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La pelota como refugio

Por Pablo Tano (*)


Sarajevo: ciudad del Arco Iris. Lugar plácido, pintoresco y cosmopolita donde convivían en paz habitantes de diferentes etnias y credos. No significaba un obstáculo para la armonía social de este pueblo ser judío, musulmán, católico u ortodoxo. Las comunidades se interrelacionaban y evolucionaban guiadas y aferradas de acuerdo a sus creencias religiosas y costumbres. Y así también la cultura, el arte y el deporte. Las distintas expresiones que el ser humano puede desarrollar tenían libertad en una ciudad “abierta”. 
El 5 de abril de 1992 esa postal se evaporó. El odio de la guerra de Bosnia dejó más de 10.000 civiles muertos y al menos 50.000 heridos. Mucho del terror se vio por la televisión. Todo se transformó. De patas para arriba. La obsesión era que Sarajevo desapareciera del mapa. Y duró unos sangrientos y eternos cuatro años. La muerte absurda y el horror entre los propios conciudadanos enceguecidos por una causa disfrazada de una “Gran Serbia”. 

Pasic decidió resistir a través del fútbol. Hoy es considerado un héroe nacional

La ciudad quedó sitiada y aislada en pocas horas por el JNA (Ejército Popular Yugoslavo) y el VRS (Ejército Popular del Srpska). Cortaron los suministros de gas, electricidad y agua. Escaseaban la comida y los medicamentos. Y las vías de circulación terrestre como las carreteras corrieron la misma suerte. El cielo se teñía de otro color y el aire de otro olor. 
La escuela de la vida 
En medio de la tragedia, un ex futbolista serbio, Predrag Pasic, toma la decisión de no abandonar su tierra a pesar de las posibilidades que le ofrecen para emigrar y funda una escuela de fútbol en mayo de 1993. Su pasado como ex jugador de la Selección yugoslava en los años ’80 le abrió muchas puertas en Europa, donde vistió las camisetas del Stuttgart y el Munich 1860, ambos clubes de la Bundesliga alemana. 

“Afuera había odio entre sus padres y los dirigentes políticos. Pero aquí adentro estábamos todos juntos”

“Había que resistir y seguir con vida. No podía alejarme de mis amigos y mi tierra. Había que adaptarse a una guerra. Y yo pensé en resistir jugando al fútbol. Reuní a más de 300 niños que eran los que más peligro corrían. Entonces ahí decido crear una escuela de fútbol dentro de la ciudad en ruinas. Era crucial para nosotros que la escuela tuviera todas las comunidades y religiones de Sarajevo, igual que antes. Afuera había odio entre sus padres y los dirigentes políticos. Pero aquí adentro estábamos todos juntos. Suena loco abrir una escuela de fútbol en medio de una guerra. Cuando lo pienso ahora se me aflojan las piernas. Pero entonces me parecía tan normal. Hoy me daría miedo hacerlo”, recordaría Pasic en una entrevista concedida a la cadena de televisión Al Jazeera.
Mientras la capital de Bosnia sufría bombardeos y su población disparos, sus calles, edificios y casas iban dejando paso a una fisonomía llena de escombros, humo en la atmósfera, sangre derramada, gritos y sirenas alocadas. Los que podían huían, los que no, sólo pensaban en atrincherarse y rezar. 

Los chicos en Sarajevo, donde se vivieron cuatro años interminables de violencia y destrucción

Pasic es ortodoxo, su mujer católica y su hija se casó con un musulmán. Hoy es considerado un héroe nacional. Así rememora aquel momento cuando inauguró Bubamara. “Nunca olvidaré ese día. Me esperaban 200 niños de todos los barrios de la ciudad. Con 20 chicos para mí ya hubiera sido un éxito. Este fue un lugar maravilloso durante la guerra. Alrededor del edificio la gente diseminaba el odio y lanzaba bombas. Se estaban matando entre ellos. Pero este era un lugar lleno de sueños. Los sueños nacidos en las mentes de esos niños”. 
El ex mediocampista del FK Sarajevo ni se imaginaba que tanta cantidad de niños iban a refugiarse en su escuela. La zona donde estaba ubicada la cancha de fútbol era una de las más castigadas de la ciudad. Implicaba un alto riesgo llegar a destino porque debían cruzar un puente de unos 30 metros de largo vigilado por los francotiradores que se apostaban en las montañas. Muchos de los snipers alquilaron casas de millonarios para obtener la mejor posición de tiro. Fue un milagro que ninguno resultara herido o muerto. 
“A veces bombardeaban el gimnasio donde entrenábamos y entonces no íbamos al refugio. Había que correr hasta una escalera que nos conducía hacia un túnel subterráneo. Los niños se ponían en posición casi fetal hasta que pasasen los bombardeos. Por la forma en que un niño corría te dabas cuenta de si estaba traumatizado o no. Porque si perdés a tu hermano, no corrés igual que si no lo perdiste. El entrenamiento es una excelente forma de rehabilitación. A los chicos queríamos transmitirles valores de unidad y de compartir. Que, en una guerra civil, sos más fuerte cuando estás unido. Esa era nuestra arma”, explica quien por algunas horas era como un padre para los pequeños. 

