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Tres Arroyos, LUNES 13.05.2024
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En el nombre de Dios

La esquina de Bolívar al 902 no es un espacio más. En ese lugar se yergue, majestuoso, se diría, el Tabernáculo de Milagros, que tampoco es un templo más. Allí, en una fría tarde de esta cambiante primavera las puertas centrales se abrieron para recibir a LA VOZ DEL PUEBLO, que buscaba conocer detalles de una historia de más de 40 años, que el pastor Oscar Artaza iniciara en nuestra ciudad. 

Y si por fuera el lugar impacta, por dentro es asombroso. Elegante, impecable, acogedor. Construído al detalle. Y edificado a pulmón.
«Cuando llegamos a Tres Arroyos, aquí no se conocía la palabra ‘escuela bíblica’. La única iglesia que la usaba era la Reformada, pero estaba destinada a las colonias de inmigrantes…», comenzaron el diálogo los pastores Marta y Omar Artaza, al hacer referencia al inicio de la tarea evangelizadora de su padre. Una labor que el 23 de noviembre pasado celebraron al cumplirse los 45 años ininterrumpidos de aquel mandato evangelizador que el creador de «La voz amiga» llegó a cumplir en nuestra ciudad. 
«Empezamos en Mar del Plata. Yo tenía seis años», precisa Marta. «Golpearon a la puerta y era una señora que iba a buscarme. Mi mamá era profundamente católica, y en la escuela dominical me enseñaban la Biblia, la Palabra de Dios: aquellas cosas que forman al niño, como las normas cristianas. Recuerdo que la maestra nos enseñaba sobre los milagros de Jesús y por entonces se hizo una campaña en el estadio de Alvarado de Mar del Plata. Nosotros teníamos un chalecito a dos cuadras, pero mi mamá estaba muy enferma tenía desviación de columna y se le estaba secando una de sus piernas, que ya tenía dos centímetros más corta que la otra. 
«La maestra dijo que pediría permiso a nuestros padres para llevarnos a presenciar la campaña. ´Para que ustedes vean que el Jesús de la Biblia es hoy actual, que lo que hizo ayer lo puede hacer hoy´, nos dijo. «Y mi mamá me dio permiso, el estadio estaba lleno y había un predicador que venía por primera vez al país, un americano, que tenía un traductor… Aquello me marcó… Yo vi a los mudos hablar, a los sordos oír, a la gente retorcida en el piso, tirada en colchones, enderezarse y salir caminando. No lo podía creer… Llegué a casa eufórica, y al otro día, le pedí a mi mamá que también fuera ella, porque se iba a sanar. Ella no quería ir, pero tanto le insistí que me acompañó.
«Cuando llegó el momento de una oración, mi mamá estaba muy cansada, la columna le dolía y me dijo que se quería ir. Pero en ese momento el predicador dijo: ‘voy a orar esta noche por los que tienen desviación de columna y huesos deformes’. El pidió: ‘Usted póngase la mano donde tiene el problema’, ella no quería hacerlo, pero finalmente cedió… Y dijo que sintió como una corriente eléctrica, como un rayo que le hubiera tocado de la cabeza a los pies. Cuando se enderezó tenía ambas piernas del mismo tamaño y fue sana hasta el último día de su vida». 


