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Un jugador de primera

Por Patricio Elías

Todos los pueblos tienen su personaje, esas personas distintas, que dan que hablar por alguna característica (o varias) especial, que terminan dándole cierta identidad a una población durante algún tiempo. 

Algunos de estos personajes pueden ser recordados por su sentido del humor o a la inversa por carecer totalmente del sentido del humor, por ser extrovertidos, avaros, por su forma de hablar, de caminar, por ser excesivamente curiosos, tímidos, solidarios, por lo que sea. Son únicos, difíciles de imitar. 
Uno de los personajes de Oriente, es Pedrito, que aunque hace sólo unos días cumplió 60 años, seguirá siendo por siempre Pedrito. 
Si bien hace cuatro años tuvo que dejar Oriente, el pueblo que lo vio nacer, que lo quiso siempre, que lo cobijó y del que no se olvida, si bien perdió dos años atrás a su madre (su papá había dejado de existir varios años antes), Pedrito pasó muy bien acompañado su cumpleaños 60, con su hermana Cristina y sus nuevos amigos del Centro de Día Caminemos Juntos, quienes lo quieren como un hermano mayor. 
«Es muy bueno, muy ordenado y cariñoso», cuenta Martín, quien como varios de sus compañeros, lo abraza con cariño a Pedro, mientras él sigue concentrado dibujando y cuando levanta la cabeza lo hace para mirar a su alrededor y sonreír por las muestras de afecto que recibe. 
«Es una persona especial, muy pícaro, pero respetuoso y ordenado», asegura Agustina Seoane, directora del Centro de Día, quien comenta que luego de la comida, Pedro colabora en el orden del lugar. 
«Se nota que recibió una muy buena educación de su familia», resaltó Agustina, quien ya lo conocía a Pedro cuando iba a visitar a sus abuelos, tíos y primos a Oriente.


Panadero 
Si bien cuando era chico no existían en nuestra zona escuelas especiales para personas con síndrome de Down, Pedro tuvo en el pueblo estimulación y cariño, dos condimentos que le hicieron más sencilla su crianza a sus padres. En Oriente tuvo una vida muy activa, daba y recibía cariño. 

Uno de sus vecinos recuerda con una sonrisa, que cuando era chico, luego de desayunar en su casa, Pedro pasaba a saludar a los amigos del barrio y desayunaba nuevamente en cada casa por la que pasaba. 
Cuando se hizo más grande, Pedro colaboraba en la tradicional Panadería Modelo, donde participaba en la preparación de algunas facturas. 
Es más, entre los recuerdos de Oriente que suele mechar en su permanencia en el Centro de Día, siempre gesticula cómo amasaba los bollos que hacía en la panadería. 
Luego de trabajar, Pedro pasaba a saludar a algunos negocios amigos que estaban cerca del lugar, como la farmacia de la familia Giannechini y la Casa Armando Iribe, donde -entre otros- visitaba a Juan Giannechini, Pablo Bahía y Roberto «Tito» Acosta.  

En la farmacia de Oriente, con Juan Giannechini, quien además fue técnico campeón de Quequén. Pedrito colaboró con el cuerpo técnico e incluso ingresó en un partido los últimos minutos

En la cancha 
Juan Giannechini, quien fuera también director técnico de los últimos dos equipos campeones de primera división de Oriente (Quequén 1992 y 1995), describe dos anécdotas inolvidables de Pedro. Durante muchos años, fue una especie de aguatero del club del que era hincha. 
Cada vez que un jugador de El Quequén caía al piso y el juez lo habilitaba, él con un pique corto envidiable corría velozmente con la cantimplora de agua y el líquido que calmaba el dolor, acompañando a la persona del club que asistía a los jugadores. Pero cada tanto, Pedro le pedía jugar a Giannechini. 

Hasta que un día, en la última fecha de un campeonato en el que El Quequén había quedado sin chances de nada, el técnico del equipo de Oriente le pidió al juez autorización, acordó con el otro DT, vistió a Pedro de jugador y faltando pocos minutos ingresó, cumpliendo su sueño. 
La camiseta le quedaba muy larga, lo mismo que el pantalón, pero la cara de felicidad que tenía no se la olvidan sus compañeros ni todas las personas de Oriente presentes en la cancha ese día. 
Por supuesto, él recuerda cada detalle. De esos escasos segundos, donde se dio el lujo de patear un tiro libre que él dice y cree que fue gol suyo. 
Años después, esa anécdota se la relataron al músico y artista tresarroyense Andrés Mazzitelli, quien tiempo después escribiera un cuento inspirado en esa historia. Ganó el tradicional Concurso de Cuento Breve, certamen organizado por la Biblioteca Sarmiento, con el apoyo de LA VOZ DEL PUEBLO. 
Mazzitelli comenta que la idea surgió «en una cena con un amigo mío de La Plata y de un amigo en común, Juan Giannechini». Explicó que Juan le dijo que tenía que escribir la historia de Pedrito. 
«Le pregunté quién era. Me la contó y a mí me pareció conmovedora. Al poco tiempo, en el año 2009, escribí un cuento para el certamen de LA VOZ DEL PUEBLO, que se llama ‘Pedrito debuta en primera’, donde tomé su historia y le puse algunas cosas de ficción», señala. 
«Fue muy impresionante, porque el cuento ganó el certamen -indica-. Y a la entrega de premios vino Juan y lo trajo a Pedro. Me dio una emoción bárbara conocerlo a Pedrito personalmente». 
Destaca que «más allá de la anécdota, me conmovió mucho ver como un chico como Pedrito se había insertado en la comunidad, y tenía historias también con Maradona y otro montón de anécdotas, que hacían a su vida más colorida y mucho más interesante, que por ahí gente que no padece síndrome de Down». 
«Uno por ahí puede pensar, ¡huy, este chico se pierde el mundo! Pero en realidad, la vida de Pedrito era mucho más colorida, muy llena de cosas interesantes».    
Mi amigo Diego 
En relación al análisis del músico, sobre la vida de Pedrito, una anécdota que lo marcó para siempre sucedió en febrero de 1992, mes en el que el entonces mejor jugador del mundo, Diego Armando Maradona, veraneaba en Marisol y visitaba diariamente a Pablo Bahía y a su familia. 

