Edgardo Lavari, que no se retiró ni se va a retirar, sigue ligado al automovilismo

Deportes

Por Jorge López de Ipiña

Edgardo Lavari: una vida enaltecida por el carisma, la amistad y el vértigo

28|07|20 17:04 hs.

“Cuando salí campeón de Mar y Sierras sentí algo tan hermoso, tan especial, que no lo volví a vivir nunca más; pero aquel 4 de julio de 1999, cuando gané en el TC, me recibí como piloto”. Así de simple, profundo y contundente es el sentir de Edgardo Raúl Lavari sobre esos dos momentos de máxima gloria que la vida le regaló a este carismático piloto, ese que movilizó multitudes y llegó a convertirse en ídolo de los tresarroyenses. 




Como a todo lo bueno, muchas veces hay que perseguir algo más de lo imaginado; el Loco lo hizo con el deseo y su mayor esfuerzo posible; el mejor ejemplo se refleja en esa victoria del TC. “Me costó mucho alcanzar ese triunfo que perseguí durante 165 carreras, pero también me dio mucha seguridad para todo lo que vino después. El impacto y resonancia que tuvo esa victoria fue tremendo, casi que inimaginable; es más, hoy en día, 21 años después, sigo disfrutando ese triunfo y hasta me abre puertas para relaciones que me favorecen económicamente”, confesó Lavari.    



Una infancia entre fierros 
Su padre, Raúl, era maquinista del ferrocarril y su madre ama de casa, con su amigo “Juan Carlos Cifuentes, que vivía casi a una cuadra de casa, donde hoy está la estación de servicio hacíamos autos de carreras con las cupecitas de plástico a las que le metíamos plomo adentro, un eje de alambre y las ruedas las fabricábamos con muchas monedas. Tenía mí equipo, así me inicié en el automovilismo; desde muy chico ya soñaba con los autos de carrera, no sé por qué”, recordó con nostalgia. 


Con 9 años Lavari cambiandole la junta de tapas de cilindros del Ford T 47 de su padre


Esa proyección rápidamente mostró otro ejemplo y que nada lo detendría. “Se puede decir que yo me crie en lo de Alonso y Bracco; Víctor Desperés era el herrero y me ayudó a construir un karting cuando yo tenía 10 años, el director del Colegio Industrial (Simón) me fundió las masas”. Su padre influyó “sin querer,” para que siguiera avanzando porque al año siguiente “me regaló una motito; yo le sacaba el motor y se lo ponía al karting y andaba entre los arados, me entrenaba ahí; sino enfrente de la Fábrica Eima (predio de las vías del ferrocarril, ya que Lavari vivía en Avenida del Trabajador 768), donde también jugábamos al fútbol. Después cambié la moto, y hasta corrí carreras zonales en el Moto Club cuando tenía 15”.  


Tapa del suplemento de deportes de La Voz del Pueblo


Sobre 4 ruedas 
Tal era su pasión por los fierros que con apenas 16 años le preparó el auto “al Loco Nicolás Massa; y debuté con él, como acompañante”. A los 17, nuevamente su padre, “creo que buscando que yo no le agarrara su auto, me regaló un Falcon; pero yo a éste nunca lo usé, ni bien pudimos lo transformamos en un auto de competición con Angelín Monsec y Hugo Garat, y ya nos preparamos para debutar en Mar y Sierras. Eso fue en Lobería, cuando cumplí los 18”. 


Lavari, Traverso y Hermoso en el Moto Club


Lavari le confesó a su amigo Angel Di Nezio, “quiero correr, alguna carrera voy a largar. El Yeti se reía pero me aseguró, ‘yo te voy a ir a ver’. Y así fue, estuvo en Lobería y Di Nezio fue el primer gran consejero que tuve; no me lo olvido más. Antes de largar yo estaba muy nervioso y él me decía ‘Loquillo, tranquilo; vos, tranquilo. Hacé de cuenta que estamos paseando en la ‘Vuelta al Perro’ pero un poco más ligero’. Yo parecía tener resortes en las patas, estaba desacatado (risas). Pero tuve suerte y llegué tercero, hice podio en mi debut, siempre junto al Riri Negro (Enrique Ongarini, un gran amigo y entrañable compañero de aventuras) desperté interés y sorpresa entre los que me seguían”, entendió. Y la cosa ya venía bien en serio… 


