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Miguel Lazarte: hacer realidad sus sueños fue su mayor consagración

Por Jorge López de Ipiña


En la pelea que se consagró campeón argentino no cobró ni un peso. Pero paradójica y maravillosamente, hizo suyo el tesoro más valioso y cumplió el deseo tantas veces soñado; regalarle un título a su ciudad y que Tres Arroyos tuviera un monarca nacional fue el gran anhelo que Miguel Angel Lazarte cristalizó aquel recordado 22 de diciembre de 1982. 
Desde chico, y al “igual que mis amigos del barrio, soñaba con ser famoso; quería ser conocido por algo que hiciera, me ilusionaba con ser alguien, tener una buena vida” recordó Miguel con una sonrisa, donde el chico le ganó a este hombre ya formado, y donde sus ojos fueron testigos de aquellos dichos, porque en ellos pude ver esa inocencia infantil… 
Y no se anduvo con chiquitas Lazarte, cumplió esas aspiraciones a lo grande; con una ciudad revolucionada y un estadio colmado. Y por esas cosas del destino, o por aquellas cartas mágicas de la vida, el momento de mayor éxtasis deportivo lo consiguió el mismísimo día de su cumpleaños número 27, armando el triple festejo por el título, por su cumpleaños y por entrar en la historia grande de su pueblo. 

