Los pescadores Lucas Mulder y Pablo Screpante compartieron sus experiencias acerca de cómo afrontan el invierno en un rubro que “te tiene que gustar”. Coincidieron en que se produjo una reducción en las ventas y describieron cómo se las ingenian en el día a día
Por Luciano Moran
En Claromecó, la pesca artesanal en invierno se mantiene en actividad siempre y cuando las condiciones climáticas lo permitan. Las salidas embarcadas en el mar, para muchos, son exclusivas del verano. Pero para otros, el gusto de realizar esta modalidad en el agua salada se extiende a lo largo de todo el año porque representa una fuente laboral, a pesar de las bajas temperaturas invernales.
De esta manera, los pescadores locales (individual o grupalmente) aprovechan la actividad durante los 12 meses del año con una parte importante de la producción destinada a la exportación. La pesca artesanal se realiza cerca de la costa y a pequeña escala, de modo tal que los recursos obtenidos se destinan, principalmente, al consumo humano directo.

Para conocer más detalles sobre este rubro, La Voz del Pueblo contactó a dos protagonistas que tiene esta historia en Claromecó. Se trata de los pescadores -con gran experiencia y trayectoria por seguir el legado familiar- Lucas Mulder (44) y Pablo Screpante (45), quienes contaron cómo se las “rebuscan” para llevar adelante la pesca artesanal “en la época más brava del año”, teniendo en cuenta las bajas temperaturas.
En primer lugar, Lucas Mulder explicó que “hice la carrera de piloto de pesca en Mar del Plata, estuve trabajando en barcos grandes un tiempo largo, aunque luego de eso me radiqué en Claromecó hace más de 5 años, donde tengo una lancha. Mi abuelo pescó toda la vida acá y mi padre también, seguí sus pasos”.
Y agregó que “esta es la época más brava del año porque a pesar de que hay varias artes de pesca que uno puede utilizar, el mar está lleno de lobos marinos que rompen mucho las líneas. Las lanchas y las embarcaciones que pescan con red en malla están complicadas por ese tema. No es un año de gran cantidad de pescado para ese arte de pesca”.
“En el mercado interno se registra una baja considerable, porque está bastante quieto el asunto”
(Lucas Mulder)
En lo personal, valoró que la temporada fuerte de él “es la del mero que arranca en el mes de agosto, septiembre y octubre. Pescamos con canastos que tienen una especie de trampas que se llaman nasas, gran parte de lo que sacamos se lo vendemos a un hombre que lo exporta, y la otra, la proceso y la vendo. Tengo una pescadería y un restaurante”.
Sobre el régimen de salida diaria que desarrolla para obtener el producto estrella, dijo que “eso lo determina el estado del tiempo, siempre que está lindo el día salimos. Este viernes seguramente entremos al mar, tiene que estar bien el clima para ir a la zona precisa en donde haya pescados obviamente, porque muchas veces no se encuentran así nomás. Es una tarea nada sencilla”.
Mencionó que quienes optan por pescar con red en malla, “agarran gatuso principalmente y algo de pescadilla o corvina. Nosotros, por ejemplo, hacemos línea y pescamos chernia, mero y salmón. Eso se pesca con anzuelo, tenemos clientes en Mar del Plata y Buenos Aires a quienes se lo llevamos en nuestro transporte que cumple con todas las normas de seguridad e higiene, habilitado por el Senasa”.
Menos demanda
Al ser consultado sobre la realidad que afronta el mercado interno, dijo que “está complicado por la situación que afronta el país. Los frigoríficos que exportan están trabajando con normalidad, pero en el mercado interno hay una baja considerable porque está bastante quieto el asunto. Abarca restaurantes, distribuidoras y pescaderías hasta el consumo propio del hogar. Hay un freno en comparación de otros años”.
Remarcó con énfasis el hecho de darle continuidad al legado familiar y que, con su hermano, “cada uno tiene su embarcación. Es un trabajo que, principalmente, te tiene que gustar porque en lo económico no te proporciona gran rentabilidad, lo lindo es que uno vive en un pueblo tranquilo y puede hacer lo que le gusta. Te tiene que apasionar la pesca artesanal. No hay otra fórmula”.