Triunfo TC en 9 de Julio junto a Ledesma y Sinelli


Buscando mejorar y estar a tono con la categoría, “al auto lo acortamos; en lo de Huguito Galilea, en Colón frente a lo de Florez, con Di Salvo se hizo el trabajo, se empezó a sumar mucha gente, Metalúrgica Aiello nos apoyó desde el principio, la Rectificadora Aastrup lo mismo, armamos la Peña El Chichipi donde se sumaron Mónaco, Difonzo, y le pusimos el motor Ford que habíamos ido armando con cosas buenas que le compramos a Herceg”. El Loco siempre estuvo rodeado de buena gente, y de profesionales capaces como Rosendo Pedro, “quien me ayudó muchísimo con el F100; él fue el primero”. 


Triunfo Top Race Moto Club con Traverso y Fabian Hermoso


No es la previa a una largada, pero la charla le genera adrenalina a Lavari, los recuerdos fluyen en su mente, aparecen personas y hechos “que hasta no creía recordar”, confiesa. Los nombre y hechos surgen a borbotones, “se me mezcla todo porque, la verdad, hubo tanta pero tanta gente que me ayudó que es increíble. El automovilismo es muy caro y con ese apoyo yo pude practicarlo como si hubiese sido un millonario. Todo eso se lo debo a mis amigos”, destacó orgulloso. 

Lavari siempre tuvo un carisma particular, especial; su relación con la gente ha sido magnifica. Los hechos lo reafirman, pero su capacidad como piloto estuvo a la par. “Si, pero aunque te parezca mentira, yo me destaqué más por carisma que por manejo. Yo tuve suerte, iba a pedir algo y me lo regalaban; iba a lo de los hermanos Guillermo, Federico y Arturo Pérez y me regalaban nafta; todo así; lo mismo con el Diario La Voz del Pueblo y la Radio LU24; esos dos medios me impulsaron y atrajeron gente a mí, me ayudaron muchísimo”, valoró.   



La consagración 
Luego de adaptar la carrocería, “porque el motor que tuve siempre fue muy bueno”, todas las piezas fueron encajando, encontrando su lugar más óptimo y consolidado. Así se encaró ese 1975, el de la consagración con el recordado Soprana. “Eso fue soñado, me encantó” remarcó elevando el tono y poniéndole emoción a sus expresiones. “Para mí lo único importante era Mar y Sierras, apostaba todo a esa categoría, y lograr un título en esa divisional tan competitiva fue increíble. No estuve desacertado en festejar tanto ese título; el valor de los rivales que tuve realzaron el valor de mi corona. Esto fue lo que más me marcó en la vida; ese título fue especial. Y la satisfacción mía fue haberle cumplido a tanta esperanza que mi ciudad había depositado en mí…” 

La sociedad de Tres Arroyos amaba al Loco y se lo hacía saber. “La gente me saludaba en todos lados; fue mi mejor época, sin dudas. Siempre recuerdo la cantidad de gente que fue a esperarme a la ruta cuando conseguí la corona en Balcarce, en la tierra de Fangio” resaltó; “la caravana que se armó por la ruta 228 fue increíble, kilómetros de autos. Yo no lo podía creer, no viví nunca más algo parecido a eso”, confesó lleno de orgullo. 

Unas horas antes, Lavari había hecho su parte, se la había jugado en la pista y ganado el título en la última curva; si sí, con un final de película… “Fue un campeonato sabroso al cien por ciento. Pero cuando largamos ‘se me salió la chaveta’, aceleré demasiado y con un motor de 450 caballos calenté la goma. Quedé quinto, pero logré calmarme, me hablé mucho a mi mismo para estar tranquilo. Y así fue, mi manejo fue fluido, empecé a descontar, fui pasando a todos y sólo me quedaba Gallinotti pero también una única y última curva. Te lo cuento y lo disfruto de una manera especial; lo tenía que pasar para ganar la carrera y el título, hasta ahí él era campeón. Entonces me la jugué con todo por afuera, y el auto que iba bárbaro me respondió de maravilla; logré superarlo con una maniobra inolvidable”, destacó el campeón.  


