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La crueldad

Por Carlos Baffoni 


En memoria de Fernando Ulloa

«Estos ojos no olvidarán
a quién me dio de beber
cuándo el hambre me afligía. 
miga dura, pan casero 
qué trigal del mundo entero 
me parecía.» 
(María Elena Walsh, “El buen modo”. Fragmento) 

¿Cómo abordar algo tan difícil como la crueldad en psicoanálisis?. Fernando Ulloa (*) nos ayuda. 
En principio, y para decirlo con la máxima claridad posible, distingue entre agresión y crueldad. Dos personas que se pelean en la calle, se pegan, incluso se pueden matar, para Ulloa es agresión. Que es constitutiva de la condición humana, y se agudiza en tiempos como los actuales. Hay ferocidad, instinto de sobrevivencia, pero no es crueldad. Entonces, ¿qué define a la crueldad?. Es un dispositivo socio-cultural. Requiere de un contexto (*). Por ejemplo, la tortura. No se reduce a una mesa de tormento. Hay sostén logístico, económico, político, cultural. Hay alguien que se beneficia con eso. En la jerga psicoanalítica, alguien goza con eso. Un tercero. Dos personas peleándose en la vía pública puede ser algo muy agresivo. Salvo que habiendo caído uno en la invalidez, se ensañe, y que nadie intervenga, el público no intervenga. A esto llama Ulloa «encerrona trágica», una situación de dos lugares, víctima y victimario, sin tercero de apelación (*). 
Pero, esto es sólo un ejemplo, límite. Hay otras encerronas trágicas. Cada vez que alguien depende de otro o de alguien para cubrir sus necesidades, alimento, estudio, de salud, y ese alguien de quién depende lo rechaza, lo maltrata, y no hay un tercero de apelación, es una encerrona trágica. Esto configura lo que Ulloa llama crueldad. Los sentimientos que despierta en la víctima no son de angustia, afecto normal, sino de dolor psíquico, que no tiene salida. Es algo sostenido en el tiempo, metáfora del infierno. Para Ulloa, el infierno es este dolor. La salida es la muerte, que está ligada a la crueldad. En ésta situación, el sujeto desea la muerte, incluso la busca, como en ciertas delincuencias. 
En cierta oportunidad, tuve que ir a Desarrollo Social, por un trámite burocrático. Una joven mujer, visiblemente fragilizada por la pobreza, solicita al empleado una ayuda, quizá algún subsidio urgente. Era viernes. El empleado, con gesto duro e impersonal, sin asomo de sensibilidad (sin lo que Ulloa denomina ternura, que no se debe confundir con mimos. Jesús de Nazareth lo llamaba compasión, el dolor del que sufre experimentado en el propio cuerpo, que provocaba sus gritos y furia) le dice » Vení el miércoles». Los que trabajamos largos años con indigentes y pobres sabemos que un día para ellos puede ser un siglo. Imaginemos una semana. No había nadie, un tercero a quién la joven apelara. 

Fernando Ulloa fue un referente del desarrollo del psicoanálisis en el país (1924-2008)

La ternura 
Ulloa aclara: no es el aspecto blandengue del amor. Lo cito, porque es imperdible lo que dice: «Es el escenario donde el cachorro humano se va viniendo sujeto ético». Abandona la animalidad, el instinto, y se humaniza. El empleado que mencioné, tuvo una falla ética imperdonable. Como algunos médicos, que tratan mal a sus pacientes en el Hospital, a los que denuncié cuándo pude. Justamente como tercero al que apelaron ante mí por dicho maltrato. De no aceptar yo dicha apelación (hacer oídos sordos) entro en el dispositivo de crueldad, o sea, y allí apunta luego Ulloa, despliego mi propia crueldad de la que no tengo registro. 
El miramiento
Es un concepto de Ulloa. Pero, parto de una lectura atenta que hace un teólogo (*) del Evangelio. Subraya la mirada de Jesús en el mismo. Siempre miraba a los demás. Se detenía y miraba a quién lo requería. Sostiene el teólogo que los cristianos deben hacer de la mirada una práctica consciente. Justamente, porque los últimos, los olvidados, los pobres, los enfermos, no son mirados por nadie. 
Para Ulloa, a quién estoy haciendo un homenaje (murió hace poco), es mirar con interés, con consideración seria. Es el caso de la madre con interés amoroso a su hijo, que lo experimenta como distinto a ella, siendo que salió de sus entrañas (Entrañas es un término evangélico). Así el niño hará un gradual desprendimiento hacia su autonomía. 
Entonces la ternura es una situación de tres lugares. La madre, el niño, y la aceptación de ella de que éste está prometido a la diferencia, a la terceridad social. La crueldad materna es la posesividad. 
La ternura es el buen trato. El buen modo, como dice la gran poetisa. De buen trato viene tratamiento (*). Todos los tratamientos, de salud también, que recibe a lo largo de su vida, y que si no están, se entra en la zona de la crueldad. 
Reacción 
Lo cruel es cuando se acepta la crueldad como instituida, instalada. El costo es terrible. La mortificación. La crueldad intimida. Nos quita intimidad. «Resonancia íntima» (*). La mortificación, que viene de muerte, nos quita reacción, no nos permite rebelarnos, denunciar. Protestar. Gritar.  
Referencias:
(*) Fernando Ulloa. Médico psiquiatra y psicoanalista. «La crueldad» Clase en la Universidad Popular Madres Plaza de Mayo 

(**) José Luis Pagola, teólogo español  

Carlos Baffoni

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