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Tres Arroyos, SÁBADO 11.05.2024
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Una pared para crear

Por Fernando Catalano


Un graffiti deja de ser ilegal cuando el propietario de un muro acuerda hacer uno con el artista callejero. Si bien la esencia de esas pintadas es la ilegalidad misma de hacer notar -en un espacio público o privado- una demanda, un grito ahogado en la sociedad o cualquier tipo de expresión que necesite salir a la luz; hay casos en los que vale la pena ponerse de acuerdo para darle lugar al arte.
Y en Tres Arroyos se dio el caso. 
Hubo un artista que por la necesidad de mostrar sus capacidades buscó genuinamente ganarse un espacio. Pero también asomó un vecino que lo entendió y le hizo el lugar en un paredón de calle Magallanes al 500. 
Diego Lorenzo, conocido en el mundo del arte callejero y del graffiti de Tres Arroyos como “Dimool”, pidió una pared para intervenirla artísticamente, a través de una historia publicada en su Instagram (@dimool32).
Fue Esteban, un vecino de la calle mencionada, quien no sólo le ofreció su espacio sino también las pinturas, y hasta algo de comer. 
El resultado fue extraordinario. Él mismo lo describió como una mezcla de futurista “con juego de luces tipo neón”, y cosas del pasado al sumarle el rostro de Apolo, uno de los dioses de la mitología griega.
Fue tan bueno el graffiti y la sensación que le dejó a Diego esa experiencia que decidió renovar la invitación, por medio de esta nota con LA VOZ DEL PUEBLO. 

Diego Lorenzo (Dimool) es un exponente del arte callejero. También juega al fútbol en la Liga Comercial y antes tuvo su paso por Quilmes

Iniciarse 
Su aventura con el graffiti se remonta a sus 15 años de edad cuando le atraía mucho el dibujo. Hoy con 23, recuerda que su interés por esta faceta del arte callejero lo sorprendió en un viaje por Mar del Plata. 
Descubrió lo que se conoce como una “bomba” en la jerga de sus pares. No es otra cosa que un graffiti con letras redondas y grandes que además estaba ubicado en un sitio prácticamente imposible de acceder. 
Esas bombas suelen tener como inscripción la mera firma del artista, algo que Dimool desde entonces ha practicado. Contó que en aquella oportunidad quedó sorprendido, y que fue desde entonces que comenzó a gestionarse los conocimientos de esa variante del arte. 
Con YouTube y redes sociales de por medio, pero también con el correr de los años, fue fomentándose como artista autodidacta. Fue un trayecto en el reconoce que siempre estuvo acompañado por su padre, Santiago Lorenzo. 

El primer trabajo 
En cierta oportunidad, mientras tenía 17 años, surgió la posibilidad de ganarse los primeros pesos haciendo lo que más le gusta. Y también aprendió cómo – a veces- vilmente aparecen personas con malos intereses. 
Mientras grafiteaba en la zona de la ex estación del ferrocarril, un “diseñador gráfico” se le acercó para ver si no quería ganar algo de plata. La propuesta era muy atractiva sobre todo desde lo artístico porque el trabajo se debía hacer sobre un comercio de venta de ropa en calle Colón, donde no dejaba de imaginar cómo quedaría -a la vista de tanta gente- su firma estampada en el dibujo que a diario no dejarían de ver las personas que recorriesen la zona más transitada de la ciudad.
“Me pagaban hasta los materiales, ahí empecé a usar unos aerosoles que sólo los veía por YouTube, nada más. Fue una buena experiencia por el lado de aprender, aunque estuve muy solo. Me usó”, contó para luego explicar que ese diseñador cobró el trabajo y no le dio su parte, después que Dimool sólo tuviera que instalar el andamio sobre el cual hizo su trabajo. 

Puro talento. En su cuenta de Instagram (@dimoll32), Diego expone una interminable galería de obras

El esqueleto 
El paso del tiempo le dio -además de experiencia y superación- cada vez más vuelo a su trabajo. Y siempre con la meta de dejar su firma, por cualquier espacio que se preste, fue como decidió ir por un objetivo que se fue planteando con el correr del tiempo.
Mientras pasaba un día en Claromecó junto a su amigo Bebo, decidió plantearle la idea de subir al “esqueleto”, para estampar su rúbrica. El trato fue hacerlo sólo si no eran alzados en la ruta cuando estuviesen haciendo dedo para regresar a Tres Arroyos.
Curiosamente ese día no fueron levantados. 

Fue entonces cuando Diego le dijo a Bebo de ir a buscar los materiales que no eran otra cosa que un rodillo y una lata de pintura que se encontraban en la casa de la abuela de su amigo.
El látex estaba podrido pero se las arregló para que oliera mejor, mezclándolo con “esencia de vainilla y Lysoform”. 
Bebo sólo lo acompañó hasta el ingreso del edificio sin terminar, y a partir de allí Diego –con los materiales a cuestas- comenzó a subir por la estructura hasta llegar a la cima. Sobre el último corralón que le llegaba a la altura de la pera, se las ingenió para pintar hacia abajo con un rodillo atado a una madera. 

La maniobra resultó ser todo lo riesgosa que pudo mientras tuvo su momento de determinación, cuando llevó adelante su -no recomendable- proeza. Contó que no lo hizo para que la gente comente sino para que entre pares grafiteros valoren el esfuerzo que uno de ellos hizo para dejar sus huella en semejante sitio. 

Una bomba sobre Magallanes al 500. Dimool dejó su firma en una gran intervención callejera, acordada con el propietario del lugar

Tatuador y DJ 
Por estos días y mientras espera que otros vecinos –o instituciones- le ofrezcan una pared, Diego experimenta con sus primeros trabajos como tatuador, pero sobre todo trabajando con el graffiti. 
Además de haber llevado su arte a escuelas, como la articulación 2040 de la Escuela Nº 5, y a comercios de la ciudad, ha logrado que la actividad que le genera placer desarrollar también le está generando ingresos.
Se reconoce a sí mismo como un “colgado”, pero que al mismo tiempo de repente puede estar “activo”. 
Su tiempo lo pasa con amigos y haciendo lo que disfruta, y es allí donde además concentra sus esfuerzos para organizar eventos itinerantes a los que bautizó como “Zona Perreo”. 
Junto a una amiga, comparten -como hobby- la práctica de Dj’s y convocan a artistas locales del rap y del trap para que tengan un lugar donde expresarse; además de musicalizar los encuentros con ese mismo estilo de música, pero fundamentalmente de las vertientes que no es escuchan en los boliches.
    
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