Dentro de su estructura laboral planificada para el año, señaló que, durante agosto, septiembre, octubre y noviembre, “trabajamos fuerte entre el mero y el tiburón. Luego, preparo el stock de pescado para el verano (diciembre, enero, febrero y marzo) para comercializarlo en la pescadería, donde vendemos gran parte de lo que pescamos, al igual que en el food truck. Es decir, una parte del año pescamos y la otra, se procesa y se vende al público”.
Se pronunció respecto a lo que le dejó la actividad en 2024 y explicó que “no fue buena temporada en materia de volumen pero si vendimos a buen precio, lo que compensó un poco. Uno hace su parte, después es claro que dependemos del clima, de los compradores, del pescado y otros factores. Tengo la esperanza de que sea una temporada buena, pero son muchas las variables que existen que no te dejan asegurar ni dejar nada por sentado”.

“Venimos zafando”
Por su parte, Pablo Screpante contó que, también como su colega, se dedica a la pesca artesanal desde hace un largo tiempo. “Entramos a pescar cuando está bueno el pronóstico. En la semana, cualquier día que esté ok el clima entramos, bajo el arte de pesca trasmallo. Llamo al comprador y si me da el visto bueno, ingresamos para que después venga a buscar el pescado con el camión”, sostuvo.
En relación a su visión sobre el presente, expresó que “algo de pescado hay este año, por ahora venimos zafando. La demanda es poca porque no se vende, esta es la época más brava del sin dudas. El mero, flojo. Ahora apareció algo de gatuso que es lo que pescamos siempre. Veremos como se acomoda la costa después de lo que fue el último temporal, que hizo un desastre por cierto”.
“Por suerte nuestro comprador, una o dos veces por semana, nos pide pescado. Pero viene floja la cosa”
(Pablo Screpante)
Hizo referencia a que su labor es manejar la lancha y que sale a pescar con dos marineros más. “Hago esto hace 20 años, continué el legado de mi viejo. Cuando él vino de Buenos Aires lo primero que hizo fue salir en las lanchas, yo tenía 6 años. Él se radicó en México y yo decidí seguir acá con la pesca”, subrayó orgulloso.
Describió que el gatuso “lo pescamos siempre, vamos mechando con el mero. Lo que agarramos lo vienen a buscar en transporte desde Mar del Plata, con hielo y grupo térmico. Va bien fresco para el consumo humano”.
En cuanto al presente que afronta el sector, dio su postura y dijo que “la demanda bajó mucho porque hay compradores que no están comprando, hay compañeros que no entran al mar porque no tienen comprador. Por suerte el nuestro, una vez o dos por semana, nos pide pescado. Pero viene floja la cosa, no es una locura. Imagínate que a la par de esto me dedico a ser peón de albañil. Saca tus propias conclusiones”.
Sin ir más lejos, indicó que en Claromecó a veces “se vende algo en la playa y por allí lo que puedo filetear, pero muy poco. El que nos compra normalmente a nosotros es la pescadería de Dunamar y algunos visitantes que vienen por el fin de semana, cuando andan por esta zona. Gente conocida”.
Definió a la pesca artesanal como “un modo de vida. Necesitas entrar al mar, además de que es un trabajo con todo lo que eso conlleva. Me gusta porque el mar te llama. Pasamos frío, calor y un poco de todo. No importa, seguimos adelante”.
Antes del cierre, y agradecido por el contacto al igual que Mulder, Pablo Screpante informó que los meses de temporada alta para la pesca “van desde fines de agosto hasta octubre, en lo que es mero. Después se empieza con la pesca fina: gatuso, pescadilla y lo demás. Junio y julio, se corta. Es un comportamiento que viene cambiando todos los años. Otros años en marzo ya empezábamos a pescar muy bien, algo que no pasa hace desde hace bastante lamentablemente”.