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Tres Arroyos, SÁBADO 11.05.2024
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La casa de Anne y Juan

En el Vallée d’Oueil, en Francia, en el medio de un paisaje mágico para el ojo humano, el tresarroyense Juan Ignacio De Benedetto tiene hace cuatro años un restaurante junto a su mujer Anne Moussay, una francesa a quien conoció por su paso en París.

Juan nació en nuestra ciudad y, como muchos jóvenes, al finalizar el secundario trasladó su vida a la ciudad de Buenos Aires para estudiar hotelería. Sin embargo, la pasión por la cocina la descubrió de pura casualidad y nunca más la pudo dejar. 
En una pasantía que realizó en Las Leñas en el Hotel Piscis, uno de los cocineros se cortó el dedo y Juan debió cubrir el puesto del hombre. “Ahí me gustó la adrenalina que se sentía y empecé a interesarme más por la parte de cocina”, contó en una entrevista con este diario. 
Así, comenzó a estudiar en una escuela de cocina, pero “nunca la terminé porque creo que es un trabajo artesanal que se aprende mucho más trabajando que estudiando en una escuela”, mencionó. Pasó por diferentes hoteles y restaurantes del Calafate, Las Leñas, de Buenos Aires, hasta trabajó en Canal 7 junto a Georgina Barbarossa en un programa que cocinaban recetas enviadas por la audiencia en vivo. 
“En Argentina estuve más que nada en Buenos Aires donde hice mi carrera al lado de Rodrigo Tosso, que es un gran cocinero. Después trabajé en alrededor de seis restaurantes donde encontré buenos maestros que me enseñaron y en un momento decidí partir a buscar otra experiencia porque había pasado fugazmente ocho meses en Italia pero me había quedado algo pendiente”, recordó. De esta forma, hace 11 años atrás emprendió un viaje para tratar de encontrar su voz. 
Pasó un tiempo en Brasil, luego se radicó durante dos años en Italia y finalmente partió a París. “Al comienzo, fui buscar argentinos. Los primeros seis meses fueron difíciles porque no hablaba para nada el idioma y no me animaba ni a comprar una baguette”. 
Un día, caminando por la calle, se topó con una bandera argentina y a partir de allí su vida en Francia dio un giro. “Eran unos chicos que hacía quince años estaban y ellos me enseñaron un poco el idioma y me presentaron gente que me llevó a trabajar a otros restaurantes. Poco a poco me empecé a animar a hablar y después de tres años ya me pusieron como jefe de cocina en un trabajo”. 
Estuvo primero en un restaurante argentino, luego en uno donde se trabajaban carnes de todo el mundo y el tercero fue una experiencia de bistronomía, es decir, un modo que se emplea para una cocina de alto estándar a precios accesibles.
Durante este tiempo en París, conoció a su mujer Anne que no estaba relacionada al mundo de la gastronomía, y juntos se fueron a un pueblito perdido en los Pirineos.

Fos y Cirès 
Buscando tranquilidad y queriendo emprender juntos, Anna y Juan investigaron lugares para tomarlos como gerencia y se mudaron a Fos, un pueblo al sur de Francia en donde comenzaron a trabajar en la cantina de una escuela. “Le dábamos de comer a los veinte chicos del pueblo, que fue algo que estuvo buenísimo como experiencia porque hicimos un trabajo de aproximación a las verduras con todos”.
Luego de finalizar la gerencia, que duró tres años, buscando nuevas aventuras se instalaron en otro pueblito a 25 kilómetros de donde estaban, llamado Cirès, donde trabajan actualmente. “Está en un valle muy bonito, el Vallée d’Oueil, y hay siete pueblos encadenados con una población total de cien habitantes. Estamos cerca de una ciudad llamada Luchón, que es uno de los primeros centros de esquí de Francia. Hoy no es tan popular pero sigue habiendo turismo. Tiene dos mil habitantes todo el año y en temporada llega a cinco mil”, indicó Juan. 

El restaurante se ubica en Cirès, un pueblito al sur de Francia

En Cirès, que hace cuatro años se instalaron, tomaron un restaurante tradicional que ya existía y le hicieron un cambio de perfil. Le pusieron El Almacèn de Cirès, sacaron la conexión de gas para poner todo a leña y le dieron una vuelta gastronómica a la zona.
“Para llegar a eso tampoco teníamos la plata, entonces decidimos hacer un crowdfunding, que es un financiamiento participativo ya que no nos daban créditos. Como el francés tiene la costumbre de moverse kilómetros para comer, Anna me había asegurado que íbamos a tener público. Nos animamos, y decidimos probar este financiamiento en donde por ejemplo alguien daba cien euros entonces nosotros le dábamos dos cenas, o me daba doscientos euros y le ofrecíamos un vino con cena”. 
Con ese financiamiento llegaron a juntar siete mil euros, que les permitió después pedir un crédito, seguros de que su idea iba a funcionar. “Había gente que ni conocíamos pero que les gustó el proyecto, nos vieron jóvenes, con ganas de hacer cosas y nos ayudaron”. 
Poco a poco se fueron haciendo conocidos por la zona y tuvieron gran éxito, ya que el primer año fueron importantes guías turísticas francesas que los recomendaban, y tuvieron muchas notas en revistas. 
El restaurante tiene un estilo diferente y la cocina argentina está presente en algunos detalles, como el chimuchurri o el dulce de leche. Es un espacio chico ya que cuenta con veinte cubiertos y es muy personalizado. “Es un restaurante sin pretensiones, no hacemos algún tipo de cocina, sino que simplemente hacemos cocina. Cambiamos el menú todas las semanas en función de los productos que vamos teniendo. Es una cocina de escucha más que nada porque trabajamos con productores locales por una cuestión de lógica de que no vamos a viajar kilómetros a buscar verdura cuando la podemos conseguir en el mismo lugar que estamos”, expresó. 