Su niñez, la escuela, el boxeo 

Lazarte nació con el boxeo en su sangre. “Es parte de mi formación, de mi vida; en la escuela yo sólo hice hasta tercer grado. Sé leer, escribir, manejo las cuentas; me defiendo con mi tercer grado. Pero por el boxeo me perdí seguir estudiando o tener un oficio. A este deporte le dediqué gran parte de mi vida, en ese momento el entrenamiento absorbió mis horarios”, reflexionó sobre aquellos tiempos donde apenas tenía unos 10 años. 
Su primer hogar fue el de su abuela. “Me crie con mi abuela (con ella estuvo hasta que falleció, cuando él tenía los 13 años), y en su casa también vivía mi tío Santos (Lazarte) que boxeaba. Me fui metiendo en el boxeo por él, lo acompañaba a entrenar, hacía algunos movimientos en el gimnasio” despertando el interés, grandes elogios o atención de muchos por su técnica natural, porque de la nada ya mostraba cosas interesantes. “Nunca me la creí a esa; a mí me salía, no me habían enseñado la técnica, era instinto nada más. Siempre controlé mi bajo perfil; y siendo más grande nunca me dejé llevar por esos comentarios, siempre tuve los pies sobre la tierra”, valoró. 
Orgulloso se sintió Miguel cuando habló de su abuela Dinora Berterreche, “yo me crie con ella” valoró; lo mismo al decir, “de grande tuve la suerte de traer a vivir a mi madre conmigo; yo llevo el apellido de ella y nunca le pregunté sobre mi padre”, reconoció. 
La escuela de la vida, a lo que algunos le anexan con importancia los conocimientos que ofrece la calle, llevaron a Lazarte a moverse “solo por todos lados con sólo 11 años. Iba a todos los lugares de la ciudad, pero siempre con respeto y educación; tuve la suerte de elegir el buen camino. Nunca tomé (alcohol), ni me drogué, ni robé. Siempre fui así”, destacó. 
Quizás por todo ello es que da la sensación que Lazarte tiene más edad; si a los 10 años ya peleaba… “en esa época se podía, no había problema; yo debuté a esa edad. Eran combates a 2 round; después con el permiso de los padres uno podía combatir en cualquier lado” acotó. 
Si bien “el boxeo es el deporte que siempre quise”, y hasta quizás buscando otros rumbos “o por esas cosas que a uno le agarran” confesó, “entre los 13 y 14 lo dejé, pero cuando volví lo hice con todo y sí, ya nunca más me separé de él”, valoró. 
En la rama del amateurismo, “fueron unos 60 los combates que realicé. Fue una buena escuela para mí; el récord no lo recuerdo, pero sí tengo muy presente que en toda mi vida nunca me ganaron por abandono o por nocaut. Solamente me voltearon dos veces en el profesionalismo, uno fue Gustavo Ballas en Córdoba, donde me venció, y la otra fue con un chaqueño acá, pero me recuperé y terminé ganando”, confesó con orgullo. 
Profesional antes de tiempo 
En los años 70, “para saltar al profesionalismo había que tener 20 años; yo tuve la suerte de debutar cuando estaba por cumplir 19” contó con orgullo, pero en realidad lo que quiso decir Lazarte fue que con casi 19 años peleó para Tito Lectoure en el mismísimo Luna Park. 
La historia es así: “Yo estuve peleando como profesional un par de años; iba a Bariloche, Viedma, Patagones, Bahía Blanca, la zona de acá; hasta que un día desde la ‘Oficina del Interior’ (así se le llamaba al lugar donde los promotores buscaban los púgiles para los festivales) me proponen ir al Luna Park. Me llevó el señor Irusta, encargado de esa oficina, que me había visto combatir. Todo bien; el combate estaba organizado, era para la televisión, Lectoure me había pesado, pero cuando me preguntó la edad y le respondo que estaba por cumplir 19 se armó un lío… me salvó Irusta, él lo convenció para que me dejara pelear. Me acuerdo que le dijo ‘no se va a arrepentir Tito’; y ahí arranqué”. 
El primer gran paso en la vida de un boxeador estaba dado, llegar al templo del boxeo argentino no era para cualquiera, como tampoco haber hecho de semifondo del Intocable Nicolino Locche, “una verdadera estrella de esto”, o fondo en el “monstruo capitalino”. 
Bahía Blanca fue su primer escenario en el profesionalismo, “y un tal Muñoz el rival. Veníamos peleando seguido en amateur y siempre salían lindos festivales; en la primera perdí por puntos, la revancha se la gané en Patagones y de ahí mantuve un invicto de dos años”, acotó. 
Durante los primeros tiempos, el promedio de peleas era de 10/12 por año, lo cual hablaba de una intensidad inusitada. “Yo siempre fui un boxeador de estar bien físicamente, de cuidarme, de estar preparado; me dediqué cien por ciento a esto. Por ejemplo, yo venía de pelear en Bahía y a la semana me llamaban para ir a Rosario, Chaco, Mendoza, Córdoba; iba a todos lados. A mí me han avisado para ir a combatir con 2 ó 3 días de anticipación; recuerdo que un sábado me informaron que el lunes siguiente peleaba en Chile. Esa misma noche tomé el micro a Buenos Aires, el domingo me subí en el avión rumbo a Chile, llegué para el pesaje y pelear al otro día. En aquellos tiempos era así, y uno tenía que estar preparado, listo”, destacó. 
Nebel, Centro Estrada… 
Con Nebel Pereyra tuvo una larga y recordada relación que se extendió por espacio “de 14 años, arrancando desde el amateurismo. Fue una gran etapa. Combatimos en todos lados, hasta que decidimos pelear de locales de una vez por todas. Ahí nació la posibilidad de los festivales de Centro Estrada; siempre recuerdo que peleábamos a estadio lleno. Pero más aún valoro algo que no se repitió, la ciudad tuvo 10 profesionales. Se organizaban festivales cada 15/20 días, con boxeadores distintos de la ciudad; se puede decir que yo era la pantalla de todo, pero los chicos que venían atrás eran muy buenos. A veces no se llega a lo máximo por distintas razones, pero en aquellos días el boxeo acá estaba muy consolidado, era una plaza muy fuerte. Yo siempre lo repito, acá la gente no es tonta, realmente sabe de boxeo. Vinieron grandes figuras, la gente respaldó siempre con su presencia”, valoró. 

Con Nebel Pereyra, Lazarte compartió, con intervalos, más de 15 años; desde su infancia hasta su retiro

