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Se fue, pero dejó miles de historias

El último martes se apagó la vida de Enrique Constantino, a los 91 años. Con su fallecimiento, Oriente perdió a un vecino que unió el pasado y el presente del pueblo con sus ricos relatos.
Si bien se lo conoce como “la mano derecha” de Don Roberto Brunand, el legendario dueño de la Hidroeléctrica del Sud, Enrique tuvo diversidad de situaciones que son dignas de narrar. 

Nacido en la pobreza, en una entrevista en el programa “Desde el Puente”, emitido en el Canal 4 de la Cooperativa de Agua de Oriente, en noviembre de 2015, recordaba las penurias que se vivían en los años 30, tiempo de crisis económica, pero también de escasos servicios públicos para los habitantes. 
Vivía en una quinta junto a su mamá y a su abuela. “Pasábamos una miseria bárbara. Iba a la escuela con alpargatas y llegaba todo mojado. Antes no había calefacción, no había nada. La maestra nos decía: ‘Chicos, aplaudan y zapateen para calentarse un poco. Era muy bravo, sobre todo en invierno”. 

Cuando los festejos del centenario, Don Enrique realizó el encendido simbólico de luces

Su mejor recuerdo del colegio fue cuando en segundo grado lo mandaron junto a otro compañero a buscar el pan a la panadería del pueblo. “El mejor momento fue cuando nos dieron un felipe calentito recién hecho. No sabés lo rico que era”, señalaba, mientras sus ojos brillaban recordando al niño que había sido, lleno de necesidades pero también de felicidad por las cosas simples. 
“Muchas noches me tuve que acostar con arroz con leche o mate cocido y galleta dura en la panza”, recordaba. Y agregaba: “con mis tíos traíamos las chatas llenas de bosta de los médanos, que era buena para usar como leña. Con eso pasábamos todo el invierno”.

“Hola, soy Roberto Brunand”
Su primer trabajo fue en el campo de Juan Larsen. “Fui contratado por dos meses para ordeñar 10 vacas, desnatar a la mañana, darle de comer a los chanchos, echar los caballos para los chateros y ayudarle al quintero”. 
Sin embargo, por su ductilidad y responsabilidad a pesar de tener solo 16 años, esos 2 meses se transformaron en 7 años. Larsen le dio la oportunidad de ser tractorista, en épocas en que muy pocos empleados de campo sabían manejar.
También trabajó de camionero, albañil, tantero y hasta pasó películas en el ex cine del Oriente Fútbol Club. 

Junto a otros empleados de la Hidroeléctrica del Sud y Roberto Brunand

Hasta que un día le tocan la puerta de su casa, era Roberto Brunand, quien lo invitaba a manejar una motoniveladora para el municipio. “Estuve un año, pero después me sacaron porque era peronista y había que darle trabajo a un radical. Cuando se enteró Brunand, me dijo que tenía que irme a trabajar con él a la usina”. 
Enrique le dijo que no sabía nada de electricidad, pero Brunand insistió y le dijo: “ya vas a aprender”.
Y vaya si aprendió. Enrique trabajó 42 años en la usina Hidroeléctrica del Sud, comenzó haciendo los hoyos para levantar los palos de luz, más tarde le tocó trabajar en la propia usina, donde vivió todos los cambios que se fueron produciendo, también sufrió graves inundaciones, que llevaron a rehacer en un par de ocasiones el dique de contención de la misma. 
“Brunand era exigente, pero tenía buen corazón”, aseveraba Enrique, que con una sabrosa anécdota pintó de cuerpo entero de uno de los personajes de Oriente, como también a su propia persona. “Me pidió que le vaya a cortar la luz a un abonado que debía un año y medio, pero yo le dije: ‘cortarle la luz a una persona de Oriente, sabés lo difícil que es para mí”, recordaba. “Decile que te mando yo’, me dijo Brunand. Cuando fui a cortar la luz, el abonado me reprochó que tenía dos chicas enfermas y poco trabajo”. 
“Lo mandé a que hable con Brunand: tenés que cerrar todo, que no se vea que tenés luz, decile que yo te corté la luz. Algún arreglo te va a hacer. Finalmente lo fue a ver, Brunand, que se hizo el desentendido, ante la insistencia del abonado, le dijo: pero ‘qué genio tan podrido tiene Enrique, cómo te va a cortar la luz’, entonces metió su mano en el bolsillo y le dijo: ‘tomá la plata, págale a Enrique, así ya no le debés nada a la Hidroeléctrica del Sud, ahora le debés a Roberto Brunand’”.
Dueño de una memoria prodigiosa, hasta último momento Enrique regó de recuerdos con minucioso detalle cada historia de su rica vida de trabajo y sacrificio, al tiempo que pintaba con sus descripciones a personajes y a una forma de vida casi olvidada en la localidad.
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