“A los chicos queríamos transmitirles valores de unidad y de compartir. Que, en una guerra civil, sos más fuerte cuando estás unido. Esa era nuestra arma”

Cuando uno lee, indaga e investiga acerca de lo sucedido, los datos que se descubren no dejan de sorprender y causar un cierto estupor. El coronel Radovak Karadzic, entrenador psicólogo del FK Sarajevo, luego se transformó en “una especie de animal político. Yo lo conocía bien. Todo el tiempo nos enseñaba a estar juntos, a desarrollar el espíritu de equipo, que la victoria sólo vendría si estábamos todos unidos. Y el político rechazó toda convivencia compartida y tuvo sitiada a Sarajevo durante tres años”, lamenta Pasic.
Este siniestro hombre fue quien lideró la matanza y hoy enfrenta once cargos de crímenes de guerra, de lesa humanidad y genocidio cometidos durante la Guerra de Bosnia y la masacre de Srebrenica (en la que murieron 8000 musulmanes). En 2016 fue condenado a 40 años de prisión por el Tribunal Internacional de La Haya.   
El 9 de diamante 
El delantero internacional bosnio Edin Dzeko, formado en el Zelieznicar Sarajevo, clásico rival del FK Sarajevo, nació en la ciudad del Arco Iris y estuvo cuatro meses en Bubamara. Allí aprendió a valorar la vida por sobre todo. Hoy, con 32 años, es una estrella mundial de la Roma, de Italia, equipo con el que disputó y llegó a las semifinales de la Liga de Campeones de Europa. 

Predag Pasic junto a Edin Dzeko, delantero internacional bosnio que cuando era chico estuvo cuatro meses en Bubamara

El goleador militó en el Wolfsburgo, de Alemania, con el que obtuvo tres Bundesliga, luego fue transferido al poderoso Manchester City (2011), de Inglaterra, donde compartió plantel y también hoy visten la misma camiseta en el club romano con el serbio Aleksandar Kolarov, quien también había sufrido la tragedia de la guerra. 
Bubamara cumple dentro de un mes 25 años de existencia. “Significa mariquita. De pequeños muchos jugamos con balones de plástico con los colores de una mariquita. Además, tenemos una famosa canción popular que habla de una mariquita”, detalla Pasic como si fuera un docente de Jardín.
En la actualidad asisten 5000 chicos de entre 5 y 18 años al prestigioso centro deportivo en diversos centros del país. Es un semillero que ha resistido y crecido con el paso del tiempo. Y sigue aportando jugadores a la Selección. El sueño de ser futbolista que estaba sepultado durante los años de la guerra civil se fortaleció una vez consumida la tragedia, aunque todavía el deporte en esa joven nación que es Bosnia – Herzegovina, no ha podido erradicar de raíz con el resentimiento. “Los estadios en Bosnia están medio vacíos, con demasiado odio. Aún no nos miramos a los ojos. Aún no sonreímos como antes. Creo que sólo he encontrado esa sonrisa de nuevo en los campos de fútbol llenos de niños”, reflexiona el creador de la escuela. 
Sarajevo respira hoy otro aire menos contaminado. Más diáfano. Su pueblo ha sufrido mucho en esos fatídicos cuatro años. Cientos de miles de víctimas de una guerra en busca del cuento de la Gran Serbia en pleno conflicto de los Balcanes. Por fortuna, la historia de la humanidad demuestra que siempre alguien es capaz desde su modesto lugar, pero con un gran gesto, hasta poniendo en riesgo su propia vida, de transformar la miseria en un juego. Y creo que no hay acto más generoso y bondadoso que pensar en los niños. Predrag Pasic lo hizo. Esta frase final, de su autoría, lo resume todo. “La Tierra, el planeta que habitamos, es una pelota de colores. Una pelota redonda y colorida como en el deporte. Los que juegan y aman el deporte deben aferrarse a esta idea”. 

Por Pablo Tano

(*) El autor es tresarroyense, periodista, y reside en la capital federal.      
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