En esa etapa, y cuando se le acercaban grandes peleas ante rivales como “Angel Lois Fernández, Rodolfo Rodríguez, Carlos Escalante, a mi Nebel me mandaba al Luna Park un par de semanas a pulir la preparación con dos hermanos mellizos que me enseñaron mucho y siempre me decían, ‘no le tenga miedo a los que pegan fuerte; con su estilo va a ser difícil que le peguen. Usted esquiva muy bien, es muy veloz, y encima se les ríe, eso los desconcentra y ahí usted saca ventaja’”. 
En Mar del Plata 
Buscando nuevos horizontes para su campaña, tratando de fortalecer su sueño de conquistar el título argentino y dejando atrás un entredicho con Pereyra, Miguel Lazarte decidió irse a vivir a Mar del Plata.
“Tenía la chance de ir ahí o a Bahía Blanca, dos ciudades en pleno apogeo. Se venía el verano, yo había inaugurado las dos temporadas anteriores en Mar del Plata, pero tras desvincularme de Nebel hacía dos meses que no entrenaba porque no había definido mi futuro. Me llegó la propuesta para otra inauguración, no sabía qué hacer…” recordó. 
Pero ahí apareció una vez más el apoyo de la gente, ese que Lazarte fue cautivando con sus actos. “Lo voy a repetir hasta el día que me vaya, Oscar Ravella me dio una gran mano. Yo le hacía la publicidad de ‘Aberturas Ravella’; le pregunté si me ayudaba con la mitad del hotel para poder instalarme allá en 1980 hasta la pelea. Y Oscar me dio su apoyo, como siempre”; después de esa pelea, con triunfo sobre Rodríguez, y tras la propuesta de traslado, Lazarte empezó su relación con La Feliz por espacio de 3 años. 

Miguelito escucha atentamente a Horacio Accavallo, mientras observa atentamente Santos Laciar

El primer tiempo su familia estaba en Tres Arroyos, por lo cual él viajaba permanentemente; la última temporada estuvieron todos juntos en la costa, pero ese no era el lugar deseado por la familia para vivir.
Viviendo solo, alejado de sus afectos, su dedicación al boxeo era total. 
Pero lo hacía con la tranquilidad de saber que su esposa Stella Maris Quiroga “cumplía un papel fundamental para la familia. Ella cuidó de nuestros tres hijos, de la casa, de todo durante ese tiempo. Sin ella yo no hubiese podido hacerlo, ni tampoco podría haber llegado a donde llegué”, reconoció con orgullo por la mujer elegida…
“Lo primero que hicimos fue conseguir un lugar donde vivir y apareció el Hotel Rivero; a cambio yo le hacía la publicidad; no pagué un peso en todo ese tiempo”, valoró con agradecimiento.
Instalado, había que armar su equipo de trabajo y ahí apareció la figura de Héctor Dipilato: “Conmigo fue una gran persona, me consiguió el hotel, las propagandas, todo. Armamos una buena relación que duró hasta el 84”, destacó Miguel con respeto. 
Por el título 
Haberse mantenido siempre en los primeros puestos del ranking argentino le permitió a Lazarte tener más de una chance por el cetro nacional. “Ramón Soria fue el rival en la primera chance por el título en la categoría Mosca, fue en el ’78 y si bien me la dieron por perdida, para mí había ganado. Un año después me dio la revancha y ahí sí, él marcó diferencias; creo que mi rincón se equivocó en la estrategia, me mandaron a pelearlo, a ir al frente, porque creían que boxeándolo no me la iban a dar los jueces. Soria era muy tranquilo, pensante, y me ganó bien; una lástima, porque después de haberle sacado dos rounds de ventaja le pedí a mi rincón pelearlo como yo más cómodo me sentía, y no me dejaron…” se lamentó. 
La tercera oportunidad que se le presentó fue en febrero de 1980 ante Santos “Falucho” Laciar, en Córdoba, y con Cuello (que entre otros entrenó a Víctor Galíndez) en el rincón; recordemos que en esas dos primeras chances, su entrenador fue Pereyra. “Fuimos a Carlos Paz a medirnos por el título vacante en la categoría mosca; hice una gran pelea pero perdí. El fallo de los jurados me dejó muchas dudas, lo mismo que a Cuello, pero nada podíamos hacer… en marzo del año siguiente él se consagró campeón mundial en Sudáfrica”.
Tras varios combates, entre ellos frente a Rubén Condorí y Gustavo Ballas (otro campeón mundial), su etapa en la categoría Mosca pereció tener una alternativa, y viendo la chance de combatir en Minimosca amaneció una nueva oportunidad por el título ante Héctor Patri, en diciembre del 81 en La Plata. “Otro fallo polémico para mí; estaba convencido que la había ganado pero dieron empate y él retuvo el título; lo bueno de eso es que estuvo obligado a darme la revancha…” 
El título en casa 
Si algo le faltaba a la carrera de Lazarte era tener una oportunidad por el cinturón argentino en su ciudad. “Yo estaba viviendo en Mar del Plata y surgió la chance; yo quería pelear en mí ciudad. Mi sueño era que Tres Arroyos tuviera un campeón, que por fin el título se quedara en mi pueblo. Yo me sentía bien de acá, y al aparecer esta oportunidad no la quise dejar pasar. Con Nebel ya no teníamos la misma vinculación, entonces me contacté con Mario Forte para que se encargara de la organización, pero ante la Federación yo tuve que hacerme cargo; viajamos, me hice responsable. Le aseguramos la bolsa a Patri y les dije que la parte mía la veríamos más adelante. Yo fui feliz porque hicimos la pelea acá y gané el título ante mi gente, pero nunca cobré un peso” dijo hasta con orgullo. 

