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Tres Arroyos, SÁBADO 27.04.2024
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«El público te invita a otro proceso, lo completa»

Hablar con Carolina Guevara es adentrarse en el mundo de una mujer apasionada, que hace sentir a su interlocutor con cada afirmación el porqué es actriz.

Para referirse a su presente en el teatro y en la vida, con su historia a cuestas, estuvo junto su padre Raúl «Negro» Guevara en LA VOZ DEL PUEBLO.

Carolina, junto a su padre Raúl, contando cómo se sienten «Los golpes de Clara»

Refiriéndose a sus comienzos en las tablas fue «a los 15, acá en Tres Arroyos en los talleres de la Municipalidad, que daba Cultura. En principio con Cristina Campaña y luego con Alberto Pereyra. Beto es de esas personascon las que uno se cruza en la vida y le marcan el destino, a tal punto que no sé si hubiera hecho teatro de no conocerlo. Fue con quien hice mi primer trabajo de texto, uno de Mauricio Kartun». 

Su tiempo de ensayos y la pasión hizo que «a los 18 me planté en la cocina de casa y les dije a mis padres que me iba a estudiar teatro. Me fui a Buenos Aires e hice el ingreso en la Escuela de Artes Dramáticos -hoy es la Universidad Nacional de las Artes-. Cursando el primer año conocí a los compañeros con quienes armamos la compañía El Bachín Teatro con la que trabajé durante 16 años. Pero ‘Los golpes de Clara’ es el primer laburo que encaro de manera individual. Venía leyendo mucho de esto, hablando con mi hermana Betina que es politóloga y trabaja políticas de género, creo que ella me inculca esto, lo de empezar a verlo desde otro lugar, los roles hombre-mujer, las cuestiones domésticas», agrega.
Acá la mirada va hacia Raúl y como padre qué siente que su hija le diga «quiero estudiar teatro», alguien encasillado dentro de una profesión durante años. Para el fue «fue una sorpresa grande. Pero tanto Mirta -mi esposa- como yo sabíamos de la forma de ser de Carolina. Firme, no titubear, seguir adelante. Y lo habíamos charlado los dos, nuestra hija mayor, Betina, ya estaba en Buenos Aires así que los miedos no eran tantos. Y ahí comienza la historia, después empezó a caminar y no fue fácil para las dos, pasamos momentos económicos difíciles nosotros, pero tuvieron la fortaleza de seguir adelante. Nosotros siempre estábamos atrás para que esos sueños fueran realidad. Es lo que hoy nosotros disfrutamos como padres».
El estreno
 Y cómo fue el debut, cuando se llega como actor y protagonista al margen que la dirección sea de otro. Para Carolina «es una gran responsabilidad y una doble exposición. El defender lo tuyo en un escenario es algo raro. El lugar fue el Centro de la Cooperación porteño y como todo debut algo hermoso porque el teatro tiene eso, que ninguna función es igual a otra, pero la primera es única. Porque están los afectos más cercanos, tus amigos, los compañeros de laburo, pero es donde realmente sabés qué pasa con la obra. Se completa ahí, llega ese momento donde necesitás el público, esa es la prueba. Porque el público te invita a otro proceso, el público completa. Ahí te das cuenta de cosas que únicamente lo da el enfrentarlo».  
En casa 
El volver a Tres Arroyos con algo propio es un doble desafío pero para Carolina no fue difícil «por tener la suerte de contar con padres que no buscaban hijas abogadas, ingenieras… El temor de ellos era la gran ciudad porque a Baires no íbamos muy seguido». Porque las carreras elegidas por ambas no son el común de la mayoría: politóloga y actriz. Nada es casualidad porque en la mesa de esta familia con antecedentes, de padres o abuelos militantes y ni que hablar de estar en un escenario. 
Pero luego de 14 años de no estar en Tres Arroyos con algo propio -pues antes lo fue con El Bachín Teatro, y ahora hacerlo con «Los golpes de Clara»- es para Carolina algo que la pone «muy contenta, muy agradecida. Perla Villanueva fue uno de los motores y la Biblioteca Sarmiento y mis viejos también estuvieron atrás de esto, muchas emociones».
Lo de el jueves hacerlo con estudiantes para ella son buenas experiencias. «No éramos muchos, sólo 20, pero me encantó porque eran de la Escuela Secundaria 5 con orientación teatro. Así que había un doble interés en esto, más el esfuerzo de lo profes por conseguir los permisos y llevarlos. Después de finalizar la obra estuvimos charlando, sacándonos fotos, algo muy lindo y en mi ciudad». En tanto el del viernes fue un reencuentro con gente «muy querida. Algo muy emotivo no sólo desde su presencia, sino por lo ocurrido. Que en tu ciudad te aplaudan de pie… es algo que no se olvida fácil. Además de la gente que ayudó a esto, del Grupo Construyendo, del grupo de payasos de Gerardo Christensen, todo cierra», asegura emocionada.
