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Tres Arroyos, VIERNES 17.05.2024
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Un hogar para las grandes necesidades de los pequeños (Videos)

Fachada. La Casa Ronald McDonald conservó la imagen histórica del Pabellón 11 del Hospital Penna

Qué es cómo funciona el espacio al que acuden muchos tresarroyenses cuando sus hijos deben permanecer internados en el Hospital Penna de Bahía Blanca

 

Por Enrique Mendiberri

 

En los casi diez años de vida que la Casa Ronald McDonald lleva cerca del Hospital Penna en Bahía Blanca, significó un alivio para muchos padres de niños tresarroyenses y de toda la región que, a raíz de la complejidad que requería su estado de salud, debieron acompañarlos en la vecina ciudad.

 

Prácticamente desconocida para muchos vecinos que, ante la inesperada situación de tener que trasladarse a la localidad ubicada a 200 kilómetros al sur de Tres Arroyos porque así lo requiere la salud de un hijo, cuando de repente se encuentran con recursos escasos para quedarse; la “Casa Ronald” (como le dicen quienes ya la conocen), termina siendo la mejor opción.

 

Ubicados en el mismo predio del  Hospital Interzonal Doctor José Penna, en la calle Lainez  2585, es una de las más pequeñas de las cinco que hay en el país y puede alojar hasta once familias.

 

María Laura Fuenzalida es la coordinadora de la Casa Ronald McDonald en Bahía Blanca y quien, en diálogo con LA VOZ DEL PUEBLO, comparte la esencia del lugar, “está comprobadísimo que, cada vez que un niño está internado, si los padres comen, duermen, tienen un lugar donde darse un baño o quedarse un rato, la recuperación del niño es mucho más rápida. Sino están descansados, tampoco lo pueden cuidar muy bien”.

 

La primera casa se abrió hace 50 años en Estados Unidos. Surgió de una idea de una doctora Audrey Evans, una reconocida oncóloga que vio la necesidad de atender a niños cuyos padres tenían necesidades de desplazamiento y permanencia cerca de sus hijos, tras escuchar la experiencia de Fred Hill, un jugador de fútbol americano cuya hija padeció leucemia y, de repente, se encontró con su esposa durmiendo en hospitales.

 

Mientras afrontaban esa realidad, tomaron contacto con otros padres que sufrían lo mismo, pero con mucho menos recursos, y se propusieron ayudarlos.

Con la colaboración de la doctora Evans, lograron llegar hasta el propietario de los Philadelphia Eagles, con quienes consiguieron abrir la primera Casa Ronald McDonald del mundo y, por ende, la razón de su nombre.

 

Hoy, es una Asociación Argentina de Ayuda a la infancia y funciona a nivel mundial, financiado, en primer lugar, por el denominado “donante del lugar” que, por transferencia o tarjeta de crédito, colabora con las Casas, a través de empresas.

 

En Córdoba y Mendoza también son sostenidas por distintos municipios, algo que en esta región no se da, “yo no tuve esa suerte aún, no porque no hayamos enviado las cartas correspondientes, sino porque no tuve respuesta favorable y cuesta bastante con las empresas”.

 

En ese sentido, la firma multinacional McDonald, “es un padrino más de los tantos que tenemos y que nos ayuda a sostener las Casas todos los días. Pero la CMD es independiente y privada. En el caso de Bahía Blanca, trabaja con el Hospital Penna, y también en las provincias de Mendoza y Córdoba, como así también en CABA, donde hay centros de salud para niños que tienen su hospital “aliado”.

 

Quiénes van

 

Además de todos aquellos familiares de niños con problemas de salud originados por distintos motivos, son los embarazos de riesgo o nacimientos prematuros, la mayoría de esos casos que ocupan a familias tresarroyenses que son derivadas a Bahía Blanca.

 

Esos controles médicos a veces requieren estar hasta tres días internados o, de repente, se detecta la necesidad de permanecer más tiempo en la ciudad y empiezan las dificultadas.

Entonces, es el servicio social del Penna el que hace la derivación a la Casa Ronald McDonald y, si hay lugar, se hace la respectiva derivación y, sus padres, se quedan hasta que lo necesiten.

 

“La demanda es grande, pero el servicio social del Hospital es el encargado de la derivación. Entonces, ante la necesidad de un espacio, por ejemplo, si hay lugar para tres y hay cinco familias necesitadas, son ellos (el hospital) quienes definen cuál es la familia que más lo necesita. No es por una cuestión económica, sino más bien por la patología del niño, (lo que define) la necesidad que tenga en ese momento”, explicó Fuenzalida.

 

“Muchas veces vienen mamás solas que quizás acá se sienten más acompañadas. Esa es nuestra función y, además conviven con otras personas que están en su misma situación, entonces es más fácil”, agregó, antes de referirse a la utilidad permanente que se le da al lugar, “está permanentemente lleno, hay épocas en que la situación está más tranquila que otras. Hoy le dieron de alta a una familia y ya hay otra esperando para poder ingresar”, indicó antes de referirse, específicamente, a la utilidad que le dan los vecinos de nuestra ciudad, “tenemos muchísimas familias de Tres Arroyos. En este momento hay sólo una, pero la semana pasada hubo tres en un momento”.

