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Un ejercicio muy simple permitirá apreciar en qué medida la vía pública está preparada para personas con discapacidad. Sólo basta con prestar un poco de atención al recorrer las calles, para advertir que muchas esquinas carecen aún de rampas. Y no en todos los lugares donde han sido incorporadas poseen el ancho suficiente o la pendiente adecuada para evitar riesgos.
En este contexto, una de las situaciones reiteradas y que ponen en evidencia la dificultad de ponerse en el lugar del otro, de actuar con empatía, es el estacionamiento de vehículos delante de las rampas.
De esta forma, directamente las anulan e impiden su uso. Una frase muy común, cuando se les pide a los ocupantes que salgan del lugar, es «era por un ratito…».
Hasta un patrullero incurrió en esta falta en forma reciente. Su conductor se disculpó cuando le advirtieron sobre el lugar que había elegido para estacionar y pidió disculpas. El ejemplo, a veces, tampoco lo dan quienes deben colaborar en favor del cumplimiento de las leyes.
Hay lugar para todos. Sólo se trata de buscar la ubicación que corresponde, aunque haya que caminar algunos metros más. El respeto a los demás, la mejor manera de convivir como sociedad.
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