En un box con el Soprana de Mar y Sierras con el que se consagró campeón


A la Fórmula 1 
Con su pasión por los monopostos y buscando nuevos desafíos, la Peña El Chichipi adquirió el Mecánica Argentina Fórmula 1 con el cual Luis Di Palma venía de consagrarse campeón. “Arrancó el nocturno del 76 en Necochea, yo estaba al frente del certamen y tuve el accidente donde el Soprana quedó destrozado. Teníamos el F1, que presentamos en la rural y expusimos en Metalúrgica Daria, y después de 9 meses de inactividad por las lesiones, decidimos ir a probarlo a la Ruta 85 donde nos accidentamos (ver aparte). Se arregló prácticamente a nuevo y a fines de ese año debuté en Buenos Aires. Con La Peña hubo un desentendimiento porque interpreté que algo había cambiado, la cosa parecía más fría con la gente y llegamos a un acuerdo que yo me abría y seguía con ese nuevo proyecto que se extendió entre el 76 y el 79; en La Pampa hice la última fecha con el F-1 y ya en 1984 se lo mandé a Nelson Difonzo; entiendo que esa unidad se vendió cuando se buscaban fondos para el asfaltado del Moto Club, o algo de eso”, acotó. 


Al volante del Mecánica Argentina Fórmula 1


La Pampa, el adiós a su madre
Cumpliendo el deseo de Delfa, su madre, la familia se trasladó a General Pico, La Pampa, de donde ella era oriunda. “Mi mamá estaba muy enferma y quería pasar sus últimos días allá; falleció el 2 de noviembre de 1982” recordó… Después de un breve silencio, el Loco retomó ‘la marcha’ con su relato. Y otra vez la suerte le abrió sus brazos: “Lo mismo, algunos me conocían y la gente de Pico me empezó a apoyar. En el 83 surgió la posibilidad de integrarse al CAP con los recordados Datsun 280Z”. 


Dos horas de TC junto a Emilio Satriano


Así fue hasta el 89, pero en 1986 Raúl Antonio Moreno, de América, una ciudad cercana a Pico, le propuso manejar una Chevy de TC. Su debut fue en la tristemente recordada carrera de La Plata donde Miguel Atauri sufrió un despiste y en el mismo fallecieron un par de espectadores. “Llegué el sábado y no conseguía hotel, me encontré con Jhonny De Benedictis, le pregunté si sabía de alguno y me llevó a su habitación porque tenía una cama libre. Esa noche él me explicó los secretos de la ruta; fue mi profe, me enseñó muchísimo. La ruta era difícil, no era fácil; no te creas que era salir y viajar a Claromecó…”, reflexionó. 

En el 88 pasó a manejar otro Chevrolet, pero de Pico (con un gran apoyo de su amigo Martín) y con la motorización de Pablo Satriano. Tuvo buenos parciales y luchaba entre los 10, pero “el motor no aguantaba”. Así, durante 3 años; en ese lapso la vida lo volvió a cruzar con un viejo conocido ya que le alquiló el Falcon a Difonzo por un par de carreras. La mano cambiaría para el Loco en 1992 cuando con una Dodge de Tapiales, pero corriendo sólo medio campeonato, “peleo el título. Me faltó presupuesto”, confesó. Desde el 93 al 97, el Loco fue estando sólo en algunas carreras; “el primer año corrí 3 con el auto de Mazzacane, lo mismo que en el 94 donde le sumé alguna con un Ford de Benavídez y otro de Trenque Lauquen. Estuve en algunas Dos Horas con Mazzacane, Ortelli (terminó 4°), Delconte (hizo podio) y Satriano (6°)”.    


El TC con el cual ganó la categoría más importante de Argentina


Tres Arroyos Competición “Antonio Maciel es otra de las personas a las cuales le tengo que agradecer mucho porque armó este proyecto e hizo posible conseguir el presupuesto para tener un auto competitivo”, valoró Edgardo. 

Ese proyecto reimpulsó su carrera deportiva desde el 98, y fue con un equipo de lujo. “Tal cual, el proyecto era muy ambicioso; Antonio me pidió que eligiera para tener un equipo ganador y yo opté por Pederzoli en los motores y Di Meglio en el chasis de esa Dodge; me lamento no haber ganado más, era un conjunto de alto nivel”, lamentó. 