Diego Maradona llevó a Pedrito en 1992 al partido que disputó en la cancha de El Nacional y luego a la cena show en El Rancho de Chichí. Momentos inolvidables junto al ídolo futbolístico

Maradona estaba suspendido por doping, no podía disputar ni siquiera partidos a beneficio, pero se rebeló y decidió jugar para colaborar con lo que sería el Centro de Día Caminemos Juntos de Tres Arroyos en cancha de El Nacional, representando a Marisol. 
Había gran expectativa y Pedrito, luego de intentar convencerlo toda la semana, había persuadido a Juan Giannechini de llevarlo a ver el encuentro. El problema es que a la hora de viajar a Tres Arroyos, no aparecía. Es que de visita al negocio de Pablo Bahía, llegó Maradona y lo invitó a Pedro a ir junto a él a ver el partido. 
Pedro se disculpó, pero dijo que tenía que pedirle permiso a su mamá. Cinco minutos después, tocaron la puerta de la madre y era el mismísimo Diego Maradona, quien le pedía permiso para llevar a su hijo a la cancha. La madre aclaró que tenía que bañarse. Maradona lo esperó y, finalmente, llegó una hora después a Tres Arroyos con Pedro sentado en el asiento de acompañante.

No sólo vio el partido desde dentro del campo de juego del Mateo Catale, sino que vivió junto al ídolo la cena show que se hizo posteriormente en el recordado Rancho de Chichí. Todavía circulan los VHS de esa noche mágica, en la que Pedro bailó y cantó las canciones del músico de Oriente Carlos Pugliese, junto a su amigo Maradona. 
El juego del destino, hizo que casi 25 años después de ese partido, Pedro comenzara a asistir a una institución a la que Maradona le había dado una mano muy grande para que se levantara y se erigiera en un lugar imprescindible para cierto tipo de personas.  
En el lugar indicado 
La vida le jugó varias malas pasadas a Pedro, pero probablemente hoy pasa varias horas del día en el mejor lugar para ser atendido como se merece. Desde que llegó a Tres Arroyos junto a su madre en 2014 vive en una pensión en la calle Pedro N. Carrera y alrededor de las 10 de la mañana llega al Centro de Día, donde recibe diariamente atención profesional interdisciplinaria jornada completa. 

En el Centro de Día, a Pedrito lo quieren como un hermano mayor. Disfruta del baile en la sala de estimulación multisensorial. También escribe y realiza muchas otras actividades

Según relata Agustina Seoane, directora del Centro de Día, que tiene fuertes vínculos familiares con Oriente, «el equipo profesional se constituye con dos terapistas ocupacionales, una psicóloga, una fonoaudióloga, una psicopedagoga, dos profesores de educación física, un profesor de danza, una enfermera, una médica psiquiatra y una trabajadora social», enumera Agustina. 
Valora que «Pedro participa activamente en los talleres grupales de arte, fonoaudiología, didáctica, inclusión social, de danza, taller cognitivo, taller ocupacional, de educación física, taller de artesanías y actividades grafoplásticas, taller de huerta y jardinería y de música». 

Junto a Agustina Seoane, directora de Caminemos Juntos

«A su vez, recibe atención profesional individual en modalidad consultorio y en la sala de estimulación multisensorial de tipo Snoezelen», agrega Seone y amplía: «a grandes rasgos, su tratamiento procura desarrollar las habilidades sensoriomotoras, cognitivas, comunicacionales y psicosociales con la finalidad de alcanzar el mayor grado de independencia en las diferentes áreas de desempeño ocupacional (actividades de la vida diaria, esparcimiento, productividad y participación social) teniendo en cuenta sus intereses y valorando sus iniciativas». 
Afirma que «a través del método Snoezelen, la intervención se encuentra especialmente dirigida a desarrollar la confianza en sí mismo, promover la elección, incentivar la exploración y el desarrollo de capacidades creativas, propiciar la manifestación de necesidades y expresión de sentimientos, optimizar la comunicación, aumentar el nivel de concentración y de atención, proporcionar experiencias de bienestar emocional y relajación». 

Para finalizar, la directora del Centro de Día dice que «Pedro manifiesta interés en cada propuesta terapéutica y las desarrolla con alegría, adquiere nuevos aprendizajes a diario, alegra las meriendas con sus canciones, cuenta con buenos amigos y sobre todas las cosas, es muy feliz».   
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