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Afuera del sistema, por denunciar irregularidades de la salud pública

Lorena Ocaño es una enfermera nacida en Gonzales Chaves, formada en el Instituto del Sudeste de Benito Juárez, que en 2013 llegó a Tres Arroyos para trabajar en el Hospital Pirovano. Es madre de dos hijos jóvenes. Hace dos años denunció una serie de hechos graves de la salud pública tresarroyense, ocurridos en la unidad sanitaria de Orense, y partir de allí el sistema la fue dejando afuera. Hoy no consigue trabajo ni en el acotado sector privado, después de haber presentado sus observaciones por escrito, tal como le fue pedido. 

 Dos hechos 
Todo comenzó cuando la enviaron a cubrir vacaciones a Orense por un mes. Esos 30 días se hicieron dos años y medio, después que fuera confirmada en el lugar. Vivió los primeros cincos meses en la misma unidad sanitaria en la que trabajaba hasta que al determinar su permanencia, decidió alquilar un departamento. 
Las cosas para ella comenzarían a torcerse cuando se topó con dos hechos que decidió no dejarlos pasar por alto. Eso significaba denunciarlo ante sus autoridades sanitarias inmediatas, con el agregado de un pedido de traslado a Tres Arroyos como consecuencia del punto de tolerancia que alcanzó después de pasar por los mencionados hechos. 

Captura de la nota que el 11 de agosto de 2015, Lorena Ocoño le envió a la doctora Mónica Capellari


 El médico y el paciente 
Uno de ellos refiere a la muerte de un paciente. Se trata del caso de un vecino de la localidad que se negó a ser trasladado a Tres Arroyos, y que también se rehusó a permanecer internado en la salita del pueblo. Después de haber transitado una primera jornada en ese centro de salud orensano con la promesa de volver a hacerse ver si no se sentía bien, debió quedar internado al día siguiente porque su cuadro no mejoraba. 
Cuenta Lorena que a las 16.10 -mientras ella aún no había arribado- llegó el paciente a la sala y de inmediato la enfermera de turno le avisó al doctor acerca de la situación que se estaba dando con el paciente del día anterior. El médico en cuestión -telefónicamente- dio órdenes de sostenerlo con una vía hasta las 19, cuando él llegase. 
«Una parodia» 
A las 18, Lorena inició su turno. Veinte minutos después escucharía un fuerte ruido en la sala donde el hombre permanecía acostado en una camilla. Se había caído y estaba muerto. El hecho precipita la llegaba del médico que reprendió a Lorena porque el paciente no tenía puesta la vía, que se le había desprendido con la caída, contó la enfermera a este diario. El facultativo entonces inició «una parodia» de RCP delante de la familia, cuando el vecino ya había fallecido. 

La profesional le respondió «muy suelta, que yo nunca había tenido una estabilidad económica, que por lo tanto la tuviera por mi hija y que mirara para el otro lado, que cumpliera con mi horario de trabajo» 

Le piden mentir 
El hecho no queda en esa anécdota. La historia se refuerza cuando Lorena recibió la llamada de la por entonces jefa de enfermeras del hospital, «Mabel Elías», quien le pide «acortar la brecha» en el informe interno. La solicitud fue hecha para que el aviso de la internación que se le dio al médico, de ese paciente que fue a las 16, figure en la historia alrededor de las 17.15, es decir más cerca del momento en que el vecino pierde la vida en la unidad sanitaria sin haber sido observado en la salita por el médico encargado de la salud pública del pueblo. 
Después de una disputa interna entre compañeros de trabajo, Lorena dijo haber logrado que la acompañen para firmar el informe «con la verdad», una vez que su jefa de entonces les pidiera que mientan sobre los momentos en que se produjeron los procedimientos. 
La nubaína y el teléfono
 A esa historia se le sumaría otro hecho. Un joven accidentado y muy dolorido recibía un tratamiento con nubaína, una droga que combate el dolor tan efectivamente como la morfina. Pero como resulta tan adictiva sobre todo en jóvenes, se le quita del tratamiento. 
Según Lorena, fue una orden que no todos la respetaron. Esa indicación médica fue resistida por sus compañeros de otro turno para «no molestar» al doctor, porque el joven no paraba de pedirles que se le aplique. Y como ella se negaba padecía la ira del muchacho. También la enfermera debía acceder a los pedidos telefónicos que el doctor le hacía por ejemplo para aplicar inyecciones a personas, cuando el protocolo requiere de la presentación de una orden escrita y de manera personal.
 A esta circunstancia, en una nota que envió a la Dirección del hospital, describió que así se desempeñan «quienes se adaptan al sistema utilizado allí, donde no se debe molestar al médico, por lo tanto diagnostican y medican (en determinados casos) sin orden médica, o recibiendo las indicaciones en forma telefónica».  

Así se desempeñan «quienes se adaptan al sistema utilizado allí, donde no se debe molestar al médico, por lo tanto diagnostican y medican (en determinados casos) sin orden médica, o recibiendo las indicaciones en forma telefónica».  

Mirar para otro lado 
La situación laboral -sin poder estar al lado de sus hijos que se encontraban estudiando en Tres Arroyos- afectó su estado y esto la llevó a hablar con la psicóloga de la Unidad Sanitaria, a quien le contó que «estaba mal, que no podía seguir así», que lo que transitaba personalmente y lo que pasaba en la unidad sanitaria la «había afectado mucho». 
 Dijo entonces que la profesional le respondió «muy suelta, que yo nunca había tenido una estabilidad económica, que por lo tanto la tuviera por mi hija y que mirara para el otro lado, que cumpliera con mi horario de trabajo», algo a lo que se rehusó. «Si tengo que mirar para el otro lado y venir por un sueldo, no quiero», tiró.  
Camino de la denuncia
 Estas irregularidades primero le fueron presentadas al delegado de esos días en la localidad, Raúl Azcat. El funcionario mandó a Lorena a hablar con la directora del Hospital que en ese tiempo era la doctora Mónica Capellari, que hoy ocupa la secretaría municipal de Prevención y Salud. La reconocida obstetra y ginecóloga -según Lorena- le advirtió que la suya era «una grave denuncia» y que su palabra «no servía». 
Además aseguró que le sugirió que si quería sostenerla lo hiciera «por escrito». Fue entonces que describió en un escrito la incómoda situación que atravesaba, dejando abierta la posibilidad «de ser necesario» de poder contar casos puntuales. La presentación fue acompañada con su firma y números de documento y matrícula. También le pidió un cambio de destino hacia Tres Arroyos porque uno de sus hijos egresaba y quería estar cerca, al margen de no poder pagar un tercer alquiler. 
Dijo que como respuesta le fue enviada una carta en donde se le indica que debe dirigirse a su lugar de trabajo en Orense «y pedir disculpas por mi manera de actuar, que no correspondía». En consecuencia, al no otorgársele el pase a Tres Arroyos no pudo quedarse en la localidad, «preferí irme, vendí una moto y un auto, y me vine a Tres Arroyos para quedar a disposición del hospital», desde donde afirma que no la volvieron a llamar. 
Tampoco fue aceptada en la única clínica que quedó funcionando en la ciudad donde asegura que hay un médico que «habló mal» de ella, y donde ella misma contó su experiencia en Orense. 

Lorena Ocaño

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