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Todo tiene un por qué

A Popi, el “Lord de los pingüinos”, lo conocí en 2017 cuando él viajo desde Trelew a Buenos Aires exclusivamente para participar del programa de Tv Pública, “Todo Tiene un Porque” y explicar por qué los pingüinos no pueden volar. 

En ese momento, él era un joven investigador del Conicet que creía en la importancia de la difusión para la conservación de la naturaleza: y yo la responsable de hacer que el conocimiento producido por los miembros del Consejo fuera conocidos y valorados por la sociedad. 
 Nos volvimos a encontrar en 2018 cuando ganó el “Oscar Verde”, el whitley gold award conservation y recibió la distinción de manos la Princesa Ana, de Inglaterra, en Londres. Su foto recorrió las tapas de los medios sorprendiendo con su poncho prolijamente doblado sobre un impecable traje y su pin de pingüino en la solapa, una imagen muy lejos del estereotipo que tenemos de científicos con guardapolvo y pelos revueltos. 
 Hoy nos sigue representando al mismo nivel que lo hacen nuestros deportistas de “elite”, los escritores consagrados, los músicos internacionales en las mecas del mundo, regalándonos la oportunidad de sentir orgullo y celebrar como argentinos. 
Esta vez me tocó acompañarlo en un momento culmine de su carrera, donde todos los esfuerzos que hizo por la conservación de una especie clave para la supervivencia de la vida humana en el planeta, son reconocidos a nivel mundial. 
Más allá del exitismo que se apaga rápido, este premio que Pablo recibió y con mucha generosidad en su discurso de agradecimiento compartió con todos los argentinos es una fuente de inspiración y esperanza para darnos cuenta que, a pesar de todos los esfuerzos para destruir lo bueno que tenemos, aún contamos con posibilidades de conservarlo.
 En estos veinte años que me dedico a la comunicación de la ciencia he visto como muchas promesas de futuros mejores hoy son una realidad. Y eso es lo que me sigue motivando desde el lugar que ocupe a seguir trabajando por comunicar a la sociedad el conocimiento científico. 
Cuando me hago la pregunta de qué es lo que me une a los y las científicas es la curiosidad, algo que tenemos todos los seres humanos más allá de lo que sabemos. Y qué es lo que admiro, principalmente la capacidad de observación, la paciencia y la audacia para ir más allá. 
Sin método, la creatividad se pierde en los laberintos del limbo. Para avanzar necesitamos de acciones concretas que seguramente tendremos que hacer con otros. Cómo en la ciencia y en la vida no se va adelante solo.
 Ser parte del anuncio del premio fue para mí también un reconocimiento a una manera de hacer comunicación con estrategia, responsabilidad, compromiso y respeto por el trabajo periodístico. 
Comparto con Popi sus ganas de cambiar el mundo, y transformarlo en un lugar mejor, donde seamos respetuosos con la naturaleza y también de los otros seres humanos con los que convivimos. 
Nunca la humanidad estuvo tan cerca de salvar y destruir el planeta al mismo tiempo como ahora. Además de admirar a personas como Popi debemos imitarlas. Tenemos la oportunidad de sumar nuestro esfuerzo haciendo algo que antes no hacíamos por el cuidado del ambiente, y el principio es educándonos. 
(*) La autora nació y reside en Tres Arroyos. Es licenciada en Comunicación Social y profesora. Integra la Red Argentina de Periodismo Científico
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