Y ahí se puede ver la cara de Raúl, feliz y muy satisfecho «porque se cumplieron los deseos de Carolina. Sumado a lo que la prensa especializada en Buenos Aires dijo sobre la obra a ella le abre nuevos caminos. Es una caricia al alma, que su esfuerzo no fue en vano. Porque a mi siempre me gustó el teatro como espectador y la narrativa siempre me atrajo».
A lo que Carolina agrega: «Yo soy muy apasionada y siempre me dije ‘que suerte tuvo mi viejo, que desde la profesión que le gustó pudo desarrollarla y mantener a su familia con esto’. Y lo digo porque yo no vivo del teatro -es mi profesión-, me mantengo con mi trabajo en la oficina de prensa del Centro de la Cooperación, algo común en el mundo del teatro. En la vida hay que laburar, con la pasión no alcanza».
En cuanto a su futuro sigue siendo el de actuar: «No deseo hoy por hoy dirigir, sí escribir. Estoy haciendo talleres literarios y pensando seriamente en dejar la oficina porque se están abriendo muchas puertas. Tirarme a la pileta y explorar otras cosas». A lo que su padre Raúl sonríe y asiente con la cabeza, demostrando que esta Carolina, como se dice en plástica, «es una Guevara auténtica».
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Largarse sola en el teatro y en la vida 
 El año pasado y luego de una charla, una amiga le dio el empujón final y se contactó con Leandro Rosati -actor y director de mucha trayectoria-. «El era mucho más grande que yo, lo que me daba otra perspectiva -ya que siempre lo había hecho con pares en cuanto a la edad- para que él me dirigiera y a partir de ahí empecé a escribir. Yo tenía ganas de interpretar a una mujer que boxeaba, algo muy potente teatralmente y que tiene que ver con la violencia. Todo esto lo canalicé a través de la obra, mechado con lo que nos sucede todos los días. Clara es una mujer más o menos de mi edad -37 años- está desocupada, tiene dos hijos, está separada de una pareja bastante abandónica y desentendida del rol de padre, con una realidad muy parecida a la de mucha gente y Clara es precisamente esto: no solo una mujer golpeada y abandonada sino que también recibe los golpes de la vida cotidiana».  
En cuanto al género dramático «decidí hacerlo desde la comedia porque es un lenguaje que quería abordar y porque creo que sirve para digerir la tragedia y los dolores y te da cierta impunidad para tratar ciertos temas. Poder distanciar y también generar una reflexión y no solo una catarsis. El humor tiene eso, podemos pensar en algunos como Chaplin, nuestra Niní Marshall o Capusotto que descarnadamente te muestran la realidad».
Referido al proceso de elaboración «yo le pedí a Leandro que me asesorara y el me dijo ‘empezá a escribir lo que te salga, no pienses en un final y juntos lo vamos a ir armando’. Hicimos durante dos o tres meses trabajo de mesa. Yo escribía y el me corregía, además de dirigirme y hacerme el trabajo de la dramaturgia, sumado al ensayo durante ocho meses, dos veces por semana, unas tres horas. Algo intenso porque es permanente el diálogo actor-director. Para mí fue un laboratorio, un seminario y un montaje, todo al mismo tiempo. Todo este trabajo fue riquísimo y de mucha angustia a la vez. Me acuerdo de una anécdota, en enero de este año, llegué un día y le dije ‘la estoy pasando muy mal’ y Leandro me contestó ‘es así’ y los dos sabíamos que realmente lo era. Para mí fue un laburo enorme, trabajar fuera de mi grupo teatral, escribir, ensayar y además trabajar en prensa en el teatro (que es de lo que vivo). El camino no lo recorrí con enorme felicidad, si con mucha responsabilidad, como un desafío enorme». Y se nota.
Situación 
Abordar cuestiones de género desde el humor da otro toque. «Mi ex pareja -la de Clara, dice Carolina- es un progre, tal vez de izquierda, que pasó por la facultad pero dentro del hogar hace agua con las cuestiones de género. Me parece que todas estas cosas gustan, caen bien, generan esa risa incómoda pero necesaria; las mujeres se sienten muy identificadas y los hombres también. Al mismo tiempo la comedia da para reflexionar porque el personaje es una mujer bastante vapuleada, golpeada, que sufre una situación de violencia literal. En la primera escena Clara sube a un micro y allí la manosea un tipo, se defiende, lo golpea y ella va en cana y ahí siguen las agresiones. A partir de allí cuenta su realidad, que en su casa estaba entrenando en boxeo para redireccionar la violencia recibida y fantaseando con armar una cuadrilla de mujeres que saliera a devolver trompadas a los jodidos sueltos. Una situación cómica porque verme a mi con 45 kilos en ese papel… Es imposible que yo salga a golpear. Pero el humor te permite que ella fantasee con ser una heroína que, al mismo tiempo, está devastada». 
El humor permite esto porque la tragedia es eso, pura tragedia, y en este caso el humor también desde lo absurdo invita a la reflexión. 
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