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Héctor, Istilart y el Día del Trabajador

Héctor Spata y la ilustración de Juan Bautista Istilart realizada por Pomo

Por Alejandro Vis

 

Hay conversaciones ocasionales que quedan en la memoria. Palabras que tienen un peso especial. En los primeros meses de 1997, en la estación de servicio ubicada en la ruta 228, Héctor Spata me dijo que era necesario recordar y difundir lo que habían hecho vecinos notables. Mencionó el ejemplo de Juan Bautista Istilart (Francia 1867-Tres Arroyos 1934).

 

Tuve el privilegio de conocer a Héctor porque la vida llevó a que seamos parte de la misma familia. El falleció meses después, de manera prematura a los 53 años, por un choque en la ruta en la zona de Ranchos, el domingo 16 de noviembre de 1997.

 

Como empresario, logró una expansión en el rubro de los combustibles a partir de una visión muy clara y una capacidad enorme. Comenzó en la estación de servicio de San Francisco de Bellocq, un emprendimiento que impulsaron sus padres Salvador y Santina en la década del 30 del siglo pasado, cuando Héctor -hijo único- todavía no había nacido. Intervino y tuvo un rol importante en las instituciones de la localidad, donde su familia residió en forma permanente hasta 1981.

 

La charla mano a mano duró unos minutos y dejó una enseñanza que perdura hasta el día de hoy, para siempre.

 

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En la infancia, nuestro pequeño mundo es “el mundo”. Aquello que nos resulta cotidiano, lo consideramos universal. Por esa razón, tal vez, me llamó la atención que el recepcionista de un hotel en la ciudad de Buenos Aires no supiera como se escribe Istilart.

 

Sucedió cuando ingresábamos en el hotel y mi papá le dijo cuál era nuestra dirección. A partir de esta situación, advertí luego que Istilart es algo así como un prócer de “nuestra patria chica”. Si bien las cocinas de su fábrica tuvieron reconocimiento internacional, no se trataba de un apellido que a todos en el país les resultara familiar.

 

Descubrimientos propios de quien transita sus primeros años y tiene todo por conocer. Me contaron, a partir de mis preguntas, que había sido un vecino destacadísimo en Tres Arroyos.

 

¡Qué bueno sería que la historia local, aunque sea de manera extracurricular, forme parte de contenidos que se brindan en todas las escuelas!

 

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En distintos períodos del diario, en sus ediciones, por supuesto Istilart ha merecido un espacio muy importante. Pero llegan nuevas generaciones y es necesario mantener la presencia de quienes han hecho mejor a Tres Arroyos. Que no queden únicamente en artículos de otras épocas, en las encuadernaciones de archivo.

 

De una etapa relativamente reciente, se publicó un amplio informe de 4 páginas el domingo 15 de julio de 2012. El autor de la recopilación e investigación, si bien no firmó el trabajo, fue el periodista Amilcar Dinsen. Cuando acercó este amplio material a la redacción, me acordé de las palabras de Héctor.

 

Por entonces, se habían cumplido 70 años de un hito para la industria, como señala el escrito: “El 11 de julio de 1942 se anunció y celebró que la empresa de Juan B. Istilart tenía un millar de trabajadores. Desde febrero de ese año se incorporaron 364 hombres. El creador e impulsor de la firma había fallecido en 1934, pero dejó una organización que cuidaba hasta el más mínimo detalle”.

 

Se trataba de la segunda vez que el número 1000 daba una gran satisfacción a la fábrica. La primera había sido en abril de 1929, cuando alcanzó una venta de tal cantidad de cocinas en forma mensual. En la fiesta que se realizó por contar con mil obreros ocupados, el titular de la empresa Juan B. Soumoulou mencionó el antecedente de las cocinas.

 

Este hito ocurrió en plena Segunda Guerra Mundial, que finalizaría en 1945 con el triunfo de las fuerzas aliadas. Istilart había dejado un legado sumamente valioso. Fue un verdadero pionero, con una mirada de avanzada: instituyó la jornada laboral de ocho horas, veinte años antes de que se dictara una ley que así lo estableciera (de seis horas para los menores, porque los aprendices ingresaban a los 15 años). Los empleados percibían salario familiar, aportes sociales y asignaciones, que luego tendrían vigencia obligatoria en el país.

 

Es oportuno hacer referencia a un hecho relevante, entre muchísimos otros, que lo tuvo como protagonista. Encabezó la comisión que reunió los fondos para construir el Hospital Pirovano, que fue inaugurado el 27 de julio de 1924. En poco tiempo se cumplirán cien años de aquel acontecimiento central para la salud del distrito.

 

Antes, muy pronto, el 28 de mayo próximo, se vivirá la jornada del centenario de la Escuela Técnica. Istilart fue el vicepresidente de la Comisión Pro Escuela de Artes y Oficios, que presidía el entonces intendente José V. Aldasoro. Los integrantes de la Comisión lograron que el Concejo Deliberante aprobara en septiembre de 1925 la cesión, en primer término por cinco años, del edificio ubicado en Pedro N. Carrera 625 (allí había funcionado el Hospital Municipal). Se requería de espacio para los talleres de herrería y carpintería manual.

 

Es muy extensa la nómina de instituciones que fundó o ayudó de manera decisiva. Por citar sólo un ejemplo más, la Escuela 5 lleva su nombre.

 

Mariano Pérez publicó en La Voz del Pueblo en el año 2020 una serie de artículos que describen su tarea, con datos y referencias muy interesantes. Huracán, club que preside, considera a Istilart “como un padre” por su apoyo determinante en la primera etapa del club.

 

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La vida cambió, los trabajos se realizan de otro modo, la tecnología genera escenarios impensados décadas atrás. Internet modificó nuestros hábitos, la forma de relacionarnos y comunicarnos, abre también oportunidades, plantea desafíos. Irrumpe la Inteligencia Artificial.

 

Tres Arroyos tiene características que potencian su posibilidad de recuperación ante las adversidades, lamentablemente recurrentes, que afectan a nuestro país. Pero también se ve atravesado por una crisis que impacta en amplísimos sectores de la sociedad.

 

Claro que no se puede evaluar la realidad de estos días con los parámetros del período en que la empresa Istilart llegó a contar con 1000 obreros. Sin embargo, al planificar el futuro, es una de las referencias indispensables de nuestra identidad.

 

La tapa hace pocos días, dedicada al Día del Trabajador, tuvo un título de una palabra: “Laburantes”. Un homenaje también extensivo a los jubilados, que se esforzaron toda la vida, a quienes buscan trabajo porque están desempleados; y a las amas de casa. El aporte silencioso de todos los que ponen el hombro.

 

 

 

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