A la izquierda en la redacción y a la derecha junto a Garcia Veiga


Y llegó el recordado 4 de julio, en el autódromo de 9 de Julio. “Yo iba cada vez más finito como piloto; el auto estaba, sabía que no me podía equivocar. Estábamos muy bien, el viernes con lluvia hicimos la pole y el sábado clasifiqué tercero; gané mi serie y largué en punta. Y bueno, no había que equivocarse en nada y al auto no le tenía que pasar nada; y así fue, todo perfecto. Marcamos el ritmo, el récord de carrera; ahí nos quedamos tranquilos hasta las dos últimas vueltas donde sólo hubo que rezar a que no pasara nada raro”, y gracias a Dios no pasó nada... 


Después la histórica foto en lo más alto del podio, la página que el Loco abrió en el libro de los ganadores y una gran celebración en Tres Arroyos, donde una semana después se lo recibió, junto a la Dodge, como lo que siempre fue: un ídolo.  
Ese fue el punto más alto del proyecto. “Sin dudas; después cambiamos a Ford con dos unidades de Di Meglio, otras tantas de Avila, uno que nos prestó Cuervo, pero ya no recuperamos el mismo nivel hasta que en el 2003, y sin encontrarle la vuelta, dejé el TC”, confesó. 


Junto a Mazzacane y el auto que compartieron


La pujanza del TAC le permitió sumarse al Top Race. “Tal cual, tuve muchas alegrías, algunas victorias; corrimos bastante y después llegó la idea de Traverso en el desarrollo de los nuevos autos donde a mí me tocó trabajar mucho, probar y desarrollar; me divertí mucho”, aseguró. Pero guarda con especial cariño la presencia que el Top Race tuvo en el Moto Club en el 98 y 99. “Sin dudas fue una fiesta, y haber podido ganar una alegría incomparable; lo disfruté mucho”. Ese fue su regreso con las estrellas, pero mostrando su apego y respeto por su pasado, cuando se inauguró el asfalto del Moto Club, el Loco dijo presente tripulando “el auto de Tatá Bianchi que me consiguió Puchi Erramuspe”. 


Año 86 con la Chevy de TC que le dieron en América La Pampa en el Galvez


El presente, sin retiro 
No se retiró, ni se va a retirar. “Nunca me voy a retirar, aunque no corra más. No me voy a sentir un piloto retirado; no me cae la palabra ‘retiro’, me suena como jubilado y no me veo como un jubilado; no lo siento así aunque mi última prueba haya sido hace 5 años, a los 64” y después de más de 700 carrera en su ‘hoja de ruta’… 

Hace unos meses, Hugo Mazzacane, presidente de la ACTC, le propuso ser parte del proceso. “Estamos viendo algunas cosas para unirnos a su grupo de trabajo, está todo muy encaminado. También, y por mi relación con Daniel Herrero, presidente de Toyota Argentina y a quien le agradezco mucho su apoyo, fui el encargado de llevar a Toyota al Top Race en el sistema de AS y unidades de rescate que aún sigue vigente”. 


Junto a Ramonda y Herrero, Director de Equipo Deportivo y el presidente Toyota Argentina, respectivamente


Si bien Lavari fue una persona acostumbrada a andar, a vivir basado en poder correr, “reconozco a Tres Arroyos como la ciudad donde me crie, que no es poca cosa porque es el sello que uno lleva toda la vida. Hoy en día regreso y la gente me saluda, me reconoce y para mí eso es mucho. En mi ciudad estoy cómodo, la gente me hace sentir bien, me llena de placer recorrer sus calles, pasar por la casa donde nací, la Escuela 5, todos lugares con un alto valor para mis afectos” enfatizó un emocionado Lavari, el mismo que a la hora de elegir su mejor cosecha no se posa en ningún título o victoria, sino que abriendo su corazón confesó: “Soy un agradecido de la vida y de los amigos…”.   


El F1 hoy en el Museo Mouras



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Esa hermosa relación con Landriscina



La relación de amistad que construyeron Edgardo Lavari y Luis Landriscina es tan amplia y fuerte que el tresarroyense la considera “familiar”. En la casa de Luis, en Martínez, partido de San Isidro (lugar donde desde hace casi 40 años reside el Loco) “viví como 15 años, soy como de la familia. Sus nietas son como mis nietas; es algo muy especial. A Luis, en algún momento, lo sentí como si fuera la proyección de mi padre; pero también lo considero mucho como a un hermano. De lo que sí estoy seguro, es que lo siento como Familia” dijo con mayúscula. Se conocieron en una carrera de Mar y Sierras que Lavari ganó en Necochea. “Ahí le dije que sería bueno contratarlo para hacer algún evento y tener así un apoyo extra en nuestro auto. Aceptó de inmediato; nos hicimos amigos, y a Tres Arroyos fue como 3 o 4 veces. Fue un gran aporte que aún hoy en día le sigo agradeciendo”, destacó. 



