Cada día 27, vecinos de Copetonas realizan una marcha

Opinión

Dolor y tristeza en Copetonas

Prohibido olvidar

05|03|23 18:46 hs.

Por Jorge González


Señora directora: 
Al igual que muchos argentinos, seguí el día a día del juicio oral por el homicidio de Fernando Báez Sosa. El ver a esos padres padeciendo ese dolor que no me es desconocido, imaginé el calvario vivido por esa familia, los que en medio de ese drama imposible de describir, como es el perder un hijo, sin siquiera darse tiempo para el duelo, se abocaron de lleno a la búsqueda de justicia, lucha que más allá de la importancia del fallo del tribunal condenando a los acusados, aún no ha terminado, le queda mucho camino por recorrer, ya que habrá apelaciones, nuevas instancias, hasta llegar a una sentencia firme. Pero mi imaginación fue aún más allá, porque cómo no vincularlo con la gran cantidad de familias que en distintos puntos del país, donde si bien sus casos no tienen la misma visibilidad y tratamiento público, sufren y padecen situaciones muy similares. 

Y cómo no vincularlo con lo que hoy vivimos los copetonenses, ese dolor que nos araña el alma, por esas cuatro víctimas, Ivan, Javier, Jeremías, Ezequiel, a los que la muerte en su versión más infame y traicionera se los llevó puestos. Sin darles ninguna posibilidad de defensa. Mas lo que queda. Familias destruidas que pierden a sus hijos en el amanecer de sus vidas, hijos que pierden a su padre, más todo un pueblo que nunca se imaginó verse un día con un cartel en la mano pidiendo justicia. No, eso tenía que ver con algo que sucedía casi todos los días, pero en otros lugares, era mirarlo por la tele y decir: “Pobre gente, ojalá se haga justicia”. Gente que se sentía hasta en cierto modo privilegiada, bendecida, por vivir en un lugar muy distante de ese tipo de tragedias. 

Pero la única verdad es la realidad, esa realidad que hoy les toca vivir, la que los muestra con un cartel en la mano, donde por momentos hasta me parece verlos como sin saber qué hacer. Pero ahí van, haciendo lo que les sale, lo que pueden, con sus mochilas cargadas de un dolor insoportable van recorriendo las calles de su pueblo clamando por justicia, se lo hace en silencio, un silencio que duele, un silencio donde solo se percibe el sonido de las pisadas sobre el asfalto, irrumpida por llantos contenidos y gemidos donde ya no hay más lagrimas para derramar. 

Las marchas de cada día 27 recorren unas cuatro manzanas de Copetonas, pero la tristeza se pasea por las calles todos los días, se la percibe en cada lugar, en cada rincón, en cada habitante de la localidad. Y uno trata de acompañar como puede, en mi caso al menos, hace que recurra a este medio, para que ese grito cargado de dolor y de necesidad de justicia, llegue a la mayor cantidad de corazones posible, para que oren por esas cuatro almas que ya no están entre nosotros, y por esas familias, que buscan respuestas en los ¿Por qué? que nunca se la darán, porque ante cada ¿Por qué? Siempre surgirá otro ¿Por qué? Solo queda aprender de a poquito a convivir con ese dolor eterno, y tal vez lograr sacar desde ese dolor un mínimo de energía, tan necesaria para no bajar los brazos en esa búsqueda de justicia, que les pueda dar ese pedacito de paz, indispensable para volver poco a poco al camino de la vida, a esa otra vida, porque la anterior murió (O se la mataron) el 27- 11-2022. 

Hay que volver, de a poco, pero hay que volver, por ellos, por los que ya no están y por los que están y tanto los quieren… 

Creo en la justicia, la vida me demostró con hechos que el creer es imprescindible en la vida, el luchar por un fin te exige creer, si no crees en tu propia capacidad de lucha para enfrentar y sortear todo lo que tengas que enfrentar para lograr tus propósitos, tu lucha no tiene sentido. 

Por eso en lo personal, me permito disentir con los que dicen “Ver para creer”. En la vida hay que “Creer para ver”. Digo más, de nada sirve el “ayúdame Dios mío” si no crees que Dios puede hacerlo. Por eso a través de ésta publicación quisiera dejar un mensaje a esas familias que hoy tratan de rearmar sus vidas desde los escombros de sus almas destruidas, y también a toda esa familia grande de la que formo parte que es Copetonas. Decirles que más allá de los vaivenes legales de la justicia, nunca dejen de creer, porque el creer y la fe los mantendrán de pie, en ese largo camino de avances y retrocesos que deberán recorrer hasta el día del veredicto final.