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Peste: entre el encierro y las medidas de urgencia

Por Roberto Barga

Es difícil encontrar un acontecimiento de carácter mundial que acapare tan trasversalmente la atención de la opinión pública, como la crisis del covid 19. Después de la gran guerra que finalizó en 1945, tal vez el episodio gigante, en cuanto a impacto global haya sido el 11-9 con la voladura de la Torres Gemelas. Con dos salvedades de calado que diferencian el foco atencional: el atentado de Nueva York estaba geo localizado en un punto y el mundo de las redes sociales no existía. 

Pero sin duda, a la singularidad de este mega suceso, la otorga el confinamiento. Nunca los Estados modernos asentados en las reglas democráticas que los vuelven homologables, a la legalidad vigente como a lo políticamente correcto, habían avanzado sobre la posibilidad de movimiento de los individuos. Basta ver los paisajes urbanos de las calles de Madrid o de Milán, para comprender el sentido de orfandad que acompaña a esta peste.
La Organización Mundial de la Salud, aconseja el aislamiento como medida fundamental para frenar la pandemia. No todos los Estados llevan las recomendaciones con la misma intensidad. Veremos cuando termine este lío quién tenía razón. 
En el ínterin, la psicosis se apodera de la ciudadanía y fuerza una vida intramuros que desata el uso de Internet como terapia contra el encierro.
Aviso para navegantes y curiosos, frente a las horas de ocio, este cronista recomienda leer al coreano Byung Chul Han, autor del libro “Psicopolítica”, un imprescindible ensayo sobre el papel de dominación que juegan las redes en el mundo moderno. 
La cantidad de información que le estamos enviando a las grandes terminales sobre nuestras emociones en estas horas es sencillamente incalculable. Esa corriente informativa volverá como un bumerang en forma de las más variopintas representaciones. Porque no nos engañemos, la ciencia no es neutral y como en toda gran crisis, habrá ganadores y perdedores. Por eso los únicos que están obligados a no ser neutrales son los Estados.

Argentina hace rato que no es sujeto de crédito. La lógica mercado internista ya no es una opción entre otras, tal vez sea la única salida en esta coyuntura

El regreso de las vacas sagradas 
Usufructuando ese lugar común que dice que toda gran crisis es una oportunidad, algunos líderes políticos harán de la carencia, virtud y como en el yudo (coronavirus), tratarán de usar la fuerza del contrario. 
Pedro Sánchez, presidente de gobierno español, acaba de anunciar un paquete de medidas, tanto de estímulo, como de exenciones por 20 mil millones de euros, esto es la friolera del 20% del PBI de España. 
El mencionado país es uno de los focos donde más se ha ensañado la peste de origen china. Según los expertos, en la península Ibérica se actuó tarde y teniendo el espejo italiano al lado, se permitieron manifestaciones masivas como la del Día Internacional de la Mujer, que pudo haber sido un disparador de contagios al concitar la concurrencia de 120.000 personas. De hecho, contrajeron el contagio, Irene Montero (ministra de igualdad) y Begoña Gómez (esposa de Pedro Sánchez). Las dos concurrentes al multitudinario encuentro. 
El presidente Sánchez, ha ofrecido estas medidas de neto corte keynesiano, en medio de las disputas internas de su gabinete de coalición, donde figuras como Pablo Iglesias (vicepresidente de gobierno), chocaban con otros ministros como Nadia Calviño (ministra de Economía y más representante de Bruselas que de España) y clara oponente a cualquier decisión expansiva del bendito gasto público. Evidentemente la discusión se zanjó a favor de los keynesianos, con un aval inesperado. El FMI y el Banco Central Europeo piden no escatimar incentivos ante lo que parece de mínima un Lehman II.
Y ya se sabe: el que se quema con leche…
La crisis de las hipotecas de 2008, conocida como crisis de Lehman Brothers, tuvo como respuestas lo que se conoció como “austericidio”, es decir que los países bajaran el gasto, por ejemplo en sanidad pública. Italia es el gran exponente de ese fracaso de medidas. Es el otro gran afectado de la pandemia y su ajuste en salud de los años pasados le pasan la factura. De aquellos vientos, estos lodos. 
La hora de Alberto 
Y en casa mientras tanto, todo parece regresar a foja cero. Cuando intentábamos adivinar cuáles serían los primeros pasos del gobierno de Alberto Fernández, muchos, entre los que me incluyo, pensaban que las medidas a implementarse estarían ligadas a estimular el mercado interno vía emisión para impulsar el alicaído consumo.
Salvo la tarjeta Alimentar y el aumento a los jubilados de la mínima, hasta el martes 17 de marzo eran disposiciones restrictivas del gasto. El ministro Guzmán se había sentado sobre el denominado gasto público con cara de malo y se estaba ganando a pulso, las maldiciones de gobernadores y colegas ministeriales, por negarse a liberar partidas. 
El presidente Fernández y su gobierno estaban encerrados en resolver la crisis de deuda, como único elemento ordenador del resto de la economía. Probablemente un error, porque las posibilidades de reeditar el exitoso canje del 2005 eran remotas. 
Pero todo cambió con el conoravirus. Los activos se derrumban y los inversores huyen de los papeles de deuda como de la misma peste. ¿Qué más da si el riesgo país está en 4000 puntos o 5000, o lo que sea? Argentina hace rato que no es sujeto de crédito. La lógica mercado internista ya no es una opción entre otras, tal vez sea la única salida en esta coyuntura. 
El plan anunciado por los ministros Kulfas y Guzmán, que prevé créditos por 350.000 millones de pesos al sector productivo, obra pública, seguro de desempleo y bonos a beneficiarios de la AUH y jubilados, van en la dirección correcta. En épocas de vacas flacas hay que estimular con dinero público la economía, dicen los manuales de la heterodoxia. 
Ya saldrán los ortodoxos a anunciar las plagas venideras como la inflación a causa de la emisión compulsiva. Pero una vez más, qué más da 50% de inflación que 70%. ¿Cambia mucho la ecuación? 
El momento se antoja dramático. Hay que elegir cómo se opera al paciente en la urgencia. Lo que no se puede es matarlo de hambre.
 
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