Amigos de toda la vida 
Para Lavari, la amistad es un don preciado que la vida le regala a las personas. Edgardo es un ejemplo de cómo recoger el mejor futuro tras una sincera siembra. "Mi primera amiga fue Mirta Alonso; su padre era el de "Alonso y Bracco", lugar donde me crie. Ella tenía 3 años, yo 6, y ya jugábamos todos los días. La vida me dio una gran sorpresa cuando fui a correr a Daytona, cuando volábamos a Miami para regresar a Argentina, me la encontré en ese avión; no lo podía creer..." recordó. 

La misma emoción puso cuando remarcó el nombre de "Elsa Rodríguez; era mi compañera en la primaria, la que me hacía las tareas para que yo pudiera andar en karting, una hermosa persona con la cual mantenemos la amistad, al igual que con el grupo de egresados de 1963 de la Escuela 5, con quien tenemos un grupo de WhatsApp, hablamos todos los días y nos reunimos cada vez que vuelvo a la ciudad", destacó.

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Anécdotas inolvidables

Daytona ‘96 
Ser partícipe de la Misión Argentina del ’96 en Daytona fue uno de los puntos más altos en la carrera de Lavari. “Fue muy bueno; la disfruté mucho. Me subí al auto a las 11 de la noche” e iba tan bien que hizo 3 turnos seguidos; “marqué el récord de vuelta y del puesto 36 salté al 6° de nuestra categoría; lástima que se rompió un pistón. Fue una experiencia única, haber andado a 320km/h de noche y en Daytona fue como tocar el cielo con las manos. Es un lugar mítico, llegas a ese lugar y es increíble, fantástico, histórico; impagable, está a la altura de Le Mans”. 


Edgardo Raúl Lavari, que no se retiró ni se va a retirar, sigue ligado al automovilismo


“Me sentía morir” 
 El accidente en la carrera nocturna del 76 en Necochea fue realmente grave. El Soprana quedó destrozado y el Loco recuperó el conocimiento “al otro día, me llevaron a Tres Arroyos con medio cuerpo enyesado; y tengo muy presente en dos madrugadas haberlo despertado a mi viejo desesperado para que me llevara a que me cortaran ese yeso. Era como que se me agrandaba el cuerpo, me hinchaba, me sentía morir…” 



La vida en 10 segundos 
 La goma de los autos de la F1 Argentina eran de 18 pulgadas que importaba la categoría, las mismas de la F1 Internacional. “Fuimos a probarlo a la ruta 85 y por las ondulaciones de la misma hice un desastre. Yo venía fuerte y quise parar frente a esas 200 personas que había y el auto se movió, se puso de costado, lo perdí; me choqué todo... Y otra vez la suerte me acompañó, el auto se partió, el motor salió para un lado y yo arrastré para la banquina; si hubiese arrastrado en el asfalto me quemaba vivo porque estaba lleno de nafta. Nadie pudo entender cómo me levanté, me sacudí un poco y salí caminando”, recordó con asombro. 

Pero su sorpresa fue mayor cuando rememoró ese preciso instante. “¿Cuánto se puede tardar para chocar 7 autos, 10 segundos? Bueno, en esos 10 segundos hice un repaso de toda mi primaria, de todas mis maestras; las cosas que hace la mente” destacó con tremenda sorpresa. “Nunca me podría haber imaginado algo así, fue increíble, jamás me volvió a pasar; es para contar, porque a tanta velocidad y en ese mínimo espacio, vi toda mi vida para atrás…” 

Honrando a la bandera 
Su primer Soprana de Mar y Sierras fue colorado con vivos blancos. “Mi primer trabajo fue en la concesionaria Ford. Ahí, donde Vicente “Tito” Guillamón vio que me gustaba tanto y supo que yo quería correr, me ayudó muchísimo con cantidad de elementos. Ahí se pintó con esos colores, pero después yo propuse pintarlo con los colores de la bandera; en honor a ella se pintó blanco y celeste”.