 

Como en casa

 

En la Casa Ronald McDonald no sólo está comprendida la cobertura de alojamiento, sino también todas esas atenciones que sólo se pueden satisfacer en nuestra propia casa.

 

Si necesitan la comida del hospital nosotros entregamos el tupper para que vayan a buscar su almuerzo y su cena. Siempre tienen café, té, yerba y, obviamente, también está la aporte de una panadería que nos da donaciones para los papás”.

 

Es una casa eléctrica con lavadero con cocina, baño, lavarropa y secarropa y habitaciones con aire acondicionado, erigido en el ex Pabellón 11 del Hospital Penna, cuya fachada fue declarada monumento histórico y debió respetarse al realizar la adaptación.

 

Muchas veces, cuando la necesidad no es únicamente logística, María Laura y sus huéspedes cumplen funciones de acompañamiento y contención, “cuando notamos que los papás están, por ejemplo, con ganas de llorar, si bien los escuchamos, también intercedemos con el hospital para que sean visitados por psicólogos y los puedan acompañar también desde un lugar más profesional”, dijo antes de reconocer haber sido testigo de historias conmovedoras que hoy la llevaron a cultivar amistades que perduran en el tiempo y suelen visitarla cuando van a la ciudad.

 

“Habría que llamarla ‘La casa del amor’”

 

La experiencia de la tresarroyense Claudia Quintana cuando se enteró que su hija iba a permanecer internada en terapia intensiva

 

La tresarroyense Claudia Quintana, llegó el 12 de marzo a la Casa Ronald McDonald y, hasta el momento del contacto con LA VOZ DEL PUEBLO, continuaba alojada mientras seguía de cerca la evolución de su hija Milagros.

 

Muy emocionada cuando empieza a referirse a lo que significó tener esa disponibilidad de alojamiento cuando lo necesitó, asegura que debería llamarse “la casa del amor”.

 

“No solamente quiero destacar lo que es la casa en sí, sino también el amor que hay acá adentro. Porque uno viene con un montón de miedos y angustias por lo que está pasando, y entrar a un lugar, que puede ser hermoso, pero si la persona que lo atiende puede no tener afecto, no es lo mismo. Algo que nosotros encontramos acá es la calidez humana. Hace que si yo tuviera que definirla, le pondría ´La casa del amor’, porque es lo que verdaderamente se siente acá”, dijo la mamá de Mili, quien estuvo en terapia intensiva y ahora está en clínica médica.

 

“Nosotros venimos del hospital de Tres Arroyos. Mili (su hija) estaba bien, pensamos que era una gastroenteritis, pero había entrado un virus que llegó a tenerla en terapia intensiva”, recordó al referirse al momento más crítico que le tocó vivir junto a su marido, “cuando entramos a terapia, una de las encargadas, nos dijo que había un lugar que se llamaba Ronald  y se encargó de contactar  todo. Esa primera noche nos quedamos afuera de la habitación en el hospital, acerca de la cual también estamos agradecidos, porque en esas situaciones uno no quiere alejarse de los hijos y ningún papá o mamá quiere descansar por más que le den un lugar excelente”.

 

 

“Una bendición”

 

Cuando la salud de su hija comenzó a mostrar signos de evolución, Claudia notó que había llegado el momento de agradecer, “desde mi parte no tengo  más que palabras de agradecimiento, porque con esa calidez humana te apoyan”.

 

“Al principio no sé si yo tenía esa preocupación de ‘a dónde voy a estar’, sólo pensaba en mi hija. Nos quedamos afuera de esa habitación y caminamos toda la noche alrededor de terapia. Era querer estar ahí. Pero cuando vinimos acá, realmente superó todo lo que uno hubiera podido pensar. Es una bendición tener esta casa”, reconoció, antes de valorar la ayuda que la mantiene y su manera de lograrlo, “es tan importante cuidarla. Porque hoy nos toca a nosotros, pero mañana puede ser otro. Es un esfuerzo grande lo que se está haciendo. Todos tenemos que ser un poco partícipes de todo esto”, comentó.

 

Ya en el cierre, estableció un paralelismo para compartir una idea de lo que fue para ella la Casa Ronald McDonald y exhortó al corazón tresarroyense para volcar la ayudan que pueda en este lugar, “es como ir a una casa y decir ‘despreocupate’. La posibilidad de estar acá es una bendición hermosa y grande que Dios nos da. Yo creo que un granito de arena entre todos puede servir. Tres Arroyos es muy solidario y puede ayudar a que esto crezca y, si hay más familias necesitadas, habrá también un lugar mucho más grande”, concluyó.



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