Trabajo y fe 
«Mi papá era una persona muy dinámica, y si algo hace Dios es llamar a ese tipo de personas. Cuando vino, junto a la familia, comenzó de la nada. Aquí, el Señor lo usó de distintas maneras, empezó a congregar gente hasta que la iglesia, que era muy chiquita, comenzó a llenarse. Se trabajaba mucho, nosotros mismos hacíamos cosas, las vendíamos y poníamos la mano de obra para construir todo esto», relata Omar, al repasar cada rincón del edificio de ladrillos y tejas, con toda la estrutura reforzada y dotado de calefacción central de 280.000 calorías, con aberturas en cedro, baños para hombres y mujeres, cocina equipada para menúes multitudinarios y un comedor interminable, entre otros detalles no menos importantes. 
«Limpiábamos terrenos, hacíamos lo que nos venía a las manos y trabajábamos todos contentos, porque todo lo que hacíamos, se veía», continúa. Y completan ambos: «Siempre tuvimos una buena administración. Lo que es de Dios es de Dios, lo que es de la Iglesia, es de la Iglesia.
«En el Movimiento Cristiano y Misionero todo es visión, fe y acción. Tuvo que haber una visión para comenzar con todo esto, para llevar el Evangelio a cada criatura, y para eso se necesita creer en un Dios que puede proveer todas las cosas, sus tentar y a la vez accionar. No puedo quedarme yo esperando que Dios haga mis deberes», sentencian y destacan respecto de la congregación que hay fieles «de muy, muy humilde condición. Y la esposa de un diputado también. Nosotros creemos que la cruz es el medio nivelador del universo. «Al pie de la cruz, usted y yo valemos igual…», le dice Marta a LA VOZ DEL PUEBLO. 
«Por eso es que la historia se divide en un antes y un después de Cristo. Eso es lo que enseñamos. Cuando mi papá llegó aquí, el Señor le dio una visión clara, y en el corazón de él comenzó a sentir la necesidad de no formar una iglesia más, sino una familia espiritual», completa. 
Y agrega»: Así hemos seguido adelante, con esta fe y esta visión. Cuando llegamos no era esta ciudad linda que tenemos ahora. Cuando vinimos entramos por Libertad. No había nada, la iglesia de los hermanos católicos estaba tapada en tierra. Pero bueno, ahora este es nuestro lugar en el mundo, no podríamos estar en otro sitio que no fuera este». 
La familia, base fundamental 
El pastor Samuel Sorensen, fue quien tuvo esta visión del Movimiento Cristiano y Misionero en 1955. Marta recuerda que él «tuvo un sentir de Dios de ir a Mar del Plata y comenzar a predicar el Evangelio por la fe, sin goce de sueldo, sin nada. Y aquello que fue un sueño para él se ha transformado en un movimiento autóctono de nuestro país. Estamos en Copetonas, Reta, Oriente, Claromecó, Indio Rico y Cascallares evangelizamos en geriátricos y tenemos más de 20 escuelas dominicales en toda la ciudad. No recibimos sustento del exterior, el movimiento se extiende desde Ushuaia hasta La Quiaca y en toda Latinoamérica con la excepción de Antillas y creo que Ecuador. También estamos en Estados Unidos Europa y Cabo Verde (Africa). Nuestros pastores ocupan todo el planisferio, por lo cual le damos gracias a Dios», explica Marta a manera de resumen del lugar que el Movimiento ocupa en el mundo.
Y acerca de quiénes se acercan y se integran a él, Omar precisa que «hay un grupo general», que «gracias a Dios hay ancianos, adolescentes, jóvenes, gente de todos los niveles…». Y sobre esto reflexiona: «En las diferentes etapas de la vida creemos que Dios puede llenar los vacíos del corazón, porque hoy, cuando mi hermana trabaja con grupos, en las escuelas dominicales, se encuentra con cada caso… 
«Casos que son prueba de cómo ha decaído hasta hoy en día, la moral de la sociedad. Una sociedad con criaturas amargadas, sufridas, muchas veces violadas, que no se sabe quiénes son sus padres. Así son muchos casos… «Y durante los más de 40 años que hemos predicado la Palabra, se ha evangelizado bajo una planta, en un garaje, a veces hay un techo, a veces no lo hay… Se ha llevado la Palabra, se ha festejado para el Día del Niño. Se han llevado regalos, diferentes libros, por lo menos para encaminarlos, para que puedan tener una buena base. Lo principal es la base. Porque muchas veces no hay un buen tutor, la familia no está con ellos, porque hoy en día nadie quiere comprometerse. Cada vez hay menos casamientos, muchos viven en pareja. Y se dejan de lado un montón de cosas fundamentales. 
«Y cuando tratamos los casos que estamos abordando últimamente vemos que justamente tienen que ver con esa clase de personas, con los que no son aceptados por nadie. Y entonces hay personas jóvenes que están amargadas, resentidas con la sociedad, con los padres, contra Dios… Pero la base de todo es la familia. Y eso es lo que pensaba mi papá, que Dios puso en su corazón no una iglesia más, sino una familia. «Eso es lo que el mal, o el Diablo está tratando de destruir, buscando socavar esa estructura. Porque una familia es la base de la sociedad para todo. Y cómo pelea la Iglesia frente eso, justamente llevando la palabra de Dios a escuelas dominicales, geriátricos hospitales, adonde también hay personas solas, olvidadas, que ya nadie visita y que también tienen un alma, como nosotros porque dios no nos ve como un número. A todos y cada uno nos ve como un alma. Y para eso estamos tratando de llegar a todos los lugares.
 «Si abrimos nuestro corazón a Dios, creemos que El puede entrar, y ayudar… Y cambiar, transformar a esas personas». Y en ese punto, Marta acota: «Mi papá comenzó hace 42 años aquí. El dejó una semilla sembrada, y en algún momento la gente tendrá una necesidad. Y vendrá, por eso no podemos decir por qué la gente viene a la iglesia. Unos vienen por paz, otros por sanidad divina… Mi papá decía: ‘Yo predico. Usted es el que cree, pero el que obra es Dios'». 
Omar recuerda por su parte que «los discípulos pudieron haberle pedido a Dios muchas cosas, pero ellos pidieron: Auméntanos la fe. «Nosotros le estamos diciendo a las personas que hay alguien que de alguna manera nunca les va a fallar, y ese es Dios. 
Y Marta agrega: «Ahora celebraremos otra vez la Navidad, y recordaremos que no había lugar para el Señor en el mesón. Y han pasado los años, los siglos, y pareciera que el Señor no halla aún lugar en el corazón de los hombres. Pero en los que lo halla, los cambia, se transforman los hogares, los jóvenes rebeldes vuelven a sus casas, y Dios restaura las familias… Y todo eso ocurre cuando un hombre, una mujer o un joven le dan a Dios un lugar en el corazón». 
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