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El diario, la casa de Oscar

Del barrio Once Corazones, entre la cancha de Unión y la Feria, salió Oscar Rossi a trabajar rumbo a la imprenta de los amigos de su padre, Correa y Montenegro. Está convencido que si no hubiera comenzado a hacer allí sus primeros pasos en el oficio su destino estaba en «acarrear baldes». 

Había empezado a estudiar en la Escuela Técnica, pero la enfermedad de su papá fue la excusa perfecta para dejar el colegio y salir a trabajar, algo bastante común en esa época. En la imprenta aprendió las artes gráficas y luego continuó en esa línea en Imprenta Don Mateo, que funcionaba en ese momento en el Comité Enrique Betolaza. En ese lugar conoció a San Román que trabajaba en el diario, a quien no dudó en pedirle lo ayudara a ingresar a LA VOZ DEL PUEBLO. Tenía 21 años y recién había terminado el servicio militar. 
Lindor Sanguinetti, otro histórico de este diario, lo comenzó a llamar para hacer alguna «changuita de gráfico», para hacer avisos. La tarea que le asignaron fue la de tipógrafo; «se hacía con la hermosa máquina que está en el frente del diario (una linotipo) con las cajas de tipografía, eso en el año 1973». 
La calle Colón 
Oscar Rossi, quien define al lugar donde se desempeñó durante más de cuatro décadas «como mi casa», recuerda que «en ese tiempo, en el diario en calle Colón éramos muchísimos y muy grande el espacio para los talleres. El jefe de taller era Haedo Tolosa, de ese grupo bastante grande fui aprendiendo, ese trabajo lo hacía a la tarde». 
La tarea más artesanal la aprendió a realizar cuando lo enviaron al turno de la tarde. Ese fue el momento en el que comenzó a amigarse con el turno de la noche al que «sentía como un momento de enorme libertad, nos juntábamos con los maquinistas y fui aprendiendo en lo gráfico distintas cosas». 
De esa época recuerda a Alberto y Antonio Maciel, los padres de Alberto y Ramona y de Enrique y Antonio, y de ambos dice «lo mejor que conocí escribiendo, un exquisito fue Alberto, y Antonio imponía mucho respeto», cuenta describiendo cómo los conoció. También señala que Alberto Maciel hijo ingresó a trabajar a este diario en la misma época que él, por lo que forjaron una amistad duradera. 
Hubo unos pocos años en los que Oscar se fue del diario para comenzar con una iniciativa propia, fue en 1978 cuando se casó con Mirta; «pusimos una imprenta con tres compañeros entre ellos Mario Pedrosa que estaba en Deportes. Cuando cada uno siguió su camino me ofrecieron hacer Deportes en el diario y fue cuando me animé a escribir». 
De este momento crucial en el desarrollo de su carrera recuerda el ánimo y estímulo que recibió de Alberto Maciel, quien le dijo que «bastaba que me gustara». Así que Oscar saltó del tablero de ajedrez y de la columna «Enroque» a escribir Deportes, atendiendo los consejos de su mentor; «siempre hacía gráfica, así que un día Alberto padre me dijo ante mi insistencia de querer estudiar, que si me gustaba el deporte y escribir, leyera la columna Olímpico que salía todos los domingos en La Nación y que anduviera mucho en la calle porque lo que hace al periodista no es la universidad sino andar y mirar. Dicho por el mejor periodista que tuvo Tres Arroyos, perdí el miedo». 
Oscar confiesa que «encaré con miedo la tarea, primero tuve de compañeros a Mario Pedrosa , Héctor Asef, «Pichi» Rodera y luego con Rubén Shuit como jefe de Deportes y allí empecé a trabajar efectivo con él en la ‘cocina del deporte’, torneo de bochas, ajedrez, hacíamos de todo y de vez en cuando iba a la cancha». 
Oscar considera que tuvo los mejores maestros y la mejor escuela, especialmente con Enzo Petrini «al que lo consultaba de todo, de la ortografía, de lo mínimo para hacer las cosas bien y aprender por mi escasísima cultura. También me ayudó Bernasconi que sabía muchísimo y que sabe todavía. Petrini y Bernasconi… ¡Qué lindos tipos los dos! Fuentes de enseñanza».
 

