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«Siempre me gustaron mucho los animales»

Juan Carlos De Ben fue distinguido como Peón Rural por la Comisión Ejecutiva de la Fiesta Provincial del Trigo. LA VOZ DEL PUEBLO visitó su casa y repasó una historia que abarca una vida, enmarcada por mil imágenes.

  Al llegar al domicilio de De Ben, la comodidad estuvo al orden del día. Tranquilo, con voz pausada y manos que demuestran la ardua labor realizada durante décadas, el hombre, ya jubilado, empezó a contar su historia. Con mucha sencillez explica, con una leve sonrisa, que tiene «señora y dos hijos, una nena y un nene, bah, son grandes ya, tienen 40 y 36 años». Todos vivieron durante gran parte de su vida en el campo, donde él desempeñaba su trabajo junto a su esposa.
«Hace 7 años que estoy jubilado, pero trabajé durante 30 años en el campo, con el mismo patrón. El lugar se llama el Hueso Clavado, en el campo San Jorge». Sus palabras afloran y con ello los recuerdos de algo que él mismo define como una «pasión». «Yo empecé de chiquito, a los 15 años salí a trabajar al campo, pero nunca efectivo. Después, cuando me hice grande y me casé a los 24 años, quedé efectivo» señala, remarcando que siempre trabajó allí, donde se siente más a gusto. 
 Más de tres décadas dedicadas al trabajo como peón le dejaron cientos de anécdotas. «Tengo muchos recuerdos lindos y otros que no tanto. Recuerdo los animales que por ahí se enfermaban, el tiempo que no nos ayudaba, cuando se inundó todo o cuando estaba muy seco. El campo es así… por lo menos pudimos aguantar», expresa.
Asimismo, De Ben habla de su gusto por los animales. «A mí el trabajo me gustaba… me gustaban mucho los animales. En esos 30 años nunca tomé vacaciones porque no quería dejar a los animales solos. Me decían ‘pongo otra persona’ pero no es lo mismo…». 
Su conexión con el trabajo rural era tal, que -admite- sólo salía «los fines de semana porque tenía que venir a hacer algo de uno o de los chicos. También iba a San Francisco o a Orense a comprar los ‘vicios'». Naturalmente y casi sin querer, la señora de De Ben se sumó a la charla para realzar lo dicho antes por su marido. «El campo es de toda la vida, nos apasiona… los animales… pasa que uno llega a una edad que ya no es lo mismo, no podés cumplir con los trabajos, te jubilás y tenés que retirarte». 
 – ¿Extrañan la vida en el campo? 
– El primer tiempo sí, nos costó mucho. La tranquilidad del campo… aparte teníamos animales: caballos, gansos, patos, pavos, gallinas, gatos, perros, lo que te imagines. Nos apasionaban los animales. Venir ac*, el asfalto, el ruido… en el campo teníamos el atardecer, el silencio… es cómo el día y la noche.
Allí De Ben hace una pausa y reflexiona: «¿Sabés qué pasó? Fallecieron todos los patrones viejos, que eran los que nos querían a nosotros. Después vinieron los nietos y cambiaron de encargado, pusieron un ingeniero y yo ya no me encontraba con ellos, entonces no quise estar más». 
 – Supongo que debe haber sido difícil pasar 30 años trabajando sin vacaciones… 
– Dónde estábamos nosotros era cómo hacer de cuenta que estábamos en la casa nuestra.
El trabajo 
A veces uno puede ponerse reflexivo y plantearse si puede hacer toda la vida la misma labor. Pero cuando la tarea es una pasión, esa pregunta no existe. Y esa pasión se nota en Juan Carlos De Ben y su esposa cuando hablan de sus 30 años en el campo.  
– ¿Cómo desarrollaba su trabajo de peón?
 – Y cuidaba hacienda y cría; había 800 vacas de cría. Después se dividieron los patrones, quedé con 2, entonces la hacienda también se achicó.  
– ¿Y cómo era un día de su actividad? 
– Yo salía bien temprano en caballo a recorrer, fijarme las aguadas, ver si había algún animal enfermo y si por ahí se moría uno había que ‘cuerearlo’. Se trabajaba de sol a sol, pero como yo estaba solo por ahí me manejaba de otra manera. A veces hacía todo el trabajo a la mañana y a la tarde me quedaba muy poco para hacer, entonces me dedicaba a hacer actividades en la casa.  
 
– Había poco tiempo de descanso…
 – En el campo, si estás ahí, se trabaja de sol a sol. El que dice que en el campo no tiene nada que hacer es mentira. Además de dedicarnos a la hacienda de los patrones, nosotros teníamos animales propios, me dejaban tenerlos ahí. Tenía mis ovejitas, mis vaquitas, chanchos, gallinas… de todo.  
Cuando De Ben decidió jubilarse, su vida cambió por completo. «Tuvimos que vender todo… llegamos a tener veintitantos caballos…» lamenta, mientras agrega que «los caballos nos dejaban tenerlos los otros patrones. Cuando entró esta gente nueva enseguida nos hicieron sacarlos porque decían que comían pasto». 
 Antes de jubilarse recibió propuestas para continuar haciendo lo que más le gusta, pero decidió rechazarlas. «Tuvimos muchas propuestas de trabajo de afuera. Vinieron 2 ó 3 a buscarme para llevarme pero no, yo ya estaba… me faltaban 2 años para jubilarme, sabía que iba a ser poco tiempo. Ese tiempo me dediqué a tramitar la jubilación ya que me habían aportado todo». Y es tanto el amor que lo une con su ocupación de peón, que desde que decidió parar, no realizó más actividades laborales. «No trabajé en ningún lado desde que me vine del campo. Me vinieron a buscar para ir de casero también, pero no quise ir porque el asunto está tan peligroso que capaz te asaltan o te pegan».

Nuevos tiempos
 «Cambia, todo cambia» cantaba Mercedes Sosa muchos años atrás. Y los cambios se dieron en todos lados.  
– ¿Ve muchas modificaciones en la forma en la que se trabaja hoy? 
– Cambió todo. No hay gente como antes. Nosotros veníamos al pueblo y estábamos apurados para irnos al campo. Veníamos a la mañana y nos íbamos capaz que a la tarde o a la nochecita porque extrañábamos, pensábamos en los animales. Es como todo, si están bien en tu oficio, la hacés con todo gusto.  
Juan Carlos De Ben se siente afortunado por haber hecho durante más de tres décadas lo que le gusta. «Como dejé me puse medio duro» dice, y piensa que «si hubiera seguido trabajando, andaría al pelo. Acá en el pueblo siempre se duerme un poquito más, se come un poquito más». Y esa fortuna que él siente, se transformó en reconocimiento en los últimos días. «Me dio una alegría bárbara cuando me avisaron. Reconocieron algo de los tantos años que estuve en el campo». 
 Sobre el final de la charla, De Ben se tomó un minuto para agradecer «a la Comisión de la Fiesta del Trigo que se ha acordado de mí y a muchos vecinos y conocidos… no te los voy a nombrar a todos porque algunos me voy a olvidar, pero estoy muy contento. Quiero agradecerle a toda la gente que se acordó de mí». Por su bondad, sencillez y por tantos años dedicados al campo, hoy la ciudad le otorga una merecida distinción.
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