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Más que un mecánico es un amigo

Desde hace algunos años Oscar Dovidenko se dedica a la mecánica ligera. «Hoy hago servicios a todo tipo de autos, hace tiempo que no hago motores ni cajas, una porque no me dan los tiempo, y otra porque el físico ya no me está acompañando», explica con sinceridad.

Oscar tiene 57 años y acumula más de 40 de trabajo en un oficio que hasta algún tiempo exigía por demás al cuerpo. «Tengo dos hernias de disco, pero para mí son más», asegura. «Toda la fuerza la hice de joven, antes no había los elementos que hay para trabajar hoy. Ahora no necesitás hacer fuerza o la hacés de otra manera. Antes era colocar cajas de camiones a soja, a pulmón, o estar en el piso con el agua y el frío. No se hacía nada para mejorar, se trabajaba así y listo», recuerda. 
Las consecuencias de tanto esfuerzo es que en la actualidad Oscar deba trabajar a su ritmo. Y tremendo orgullo le despierta saber que sus clientes respetan esa condición. «Yo doy turnos. Y la gente me espera. A veces les recomiendo que vayan a otro, pero no, me esperan. Yo a esta altura no sólo tengo clientes sino que son amigos», cuenta. 
Pese a que insistió, Oscar no hizo la secundaria en el Colegio Industrial como quería. Y finalmente tampoco terminó cursándola en el colegio Nacional como quería su mamá. «Me crié y vivo actualmente en el barrio de la Torre Tanque, entonces no querían que cruzara toda la ciudad para ir a la escuela técnica», explica. «En segundo año en lugar de ir al Nacional, salía de mi casa como si fuera al colegio pero me iba al taller de Héctor De Felice, en Vélez Sarsfield al 500. Ahí había un amigo mío y a mi encantaba mirar y aprender. Hasta que un día conté la verdad en mi casa y empecé a trabajar», relata. 
Fueron cinco años ahí y luego otro tanto en el taller de Belmonte, en Sadi Carnot al 500. «Tuve dos patrones nada más, porque después ya seguí por mi cuenta. Y aprendí muchísimo de ellos, mi oficio se los debo a ellos», asegura. 
A mediados de la década del 80 Oscar alquiló un galpón en La Plata 750 y con mucho sacrificio logró comprar en 1990 el terreno donde construiría su propio taller, en Rocha al 800. 
«Alquilando en La Plata, a lo que hacía de mecánica le agregué el arreglo integral de autos. Compraba las camionetas de la CELTA que salían a remate y las dejaba nuevas. Era un trabajo bien completo, y en esos tiempos económicamente rendía bien. Hoy sería inviable», explica. 
«Gracias a eso, con muchas horas por día, trabajando fines de semana y feriados, pude comprar y hacerme el taller, en el que me instalé en 1998», agrega. 
Para la foto de la nota elige posar junto al motor de una Chevrolet S-10. No es casual la elección. «Esta es de un cliente que atiendo desde 1981. Ya no es un cliente, es un amigo. Y tengo varios así, de muchos años», asegura.
«Yo este trabajo lo relaciono, salvando las diferencias, con el trabajo del médico. Vos te acostumbras a un doctor y vas toda la vida al mismo. Igual pasa con el mecánico», dice. 
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