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Raúl Tormes tuvo la oportunidad de colaborar en la creación de un espacio de reconocimiento a los Caídos. Dijo que “la Junta Vecinal era muy metedora”. Desde chico fue amigo de Volponi, contó las vivencias en común y lo definió como “un ser muy especial”
Las familias de Raúl Tormes y Héctor Ricardo Volponi vivían a una cuadra de distancia. Sobre calle Lavalle, a pocas cuadras del arroyo Orellano. Las dos eran de origen humilde, “la nuestra un poco más”, señaló Raúl en un encuentro con este diario.
Es el mayor de tres hijos, luego de él nacieron Jorge y Stella Maris. Heredó el nombre de su padre, mientras que su madre se llamaba América Aid.
“La casa que alquilábamos estaba ubicada en Lavalle 1662 -puntualizó-. La familia Volponi era propietaria de una vivienda en la cuadra anterior, al 1500”.
Habló de los oficios de su padre, que “en primer término fue bolsero en el molino, después trabajó muchos años de camionero en Vizzolini”. Luego desarrolló esta tarea con un camión que le dio Tito Zubiri; “ahí repuntamos un poco más. Esta posibilidad surgió porque mi mamá limpiaba la casa de la familia Zubiri”.

Héctor Ricardo Volponi era hijo único de Héctor Roberto, quien fue piloto de Turismo Carretera y tuvo un taller mecánico con su hermano Miguel; y María Elena “Chicha” Guerendiain, peluquera (fue electa concejala en 1993, por el Frente Justicialista Federal). “Chicha era como una hermana para mi madre”, afirmó.
Había algunos años de diferencia entre ellos porque Raúl nació en 1947 y Héctor Ricardo en 1953. Se conocieron desde chicos y se forjó una amistad que perduró para siempre.
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Raúl realizó el servicio militar en 1968 en la VI Brigada Aérea de Tandil. “Salí a los seis o siete meses (la permanencia en la Fuerza Aérea solía ser de un año, tuvo un muy buen desempeño como soldado). El segundo en salir fue Carlos Sánchez, el actual intendente, y había otros tresarroyenses”, recordó.
Realizó un curso con la posibilidad de ingresar posteriormente a la Escuela de Aviación Militar, pero no avanzó en esta idea porque “andaba de novio y estábamos planificando la formación de nuestro hogar. Tenía que trabajar”. Quedó como alférez de reserva, una designación que se mantiene para toda la vida; la documentación más reciente que recibió, hace pocos días, es un carnet de la Unión de Oficiales de Reserva de las Fuerzas Armadas de la Nación.
Finalizado el servicio militar, se formó como piloto en el Aeroclub de Tres Arroyos.
Héctor Ricardo Volponi asistió también a la escuela de vuelo en Tres Arroyos, “lo llevaba adentro”, sostuvo Raúl. El paso siguiente fue ingresar a la Escuela de Aviación Militar de Córdoba, para seguir su vocación. Posteriormente continuó la carrera en Mendoza, en la Base Aérea El Plumerillo, donde ingresó al Grupo de Caza 4; conoció en esa provincia a María Inés Rico, con quien se casó en 1980. Se produjo el trasado a Tandil y allí nació su hija María Soledad, mientras que al iniciarse la guerra su esposa estaba embarazada de Ricardo, su segundo hijo.
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La última ocasión en que Raúl vio a Héctor Ricardo fue en la VI Brigada Aérea de Tandil. “Viajamos un domingo Osvaldo Quintela y su esposa, mi mujer y yo. Pasamos una tarde agradable”, relató.
Durante la guerra de Malvinas, se comunicó en varias ocasiones con él en forma telefónica a la base aérea militar Rio Grande; cita de manera textual, una frase que pronunció en una de las conversaciones: “Raulito -así me decía-, ‘nos cagábamos a trompadas por salir’. Lo cual era cierto”. Una actitud que demuestra la fortaleza y la convicción de los integrantes de la Fuerza Aérea.
Tomó conocimiento de la caída en combate de su amigo el 23 de mayo de 1982 en un Mirage V- Dagger C-437, en momentos en que “estaba jugando al golf con Osvaldo Arenas. Nos encontrábamos en lo que era el hoyo 6 cuando la madre me fue a buscar. Salí volando solo en mi auto, rumbo a Tandil”.
Los restos del primer teniente Héctor Ricardo Volponi fueron depositados provisoriamente en el cementerio de la mencionada ciudad el 1° de junio de 1982, hacia donde viajaron sus padres, su esposa y sus seres queridos. Semanas después se produjo la inhumación en el departamento de Maipú, provincia de Mendoza, en el regreso de María Inés Rico a su tierra natal.
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Cuando se decidió incorporar el Monumento a los Caídos, Raúl Tormes fue consultado para brindar apoyo. “La Junta Vecinal Plaza España desarrolló una gran tarea -valoró-. Estaba Ré, un hombre muy trabajador; Fredes; y otros integrantes, todos muy buena gente. Arreglaban la plaza a pulmón”.
No dudó en sumarse. “Yo colaboraba junto a Fulgencio Lejárraga para instalar el monumento, otro que estaba con nosotros era Helmuth Petersen”, mencionó.
En su oficina conserva una Libreta del Registro Civil cedida por la familia de Volponi , “las tiras cuando se recibió de alférez”; así como imágenes de filmaciones realizadas por el avión de Héctor Ricardo durante un ataque en Malvinas. Además tiene “todos los libros sobre Malvinas, los he leído”.

