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Tres Arroyos, SÁBADO 11.05.2024
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Morir de éxito

Un nuevo retrato de familia, es el que nos acaban de regalar el Presidente Alberto Fernández, el Jefe de Gobierno de CABA, Horacio Rodríguez Larreta, y el gobernador de la Provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof. En un enfoque coincidente, los tres denunciaron a los “lobbys” que quieren apurar la salida de la cuarentena, afirmaron que no se van a dejar empujar y que en el área AMBA (esto es Capital y Gran Buenos Aires), las cosas van a quedar como hasta ahora. 
Por lo visto en la noche del último viernes, el poder territorial argentino parece gozar de una unidad conceptual pocas veces vista en la política doméstica, seguramente porque los englobe la lógica borgeana y no los una el amor sino el espanto de sacar los pies del plato y pagar con el fin de sus carreras, cualquier disparada de la pandemia. 
Lo cierto es que no se escuchan dentro de la clase dirigente con responsabilidades de gobierno, grandes diferencias y todos juegan a ir en cámara lenta en el proceso de desescalada del confinamiento. Muy distinto es lo que ocurre en otros sitios, por caso España. Allí el gobierno central pelea públicamente en torno a cómo “normalizar” la vida de los ciudadanos, en franca rivalidad con las administraciones autonómicas (equivalentes a nuestras provincias). El presidente Pedro Sánchez se ha dicho de todo con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Diaz Ayuso (quien porta en su curriculum el laureado pergamino de haber sido la community manager del perrito de su antecesora, Esperanza Aguirre). 
Una cuarentena convertible 
Qué duda cabe que uno de los máximos méritos que tiene el manual del buen político es el del manejo de los tiempos. En este caso los tiempos, tienen que ver con la cuarentena que aplicó el gobierno nacional para combatir la pandemia del Covid-19. La cuarentena argentina es una de las más duras y por tanto, de las más exitosas que se hayan aplicado en todo el mundo. Al experimento argentino le falta el tirón tecnológico de países como Corea o Taiwán, que al encierro le sumaron información pormenorizada del movimiento de los individuos, a través del teléfono celular. En ese sentido ha quedado poco resaltado que el Presidente hizo mención a que cada trabajador de una fábrica deberá tener una aplicación en teléfono que permita localizarlo en tiempo real. Todo para mayor gloria del filósofo coreano Byung Chul-Han, que profetiza una vida sin vida privada de aquí en adelante. 
Pero lo que hoy es virtud, en los próximos días puede transformase en drama y el paroxismo cuarenteno que envuelve al Gobierno y al presidente Alberto Fernández, tal vez acaben en una muerte por éxito. 
Miremos cualquier estudio demoscópico sobre el encierro y en todos ellos aparece un alto apoyo a la medida, pero a poco de profundizar en esos trabajos, vemos la fatiga y el cansancio que pesa sobre la sociedad. En todas las encuestas la preocupación por la marcha de la economía comienza a ser prioritaria. Una de las consultoras le pregunta a la gente si soporta un mes más de cuarentena y la respuesta en el 55% de los encuestados es que no. 
No es para menos, los números de la economía real que van llegando a lo largo de este largo incubamiento meten miedo. Sólo citaremos algunos que se conocieron en las últimas 48 horas para dimensionar la situación. 
Cayó 90% la facturación de las autopartistas. 
Abril fue el peor mes de la historia en venta de motos. Comparado con abril del año pasado, las transacciones bajaron 85,5 % 
La industria en marzo cayó el 16,8%, falta medir abril y lo que va de mayo. 
El desplome de las Pyme es generalizado y el rechazo de cheques librados es record: 12%. Por tanto es fácil deducir que la cadena de pagos está rota. 
Lejos del impuesto “patriótico,” que a juicio de este cronista dormirá el sueño de los justos, hay sectores asalariados que pactaron una rebaja de sueldos del 25%. 
Queda preguntarse ante este infierno del Dante, como se concilian cuarentena exitosa y cumplimiento de la misma. Porque no nos engañemos, por más que el Estado intente llegar a todos, ni es posible, ni sostenible durante meses. 
Se avecina un tiempo donde la contradicción de la salud y de la economía no se soporten más y una desbordará a la otra. Lo peor sería que nos pase lo que nos pasó con la convertibilidad de los 90. El gobierno de la época supo cómo entrar, pero nunca supo ni quiso saber cómo salir.   
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