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Hugo Cortés: toda una vida ligada al arroyo

Nació en Tres Arroyos pero es en Claromecó donde transcurrieron los momentos de su vida que lo marcaron. En una entrevista con La Voz del Pueblo, el referente del Museo Aníbal Paz y propietario de Puerto Mosquito, compartió trayectos de su vida, también sobre el valor de recuperar la historia de la localidad, y su mirada sobre el lugar que eligió para vivir sus próximos días

Hugo Cortés construyó en 1998 el primer quinchito en Puerto Mosquito, y en una entrevista con La Voz del Pueblo, relató sus comienzos, su relación con la historia de Claromecó y el progreso inevitable que observa. 

“Empecé en la temporada 98/99, en noviembre del 98 hice el primer quinchito chiquito y arranqué ese año con eso, de apoco lo fui agrandando. Al año siguiente hice otro más, después hice los baños y fui incorporando embarcaciones”, dijo al describir los primeros pasos que sirvieron para forjar la historia de uno de los paseos tradicionales de Claromecó, especialmente cuando el viento se excede como protagonista en la playa.

El origen 
Antes de comenzar con Puerto Mosquito, incluso, tuvo durante varios años la concesión del Club Náutico. Recordó que cuando llegó a la vera del arroyo se había “vuelto loco” con las canchas de tenis, de paddle, pileta de natación, los botes, hasta que decidió que no quería más “tanto lío”, y optó por el alquiler de botes. 
Hoy además de estar al frente de Puerto Mosquito, forma parte de la comisión del Museo Regional Aníbal Paz, de Claromecó. En el encuentro con la cronista de este diario confesó que en la adolescencia lo que menos le interesaba era la historia local. Pero hoy algunos recuerdos de aquella época surgen en la entrevista y los comparte, así como también parte de su historia. 
“Nací en Tres Arroyos porque mis padres en ese momento vivían ahí. Se conocieron en Claromecó y cuando se casaron se fueron a vivir allá. Yo nací en Tres Arroyos, y cuando muere mi abuelo que tenía una estación de servicio acá en Claromecó, vuelve toda la familia. Donde hoy está Pizzabrosa, calle 7 entre 26 y 28, estaba la estación de servicio que era de mi abuelo, fue la primer estación de servicio de Claromecó, era una Isaura. Después cuando la tuvo mi padre se pasó a la marca Esso, y funcionó hasta el 70’”, mencionó al repasar detalles de sus primeros vínculos con la localidad. 
Cambios en uno 
Su trabajo y dedicación de hoy, para atesorar todo vestigio de la historia de la localidad, se contrapone raramente con los intereses que tuvo en su juventud.
“Nunca le di mucha bolilla a la historia de Claromecó, cuando mis padres hablaban de la gente de acá, a mí no me interesaba. Hoy en día me arrepiento muchísimo porque -hoy que me intereso en la historia- en ese momento me estaban hablando de los primeros habitantes”, dijo como quien quisiera tener la máquina del tiempo para recuperar toda esa información que antes lo supo rodear. 

