimiento de los vecinos que lo apoyaron para integre el primer Consejo Asesor del Ente Descentralizado Claromecó Servicios Turísticos. No haber sido complaciente con las autoridades del gobierno de turno lo llevó a ser uno de los primeros en renunciar a ese espacio. Posteriormente se daría el alejamiento del resto de los integrantes.
En su casa incluso supo atesorar -con el paso de los años- una gran cantidad de reliquias que identifican a la localidad; como las estanterías y mostradores del almacén La Palma, que posteriormente quedó en manos de la familia Arbassetti; equipos de música y antiguos proyectores de cine, sólo por mencionar algunos ejemplos.
Su trayectoria de vida también lo llevó a estar ligado primero como operario de la Cooperativa Eléctrica de Claromecó (CELCLA), luego pasaría a ocupar una jefatura que ejerció como autodidacta. No pudo terminar sus estudios primarios porque en la localidad aún no se cubrían todos los años de enseñanza, en esos días. Una vez que comenzó a trabajar fue difícil poder concluirlos. Sin embargo gracias a su inquietud logró formarse en la experiencia.
Fue parte de muchas entidades representativas de la localidad e integró las comisiones de Fomento de Claromecó y de Dunamar (instituciones desde donde supo hacer escuchar y leer su mirada crítica durante los años de gobierno vecinalista en el distrito), y últimamente –a pesar de su edad- continuaba ligado a la comisión directiva del Museo Regional “Aníbal Paz”.
Su apego por los fierros lo llevó a poner en marcha un taller, después de terminar sus días de trabajo en la cooperativa. Sus afectos recuerdan que no duró mucho abierto porque en su afán de no dejar de ser servicial, y de ponerse firme con el cobro de los trabajos, le hacían imposible mantener operativo ese espacio.
Pero aun con el paso del tiempo, y hasta en sus últimos días, fue restaurando a su estado original a un viejo Ford T 1925. Le dedicó años a través de los cuales buscó en restos de otros ‘cascajos’ aquellas autopartes que necesitó para dejarlo prácticamente listo. Sólo faltó terminarle el tapizado.
Uno de sus últimas actividades ligadas al museo –antes de su repentina e inesperada partida- tuvo que ver con entregar una piedra que por orden del paleontólogo Carlos Azcuy, extrajo hace unos años de la zona del Caracolero, cerca de donde también se encuentran ‘Las Patas’.
Esa roca contiene restos de un megaterio, un perezoso terrestre de gran tamaño que habitó América del Sur hace unos ocho mil años, según la reseña con la que se lo muestra en el museo.
Después de tener un extenso y fuerte vínculo con Claromecó, así de activo lo sorprendió la muerte, a la cual –aseguran quienes lo conocían en su cotidianidad- no le temía.
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GENTILEZA MUSEO REGIONAL “ANIBAL PAZ”
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