Campeón argentino. Con un estadio de Costa Sud colmado, Lazarte celebra su tan ansiado cinturón de campeón argentino de la categoría Minimosca

La preparación fue muy a conciencia. “Nunca tuve problemas para preparar una pelea, pero esta era especial; diez días antes me vine para acá, traje a Cumilla, de Bragado, como sparring. Era un peso gallo (hasta 53 kilos) que andaba muy bien, y con características similares a Patri; me dio una gran mano”, valoró. 
El tresarroyense encaró decidido y confiado la gran batalla. “Tenía que pasar algo excepcional para que Patri me ganara. Como veníamos boxeando, yo sabía que esa era mi gran oportunidad; con el paso de cada round fui fortaleciendo mi superioridad; de hecho, en el último asalto terminé tirando y conectando más golpes que él, quería ganarla por nocaut, mi intención era no dejar dudas, aunque entendía que no había perdido ningún round”, destacó.
Y las tarjetas le dieron la razón, el fallo fue unánime con las tres tarjetas 118-115 en su favor.
Lazarte siempre recibió “el apoyo y acompañamiento de la gente, en cualquier lugar del país que peleara. Pero esa noche fue especial”, confesó antes de destacar que “el día de esa pelea era mi cumpleaños, fue una casualidad y gracias a una postergación dado que el gimnasio de Costa Sud estaba ocupado en la fecha original. Siempre recordaré cuando la gente me cantó el feliz cumpleaños tras la consagración; eso es inolvidable”, confesó.
Lazarte se sintió realizado, “tranquilo, orgulloso”, había alcanzado su sueño; y su mejor “bolsa” fue abrir las puertas de la historia, meterse en el selecto grupo de campeones. 
Ocupar un espacio en el sentimiento de los tresarroyenses, formar parte de una página dorada en el deporte lugareño a la cual el paso del tiempo nunca le quitará brillo; por el contrario, los días le suman un valor épico e inolvidable. 