En El Almacèn, los platos se realizan con los productos de estación disponibles

Tienen dos menús: uno de 37 euros, de cuatro platos, y otro de 50, de siete platos.
Si bien el restaurante ha sido catalogado por las guías turísticas más importante de Francia y ha recibido numerosas menciones, para Juan Ignacio “el reconocimiento más importante es que la gente siga viniendo. Lo que más queremos es que se vayan contentos. Tenemos clientes que por ahí no están acostumbrados a este tipo de gastronomía y no entienden mucho ni bien entran, pero al irse, se van con una sonrisa y agradeciéndonos”.
“A mí como cocinero los reconocimientos me dan orgullo personal, pero no es nuestro objetivo. Nosotros seguimos apostando a hacer cosas por le región, porque nos gusta mucho”, agregó. 

Pandemia
Al igual que ocurrió en nuestro país, el sector gastronómico en Francia fue muy golpeado por la pandemia y por los diferentes confinamientos. “Nosotros ni bien terminó de hablar el presidente sobre la cuarentena, esa misma noche ya estábamos pensando cómo reinventarnos”, confesó Juan. 
De esta manera, al instante comenzaron a mandar junto a Anne mensajes a su lista de clientes más fieles, compuesta por entre 60 u 80 personas, para comunicar que nos los querían perder de vista y que proponían hacer todos los fines de semana un menú a domicilio. “La lista terminó transformándose en una de 400 personas”, manifestó.
Por otro lado, durante el primer confinamiento recibían una ayuda de mil euros por mes, “que no cubría nada en realidad pero era una ayuda y todo servía en esa época. En aquel momento muchos restaurantes no hacían nada y cerraron, o sea que éramos los únicos de la zona que enviábamos a domicilio entre sábado y domingo, que nos permitió tener un encuentro con los clientes, que nos invitaban casi a entrar a sus casas”. 

El restaurante cuenta con una capacidad de veinte cubiertos

En cuanto al segundo confinamiento que tuvieron en Francia, “nos dieron diez mil euros por mes, pero tampoco alcanzaba porque las cargas y todos los gastos había que seguir pagándolos”. 
De todas formas, “lo lindo fue la solidaridad de los clientes porque muchas veces pedían el menú no por necesidad sino para ayudarnos. Toda esa gente después cuando volvimos a abrir el restaurante empezó a ir y fue lindo porque no se perdió el vínculo”.
“La gente viene y se relaja en nuestro restaurante. Hacemos un solo servicio de noche con reserva de jueves a lunes, y sábado y domingo hacemos también al mediodía. Tenemos clientes que vienen a las 7 de la tarde y hasta las 2 de la mañana no se van, y ahí te das cuenta que la gente está bien. Las personas hoy no vienen a El Almacèn sino que vienen a la casa de Anne y Juan”. 
Proyectos 
Actualmente, tienen su vivienda en un pueblo a tres kilómetros del restaurante, llamado Mayrègne. Como Anne se encuentra embarazada de mellizos y no querían que siga con el ritmo intenso del restaurante, adquirieron una casa con un horno a leña, al lado de su hogar. “Decidimos hacer el pequeño Almacèn, que va a ser un salón de té y panadería para todo el valle. La idea es que la gente se pueda quedar al exterior y que sea dinámico, para tomar un café, un chocolate caliente y comer un pan fresco”, contó Juan sobre este proyecto que están por emprender. 
Además, como una forma de retomar las tradiciones francesas, otro proyecto es poder organizar una vez por mes una jornada para usar el horno a leña, en donde cada vecino se lleva su alimento y todos participan de esa cocina comunitaria. “Más que nada para reunir a la gente que luego de la pandemia se separó un poco y para crear una dinámica diferente en el valle”. 

Anne y Juan, en el lugar que ellos sienten su casa

“Cada año surge una idea nueva. Queremos quedarnos en el valle porque es el más lindo del mundo y es un hermoso lugar para que nuestros hijos crezcan también. Es mágico y tiene mucha paz”, destacó. 

Paso por Tres Arroyos 
Juan hacía cinco años que no visitaba Argentina, al igual que Anne. “Después de este tiempo encontré a Tres Arroyos muy bien, muy moderno, muy limpio, con buenas estructuras y proyectos. Me pone contento que esté así, con gente que tiene ganas de hacer cosas. Lo veo con mucho futuro”, opinó. 
Estuvieron de pasada también por Buenos Aires y Claromecó, ya que el objetivo de este viaje era más que nada para ver a la familia. “Claromecó también me puse muy contento de verlo porque ha crecido mucho pero sin perder la esencia y ese lado salvaje y rústico”.
     
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