«Lo mejor que conocí escribiendo, un exquisito fue Alberto, y Antonio imponía mucho respeto»

Mi amigo Luis 

«Me ayudó muchísimo el ingreso al diario de Luis Elichiri -dice con mucho afecto-, fue fundamental porque es un tipo de cultura moderna que no estaba sujeto a ninguna estructura o atadura cultural, daba su opinión. Escribe muy lindo y me corregía las notas, él era un control que yo tenía». No deja de insistir y de explicar lo importante que fue para él trabajar en equipo con Elichiri, «la llegada de Luis fue muy importante, me habían nombrado jefe de sección de Deportes, mi timidez hacía difícil enfrentar el rol y encontré mucho apoyo en Luis, no podía igualar a Luis que era buenísimo, formamos un muy buen equipo, momentos muy lindos». 
Rossi cuenta entusiasmado que «escribíamos en la Olivetti y después pasábamos las notas a las tipeadoras porque en ese momento ya no había linotipo». 
Con gestos ampulosos y la mirada en el fondo de la sala de conferencias de este diario, Oscar trae al presente la descripción del lugar en el que «cocinaban» los deportes. Señala tres espacios diferentes y dice, «como si los viera, teníamos en frente nuestro a los tipeadores así que eso ayudaba porque estaban para corregir en forma inmediata y nos decían cuando nos equivocábamos, me sirvió porque quería aprender. Tenía a mi cargo a los cronistas entre ellos en hockey a Mario Ceriani, en boxeo a Alberto Poteca, a Oscar Soriano en bochas y fútbol Juan Carlos Benítez». 
En una pequeña oficina se reunían los encargados de la sección deportiva de este diario, lugar al que Oscar califica como «increíble, se hacía todo en medio del mate, del cigarrillo, de la radio prendida. Cuando fuimos a la redacción general entonces estábamos en una mesa con cuatro máquinas de escribir en la que se sentaban los cronistas y los periodistas, en otra mesa Cornejo, Hernán Cortés Clérici, Bernasconi, Thomas y en otra Juan Domingo Menna, Mario Ceriani, Petrini y Aymonino. Teníamos un secretario de redacción, Hugo Pérez, que nos enseñó todo con pocas palabras y con ejemplos, la forma de escribir… Tenía un estilo que admirábamos y tratamos de emular. Un maestro, la sencillez por encima de todo». 

«Trabajé con la hermosa máquina que está en el frente del diario (una linotipo), con las cajas de tipografía»

Cambios 
Con la muerte de Hugo Pérez, Antonio Maciel llamó a Mario Ceriani, a Bernasconi, Juan Domingo Menna y a Pablo Caseuix y a Oscar Rossi para analizar quién de todos podía ocupar su lugar. En este sentido, indica que a Bernasconi le restaban pocos años para jubilarse al igual que Petrini, mientras Pablo Caseuix se fue a hacer radio al sur. «Quedaron Menna -que asumió como secretario del intendente Raúl Correa-, por eso siempre nos reíamos con Mario (Ceriani) porque decíamos que quedamos allí por descarte. Mario tenía una gran personalidad yo era muy tímido y como secretario de redacción te las recibís todas. En ese momento con 30 años no me había sacado el barrio Once Corazones, venía de un lugar duro por eso me faltaba foguearme», manifiesta. 
Antonio Maciel le ofrece el cargo de regente del diario, «no tenía idea qué era eso». Mario Ceriani por su parte le solicita trabajar como prosecretario de redacción y reemplazarlo a él cuando no estaba con la misión de que a partir de las 22 horas Oscar debía hacerse cargo de todo. 
Para Alberto Maciel tiene palabras afectuosas y de admiración. De las distintas responsabilidades que le otorgaron, hace referencia a que «me encomendaron hacer la tapa del diario, la primera». 
Señala que «teníamos reuniones con Antonio periódicamente, me mandó a varios cursos en la Capital y me envió a conocer diarios, incluso fuimos a Colombia en algún momento. En 1991 fui a cubrir a Chile la Copa América, eso me cambió en la carrera, me dio mucho aprendizaje y me codeé con periodistas de primera». 
Cuando el diario pasó a manos de María Ramona Maciel como directora y de Carlos Groenenberg, le ofrecieron ser gerente del diario. «Fui la segunda o tercera persona del diario, en realidad el cargo no agrega nada diferente a la prosecretaría de redacción. Todo me lo fui ganando, pero siempre que pedí algo antes di», afirma.
Reflexiona finalmente que «le di todo al diario, porque fui empleado a tiempo completo durante 44 años, eso es cierto, como también lo es que el diario me dio todo a mí. Quedamos en paz». 
La familia
Oscar formó una familia hermosa que ama y ahora disfrutará más que nunca. «Luciana es diseñadora, vive en México y tiene cuatro hijos; Lucas, dos hijos en La Plata y Romina está en México. No me tomaba franco cuando ellos eran chicos, nunca me tomé sábado y domingo mientras hice Deportes. Mi casa era el diario, no aproveché mucho a mis hijos, casi nada, tampoco las vacaciones que muchas veces he tenido que cortar, siempre me quedé para mirar cómo salía una nota», afirma. 
Comenta que «estoy feliz de estar jubilado y no extraño nada. Se ve que ya había cumplido mi tiempo, el diario no deja de ser mi casa, pero estoy afuera». 
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