En su oficina. Raúl Tormes tiene material relacionado con las islas Malvinas, la carrera de Volponi en la Fuerza Aérea, su participación en la guerra y documentación familiar (Foto: Agostina Alonso)
En una pared, está encuadrado un artículo del diario La Nación de 1997 que lleva como título “Honor y Gloria a los caídos en la guerra del Atlántico Sur”. Hizo referencia al desamparo a los ex combatientes y a la cantidad de tiempo que transcurrió hasta que obtuvieran un reconocimiento, salvo por parte de sus familiares y allegados. Por esta razón, es aún más notorio el Monumento a los Caídos, inaugurado al año siguiente del enfrentamiento bélico con Inglaterra en las islas.
Posee fotografías del acto que tuvo lugar el 23 de mayo de 1987, en el quinto aniversario del fallecimiento de Volponi. Participó el entonces intendente Jorge Foulkes; el capitán Gustavo Aguirre Faget y el comodoro Alberto Luján Dorado, ambos Veteranos de Guerra de Malvinas; entre otros. El homenaje fue organizado por la Asociación de Reservistas de Tres Arroyos Formación Soberanía Nacional, junto a miembros locales de la Unión de Oficiales de Reserva de las Fuerzas Armadas de la Nación. “Vinieron todos”, observó acerca de la magnitud que alcanzó la conmemoración.

El intendente Jorge Foulkes y miembros de las Fuerzas Armadas intervinieron en el acto realizado en 1987, en el quinto aniversario del fallecimiento de Volponi.
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Estableció una muy buena relación con amigos y compañeros de Volponi, en tiempos posteriores a la guerra. Algunos de ellos ya no están. Siente gratitud por la posibilidad de haber mantenido charlas con “el capitán Luna, Carlos Alberto ‘Talo’ Moreno, Carlos Napoleón Martínez, Luis ‘Tucu’ Cervera”, al igual que por recibir en Tres Arroyos a Aguirre Faget y Dorado, entre otros.

Raúl Tormes descubrió una placa junto a Fulgencio Lejárraga
Con admiración y aprecio, sostuvo que Talo Moreno, “fue el primer piloto en entrar en combate con los aviones Sea Harrier. “El Mirage-Dagger salía de Río Grande, tenían que estar muy pendientes del combustible, mientras que el Harrier subía y bajaba como un helicóptero. Había una gran diferencia de despegue y aterrizaje”.



Tiene presente su último encuentro con Talo Moreno, fallecido en 2018, que se produjo en el hotel que la Fuerza Aérea Argentina tiene en Vicente López (habitualmente llamado “Sheratoncito”). “Yo estaba con mi mujer y mis dos hijos adoptivos. Cenamos juntos, teníamos una amistad”, sostuvo.
Hizo una pausa Raúl Tormes en sus palabras y reflexionó sobre la personalidad de Volponi: “¿cuántos tenistas llegan? ¿cuántos golfistas? ¿cuántos pilotos de caza? Se cuentan con los dedos de la mano, son seres muy especiales”.
Finalizó sus apreciaciones con un elogio a la inauguración del Monumento a los Caídos en 1983. “¿Cómo no íbamos a colaborar? -subrayó-. La Junta Vecinal Plaza España era metedora, fantástica. Esto había que hacerlo”.