Igualmente al llevar adelante -con compromiso- su trabajo desde el Museo, recordó para esta nota la historia del primer hotel que hubo en Claromecó.
“Veinte años antes que se fundara Claromecó, Antonio Fernández Molina, le pidió permiso a los Bellocq para poner un hotel en la costa. Así fue cómo comenzó Claromeco prácticamente. Más adelante la familia Bellocq se interesó en hacer un loteo y fundaron el pueblo; y Fernández compró uno de los terrenos para hacer un hotel. El hotel que después fue el de Di Croce, en calle 7 y 26”, relató Hugo. 
Contó después que una vez hecho el hotel, se incendió en 1935; y que cuatro años después, en 1939, sería comprado por la familia Di Croce.
Esta historia forma parte de las tantas que ha podido atesorar para que no se pierdan con el paso del tiempo. “Después que muere mi padre me di cuenta que se estaba perdiendo la historia y ahí fue cuando empecé a investigar y a meterme en el museo. Por eso junté tantas cosas, entrevisté a gente grande, tengo muchas notas grabadas que si no lo hubiera hecho, hoy no me acordaría de todos los datos que me han contado”, confesó. 
Fotos con historia 
Detrás de los pasos de la historia claromequense, Hugo ha puesto especial atención en un recurso muy valioso, la fotografía. “He ido buscando fotos y se ha perdido mucha, mucha gente grande después que muere la familia tira y quema todo. No le dan importancia y eso tiene mucho valor histórico, me desespero cuando pasa eso”, expresó. 
Personalmente 
A lo largo de su vida participó de diferentes emprendimientos. Desde que comenzó ayudando en la Isaura, despachando nafta con los surtidores a manija, pasó también por una pista de Scalextric y hasta por una casa de fotografía junto a Víctor Dubovick donde se encargaba del revelado de los negativos.
Pero también trabajó en un taller mecánico, en el camping La Isla que funcionó sólo una temporada, y hasta participó de la creación del Camping de Reta. 
“El camping de Reta lo hice yo, lástima que me dieron la concesión de ocho años porque cuando empezó a caminar -y estaba listo- se terminó la concesión”, dijo lamentándose. 
Posteriormente y con experiencia en trabajos en fibra de vidrio junto a su hermano Ricardo (el Negro) Cortés, fabricaron un hidrocar. “Hicimos el casco, todo. Siempre hice cosas en fibra y cuando terminé con el camping puse un taller de fibra, mi hermano había puesto una casa de náutica y yo hacia las reparaciones, un tiempo después cerró la casa de náutica y puse mi propio taller”, contó el claromequense que hoy es el reservorio de la historia local. 
El Barco Charrúa
Relató Hugo, que junto al Negro -su hermano- y otro socio, compraron el barco Charrúa que había quedado encallado en San Cayetano. “Para desguazarlo en tierra, porque estaba encallado en la playa, estuve dos años viviendo al lado del barco en un campamento. La idea era ponerlo a flote y tirarlo más a la orilla, y demoramos mucho. Nos tocó un invierno muy malo muchos temporales, el barco se fue rompiendo cada vez más y no lo pudimos hacer”, recordó sobre aquel emprendimiento.
Explicó también que de la embarcacion pudieron sacar “un montón de maderas, hierros, elementos de bronce, ojos de buey, que se fueron vendiendo para pagar el mantenimiento de allá”. 
Si bien el proyecto terminó siendo “malo”, la experiencia le significó un buen recuerdo a Hugo que para la construcción que aún realiza en Puerto Mosquito colocó un ojo de buey, y otros elementos de dicho barco. 
Temporada 
Con respecto a cómo rindió la presente temporada de verano para Puerto Mosquito, Hugo fue determinante. “Estoy seguro que es la temporada más floja desde el 2001. En ningún momento esperé que fuera una temporada brillante, para colmo se complicó con el tiempo muy malo”, dijo al comienzo. 

Su destino está en Puerto Mosquito, el lugar que eligió para su futuro (Caro Mulder)

Precisó que los primeros días de enero fueron lluviosos. “Después durante 3 días más no pude alquilar porque había una correntada y me perdí una semana íntegra durante todo el mes”, afirmó. 
Incluso a mediados de enero en la que se sucedieron días de mucho calor, trabajó “muy poco” porque resultaron ser todos días de playa. “En febrero con menos gente trabaje más”, dijo. 
Claromecó hoy
Para el cierre de la nota Hugo se reservó una reflexión ligada a la transformación que Claromecó experimenta conforme pasan los años.
“Me da risa la gente que se queja de la gente, de cómo creció. Es natural, es lo que quisimos siempre cuando éramos pocos habitantes queríamos que viniera más gente”, advirtió. 
Al recordar esas épocas en las que se añoraba la llegada de nuevos vecinos, apuntó que “no había comercios, no había ningún tipo de vida en invierno. Qué mejor que venga más gente, lo que pasa es esa gente vino a vivir hace cinco años -porque era un lugar tranquilo- y ve que está creciendo, y le molesta. Así como vinieron ellos tiene derecho a venir todo el mundo. Pero es natural no podés vivir enojado por eso, es el progreso”, explicó. 
Por último reveló una ilusión que podrá cumplir más adelante. “Mi sueño es venirme a vivir acá, a Puerto Mosquito. Toda mi vida estuvo ligada al arroyo, que siempre fue una cosa mal vista en Claromecó; y a mí siempre me gustó”, sostuvo.
   
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