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Tres Arroyos, VIERNES 17.05.2024
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En el nombre del pueblo

Por Juan Berretta


“Si pudiera elegir, si la vida me diera la oportunidad de elegir, vuelvo a Cascallares. Los recuerdos más hermosos que tengo son de Cascallares. Sigue siendo el pueblo de mi vida”, asegura el hombre con tono pausado y mucho sentimiento. Ya había pasado casi una hora de charla, de un recorrido vertiginoso por su rica vida, pero la emoción recién apareció ahí, al llegar a Cascallares, donde vivió 40 años y formó su familia.

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El aspecto de Edgar María de la Fuente desmiente los 80 años que asegura tener. Y su sorprendente memoria echa más dudas aún sobre lo que dice su documento. “Trato de seguir con mis aficiones para que no se oxiden las neuronas”, cuenta con una sonrisa. Instalado unos días en la casa familiar de balneario Reta, el hombre descansa un poco de la activa rutina que lleva en Suardi, una localidad del oeste santafesino en la que reside desde hace 12 años, para retornar con más energía y poder concretar los proyectos que tiene en carpeta para 2019. 
De la Fuente seguirá gustoso como juez del Juzgado Administrativo Intercomunal de Contravenciones de seis comunas y como presidente de la Asociación de Abogados de las comunas de Suardi, San Guillermo y Villa Trinidad. También continuará dictando clases en la Universidad de Rafaela, en la cátedra de Derecho Administrativo. Y en los ratos libres les dará forma a los tres libros que tiene decidido publicar este año. El contenido de uno de ellos llevará una pesada carga emotiva: “Lo haré a partir de las poesías infantiles que les escribía a mis tres hijas cuando eran chiquitas, y que las tenía archivadas”, explica. 
Entonces, en el relato pausado de este hombre agradable, memorioso y culto, algo se quiebra. La emoción gana la escena, así lo evidencia su mirada que se humedece. Sus tres hijas se criaron en Cascallares, de modo que la charla se mete de lleno en su relación con el pueblo, su querido pueblo. “Viví 40 años en Cascallares, ahí me crié, conocí a mi esposa, me casé, nacieron y se criaron mis tres hijas. Es el pueblo de mi vida”, dice con ganas de viajar en el tiempo y repasar aquellos días. 

Edgar recibió a La Voz del Pueblo en Reta, donde pasó unos días de descanso. El juez veranea en la villa desde mediados de los 60, cuando su suegro compró un terreno

Teléfonos 
De la Fuente nació en Bahía Blanca. Cuando tenía ocho años falleció su papá y su mamá, que trabajaba en la Unión Telefónica -luego ENTel- pidió el traslado y eligió Cascallares. “Me acuerdo como si fuera hoy que nos dijo a mi hermana y a mí: ‘vamos a ir a este lugar que es un pueblo chiquito por dos años y después nos mudaremos a un lugar más grande’”, cuenta. “Yo me quedé 40 años…”, completa el recuerdo con una sonrisa.
Edgar hizo la primaria en el pueblo y el secundario en el viejo Colegio Nacional de Tres Arroyos, iba y venía en tren.
Apenas terminó la escuela empezó a trabajar en la sucursal de ENTel de Cascallares y a cursar la carrera de abogacía a distancia. En una primera etapa, aquellas ganas de estudiar le duraron apenas un par de materias y antes de cumplir 20 años dejó los libros (“cosas que uno hace a esa edad”). 
Con el paso del tiempo se convirtió en jefe de la Central de ENTel y se transformó también en jefe de familia. Se casó con Lilia West, su compañera de toda la vida, y nacieron sus tres hijas: Alicia, Ana Lía y Valentina. “Todo en Cascallares, donde han quedado los recuerdos más hermosos de mi vida”, dice. 

“Fue una satisfacción muy grande para mí averiguar quién fue Micaela Cascallares. Fue como devolverle algo al pueblo que tanto me ha dado”, asegura con emoción

Micaela 
Ni bien llegó a Cascallares, Edgar tuvo curiosidad por saber quién había sido la señora que le daba el nombre a su pueblo. “Nadie me sabía decir quién había sido Micaela Cascallares. Me dieron tres versiones: una que era la esposa de Benjamín del Castillo, el fundador del pueblo; otra que era su amante; y una tercera, que indicaba que era la dueña de los campos donde se fundó la localidad”, explica. 
“Y ninguna de las tres fue cierta. Más bien una hubo una mezcla de ellas” cuenta con la autoridad de haber averiguado la verdad. 
Cuatro años le demandó a De la Fuente saber quién había sido Micaela, con el enorme mérito de haberlo hecho en la década del 70, sin Internet ni las facilidades que ofrecen hoy las comunicaciones y la tecnología. Y también con una alta dosis de suerte y casualidad.