Después de ganarle a Rubén Paniagua en marzo, en el mes de junio del 83 tuvo su primera defensa, fue en el Luna Park ante Mario Demarco. “Para mí no tenía dudas que había ganado, Radio Rivadavia también me daba como ganador, pero perdí el cinturón. En agosto del 84 tuve la revancha en Pico, La Pampa, y ahí noté que había sido peor el fallo. No tuve dudas que me despojaron del título; pero después me enteré que unos días antes, Demarco (era representado por Lectoure) había firmado para combatir por el título mundial, entonces lo entendí: no podía perder conmigo…” 
Los últimos “rounds” 
Esa caída ante Demarco lo llevó a alejarse de los cuadriláteros. “Me enojé mucho, no lo acepté y cometí el error de retirarme por dos años. En el 86 decidí volver; nos pusimos de acuerdo con Nebel para entrenar acá y con él en mi rincón; en mayo le gané a Ledesma, en junio hice mi última presentación ante Báez. Esa fue mi última pelea, ante mi gente que me vio irme ganador”, pero esa no era la idea ni el merecido retiro de este gladiador, porque se organizó un enfrentamiento ante el chaqueño Salazar, en el norte. 
“Cuando me entero, él era Supermosca y mi combate era preparatorio para una pelea por el título mundial que Salazar ya había firmado. En esas condiciones yo pido una bolsa superior, me parecía lo más justo porque me ofrecían el 30 por ciento de lo que merecía. ‘No podes pedir eso, estas viejo’ me dijo Pereyra. Lo miré enojado, sentí que merecía un poco más de respeto, le tiré las llaves del gimnasio y me fui. Así fue como a los 31 años me retiré del boxeo”, recordó con un dejo de dolor y resignación. 
Después de algún tiempo, Miguel Lazarte quiso capitalizar su experiencia y compartir sus conocimientos; para ello abrió un gimnasio y comenzó su andar como entrenador. “Tuve varios chicos, pero el lugar donde estaba se vendió; tuve que alquilar un espacio y cuando los números no te dan, no hay chances de seguir. Yo tengo en un galpón todos los elementos para montar un gimnasio, están guardados ahí; muchas de las cosas fueron donadas por la gente que siempre me apoyó; Alberto Pardo me dio una gran mano con el alquiler cuando arranqué en esto. Hubo mucha gente que me brindó su apoyo, tanto cuando era deportista, o cuando fui entrenador; y hasta hoy en día sigue pasando lo mismo, siempre recibo muestras de cariño” confesó orgulloso. 
Quizás por su carisma, o por su contextura física, en su época de esplendor deportivo, Lazarte era “Miguelito”. Los años pasaron, esos viejos e inolvidables momentos quedaron atrás; pero no el cariño del pueblo. 
Hoy en día, “sigo siendo Miguelito. Mucha gente grande, la del boxeo, u otros que me conocieron en la calle, y hasta ahora mis compañeros en el trabajo, en la división barrido de la Municipalidad, me llaman así. Me hacen volver a vivir aquello, vuelvo a recordar esos momentos; siento que no me olvidan, que me tienen presente, bien allá arriba. Quizás porque fui un ídolo para ellos…” se animó a decir con una humildad cautivante, propia de un campeón de la vida.     
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El mejor de 1982
El CPD de Tres Arroyos lo distinguió en 1982 como el mejor deportista del año de la ciudad. “Siempre estuve ternado y entre los mejores; ese año se me dio por haber ganado el título, pero creo que también me lo dieron por mi conducta, por el respeto que tenía por la gente, tanto con el que pagaba un ringside o con aquel que con esfuerzo lograba comprar una popular que, en definitiva, es una valoración comparable con el boxeo, eso del esfuerzo-sacrificio-humildad. Entiendo que reuní varias cosas para recibir esa distinción que me puso muy contento”. 
El Luna Park
“Cuando empezaron los rumores en que se iba a cerrar pensé y dije, ‘se terminó el boxeo en la Argentina’. El que llegaba ahí algo especial tenía. Eran gloriosos los festivales; los miércoles iba toda la gente del espectáculo, como Susana Giménez, iban un montón de artistas. Lectoure tenía su lugar donde preparaba futuros campeones del mundo y las mejores peleas estaban ahí. Yo le hice semifondo a Nicolino Locche; vi combatir a los mejores. Conocí a Carlos Monzón, Ringo Bonavena, a Víctor Galíndez… que se yo, a todos los mejores de esa época” destacó Lazarte con placer. 

Algunas virtudes
“El estado físico, la preparación, correr, el entrenamiento y la conducta” siempre estuvieron del lado de Lazarte. Por naturaleza y formación, “mi estilo rápido para esquivar, moverme y pegar, me daba ciertas ventajas. Recuerdo que en Bariloche, ante el chileno Velázquez, en los primeros 4 round me llenó a piñas; cuando llegué al rincón le dije a Nebel Pereyra que me dejara palear como a mí me gustaba. Del quinto al décimo le di vuelta la pelea y le gané bien; es que lo llevé a mi juego, a las cuerdas, entrar y salir pegándole. No me pudo agarrar nunca más y terminó desesperado. Cuando fui a Chile (peleó 3 veces en el país trasandino) estuve con su manager y no me quisieron dar otra pelea; mi estilo los desanimó”, destacó. 
10 kilos abajo 
Entre las cosas ‘particulares’ que le tocó vivir, “una vez fui a un festival a Olavarría. El estadio estaba lleno, todo vendido, pero cuando fuimos al pesaje mi rival estaba casi 10 kilos arriba mío; yo pesando 49 y el casi 59. El promotor me ofreció algo más de dinero en la bolsa y lo pelee. Tuve la suerte que en los primeros rounds conecté un par de buenos golpes y terminé ganando cómodo”. 
Dinero
Con una carrera profesional de casi 200 peleas y dada su pasión por el boxeo, Lazarte siempre entendió que “yo empecé a trabajar cuando me retiré, antes no. Viví para el boxeo”. Las bolsas que le dejaron importantes retribuciones económicas fueron las del título argentino en La Plata (con la cual terminó de comprarse la casa), algunos de los viajes a Chile y ante Laciar en Córdoba”. 
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