Si bien nació en Bahía Blanca, Edgar se siente cascallarense 100%

“En el arranque de los 70 a mí me tocaba hacer el turno de las 20 a las 3, y una noche llama alguien, a eso de las 11 de la noche, para pedir que lo comunique con Buenos Aires -en esa época desde la central se conseguía la comunicación-, con un apellido que empezaba con la letra c. Agarré la guía y cuando estoy buscando el número veo el apellido Cascallares. Había ocho, y se me ocurrió mandarles una carta a cada uno”, recuerda sobre cómo comenzó la búsqueda. 
“Uno solo me contestó, Antonio Cascallares, que era sobrino bisnieto de Micaela. Seguimos con la correspondencia, pero no pudo darme demasiados datos”, cuenta. 
El desencanto a Edgar le duró casi dos años, en los que si bien continuó con la búsqueda de documentación y bibliografía poco pudo avanzar. Hasta que en una de las tantas largas madrugadas en la oficina de ENTel se le ocurrió buscar en la guía cuántos Marcos Paz había. “Porque Micaela Cascallares fue la esposa de quien fuera vicepresidente de Bartolomé Mitre. Eso me lo comentó Antonio”, explica. 
Había cuatro Marcos Paz en la guía, y a los cuatro les escribió. Otra vez fue uno solo el que contestó. “Era el nieto de Marcos Paz, es decir, de Micaela, hijo de Máximo Paz. Tenía más de 70 años y me mandó muchísimos datos familiares a partir de los cuales pude ir armando la historia”. 
De todos modos, el rompecabezas todavía no estaba completo, porque Edgar no podía descifrar porqué se había decidido nombrar al pueblo Micaela Cascallares. Entonces, decidió buscar otra vía y empezó a bucear en la vida del fundador del pueblo, Benjamín del Castillo. Otra vez la suerte fue determinante: “Por casualidad me encontré con la mujer de Víctor Pennini y le conté la investigación que estaba llevando adelante y me dijo que ella iba a un médico en Buenos Aires que se llamaba Benjamín del Castillo y que era nieto del fundador del pueblo. Así que lo llamé por teléfono y conseguí una entrevista”. 
La mamá del gobernador 
El encuentro fue muy curioso porque el nieto se la pasó despotricando contra el abuelo, al parecer porque el hombre ya viudo se había enamorado de una cantante italiana y se fue a Europa tras ella. Con él se llevó buena parte de la fortuna familiar. De ahí el enojo… Y de ahí también la versión que hablaba de una amante en relación al nombre del pueblo. “Es como que se había confundido todo”, dice Edgar. 
Quejas al margen, De la Fuente logró sacarse la duda. “Cuando Máximo Paz gobernó la provincia de Buenos Aires impulsó la creación de los centros agrícolas, como lo fuera Coronel Dorrego y el propio Cascallares. Y entiendo que, como para tener una atención con el gobernador, Benjamín del Castillo le puso el nombre de la madre al pueblo”, indica.
Años más tarde, en una oportunidad que fue a la Facultad de Derecho, porque a los 36 años decidió retomar los estudios, fue al Cementerio de la Recoleta donde le habían dicho que estaba enterrada Micaela Cascallares. A partir de los datos de uno de los trabajadores de lugar dio con el panteón de la familia Sánchez Sorondo, y a través de la puerta vidriada logró ver la urna de madera con una plaqueta que indicaba que tenía los restos de Micaela Cascallares de Paz. 
Las cenizas de Micaela están allí porque una de sus nietas se casó con Matías Sánchez Sorondo, ministro del Interior de José Félix Uriburu, quien derrocó a Hipólito Yrigoyen en 1930. 
“Así, después de cuatro años, logré descifrar la cuestión, y tiempo después hasta pude ver donde están sus restos. Fue una satisfacción muy grande para mí y fue como devolverle algo al pueblo que tanto me ha dado”, asegura con emoción. 

“Crónicas de la historia argentina”, es uno de los dos libros que tiene publicados Edgar, y en el que relata la historia de la fundación de Cascallares

El abogado 
A los 46 años, y después de muchos sacrificios, Edgar se recibió de abogado. El título llegó para modificarle la vida, así lo reconoce, pero también para quitarle algo sumamente valioso: Cascallares. “Al recibirme empecé un camino totalmente distinto, todo positivo. Es cierto que me alejó de mi querencia. Pero era algo ineludible, era un dolor necesario”, asegura. 
Recibido de abogado, tenía poco por hacer en Cascallares, entonces pidió que lo destinaran a una asesoría letrada de ENTel. Así llegó a Mar del Plata, donde residió tres años. 
“Nos costó mucho irnos de Cascallares. Sobre todo a mi mujer y a mis hijas. Lo lamentamos mucho y dijimos que íbamos a volver. Pero después la vida te va llevando por distintos caminos y tenes que ir aceptándolos”, dice. 
A él la vida luego de la experiencia en Mar del Plata lo transportó a Trelew como Jefe de la Asesoría Jurídica de la Dirección Regional Patagónica de ENTel. Llegó en 1990 la privatización de la empresa, que pasó a manos de Telefónica, pero el continuó en el cargo. Hasta que a principios de 1996, ya con más de 50 años, aceptó el retiro voluntario.  
El juez menos pensado 
Comenzó a dar clases en la facultad de Derecho y en la de Ciencias Económicas, y más tarde se le dio la oportunidad de ingresar a la Justicia y fue designado Juez Civil y Comercial, y después Juez de Cámara. “Pensá que ni siquiera me había imaginado que iba a terminar la carrera, menos aún podría haber soñado con ser juez”, dice con sinceridad. 
En 2007, ya abrumados por la soledad patagónica -una hija vive en Estados Unidos, otra por su actividad no tiene residencia fija y la restante en Santa Fe-, con su mujer decidieron mudarse a Suardi, para estar a dos cuadras de su hija Alicia y sus nietas. Rápido se adaptó Edgar a las tierras santafesinas, comenzó a ejercer como juez y también como docente. Además de escribir periódicamente artículos sobre temas jurídicos. 
Cuenta que se sienta muy bien en Suardi, valora tener a su hija mayor a 200 metros y muchas actividades que lo mantienen vivo. Pero también dice que le hace bien cumplir con la rutina de venir una vez por año a Cascallares.
“Cuando vuelvo siento nostalgia”, cuenta con la mirada húmeda. Y elije el título de una de sus poesías para ponerle punto final a la charla: “Lo llamé ‘Es aquel pueblito nuestro’, y entre paréntesis dice ‘a Micaela Cascallares, el pueblo de la infancia, los amigos y los sueños’”.
“Es una muy buena síntesis de lo que es para mí Cascallares”, confiesa Edgar antes del apretón de manos. 
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